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martes, 19 de mayo de 2020

7 MUSEOS QUE NOS GUSTAN MUCHO PARA EL DÍA DE LOS MUSEOS

El 18 de mayo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de los Museos. Es un día especial donde estos centros se ponen sus mejores galas para sus visitantes. Este año, en algunos casos, sus mejores galas han sido abrir sus puertas de nuevo con todas las precauciones del mundo, por supuesto. 

Vamos a hacer un repaso por algunos de los museos que más nos han gustado para visitar con niños. Si nos seguís habitualmente ya sabréis que somos muy fans de ir a museos con nuestros hijos, y que además solemos recomendarlo. Podéis tomar toma de nuestras recomendaciones para cuando llegue ese momento que todos estamos esperando, el de poder viajar, aunque sea poquito y aquí al lado. La mayoría se encuentran en España, así que no hay excusa para no visitarlos cuando se pueda. 


¿Puede ser el Marq nuestro museo favorito? ¡Puede ser el Marq nuestro museo favorito! Lo visitamos al menos una vez al año, y aprovechamos para visitar sus exposiciones temporales, que son de una calidad extraordinaria. Este año no hemos podido visitar la exposición “Ídolos, miradas milenarias” por lo que os estáis imaginando, y estamos esperando su próxima exposición de los famosos guerreros de terracota de Xi’an. Pero su colección no es menos fascinante. Nos sumerge de lleno en la historia de la provincia de Alicante, que es una parte de la historia de España y de las civilizaciones del Mediterráneo. 



Nos apasionan los dinosaurios. Durante el confinamiento hemos visto varias veces las pelis de la saga de Jurassic Park y Jurassic World. Precisamente Juan Antonio visitó este museo mientras preparaba el rodaje de Jurassic World 2: El reino caído. Se encuentra dentro del parque temático Dinópolis y su visita es imprescindible. Las piezas, tanto las que se han encontrado en los yacimientos de la provincia de Teruel como las que pertenecen a dinos del resto del mundo, son impresionantes. Una recomendación que se extiende al resto del parque, que es tan didáctico como divertido. 



Con este nombre parece que vamos derechos a un petardo de exposición, y más teniendo en cuenta que se encuentra en Valencia. Pues no, este museo es de traca (vale, ya acabo con los chistes pirotécnicos). En primer lugar porque se encuentra en uno de los edificios más bonitos de Valencia, tanto por su espectacular fachada (una de las más fotografiadas de la ciudad) como por su interior. La colección no se limita a una colección de cerámicas, si no que abarca la historia del edificio, con salas que imitan, en miniatura, algunas estancias de Versalles. Es muy recomendable su colección de carruajes y el belén napolitano que instalan en Navidad. 



Tres motivos por los que visitar este museo: el artista, su obra y el entorno. La bahía de Portlligat, en Cadaqués (Girona) simplemente enamora. En ningún momento nos extraña que desde muy jovencito Salvador Dalí comprara aquí una casita de pescadores que con el tiempo fue ampliando. Siendo el hogar de Dalí y de Gala, esta casa es cualquier cosa excepto ordinaria. Además contiene el taller del pintor. Si pudiéramos nos quedaríamos aquí a vivir (bueno, igual hacía una pequña reforma, jeje). El complemento a esta visita es el Teatro-Museo de Figueres y el Castillo de Gala en Púbol. Y el cercano cabo de Creus, el lugar más al este de la Península Ibérica. 



El museo más visitado del mundo, con más de 10.000.000 de visitantes en 2018. Su virtud es su gran pecado, tanto que desde algo más de un año se han empezado a estudiar medidas para aliviar su saturación. El museo más famoso del planeta se encuentra en un inmenso y hermoso palacio donde se ubica mucho más que la archiconocida Gioconda de Leonardo da Vinci. Yo siento pasión por la sala del romanticismo francés, pero la colección de arte de Egipto y las antigüedades de Próximo Oriente (las procedentes de Irán en especial) son también una gozada. Armaos de paciencia cuando lo visitéis, y calzaos los zapatos más cómodos que tengáis. 



El Museo del Robot de Madrid es un espacio no muy extenso en pleno centro de la capital de España. Un lugar donde se juntan pasado y futuro, ya que conviven robots de última generación, de esos que te reconocen, te contestan, interactúan contigo y, sí, dan muy mal rollo; con robots de hace cuarenta años. Una de las partes más chulas es la exposición de réplicas de robots que se han utilizado en películas y series, y la verdad es que son un montón. Como curiosidad, tienen la colección más grande que hay de perros Aibo, esa mascota cibernética creada por Sony que causa furor en Japón.



El último museo que pudimos visitar antes del confinamiento. Un hermoso homenaje a la niñez y al beneficioso juego. Un paseo por la nostalgia que empieza con las muñecas de barro y acaba con las los últimos diseños de moda. Entre medias recorremos cientos de modelos de muñecas cuyos nombres nos despierta recuerdos de tardes con bocatas de mortadela o nocilla y mentir un poco acerca de los deberes para jugar un poco más. También es un justo reconocimiento al trabajo por el que la villa de Onil es conocida en todo el mundo. Una labor llena de pasión y amor. 


Estas recomendaciones incluyen museos que hemos visitado con nuestros hijos. Faltan muchos que también nos han encantado, y faltan muchos que queremos visitar (o volver a hacerlo) con ellos.

sábado, 8 de febrero de 2020

VIAJAR CON EL PALADAR: PANNA COTTA

Para finalizar una gran comida nada mejor que un postre que redondee la velada. En esta ocasión os vamos a proponer un postre que es muy sencillo de realizar, tanto que los niños podrán ayudarnos en la mayoría del proceso de realización. Pero su sencillez no implica que no esté tremendamente delicioso y que nos transporte a otro lugar. Vamos a preparar panna cotta.


La panna cotta es un postre originario de la región italiana del Piamonte. Por si andáis con un poco de despiste, es una región situada al noroeste del país y la capital de la región es Turín. Sus principales ingredientes son la leche de vaca y la nata. De hecho 'panna cotta' significa 'nata cocida', tal cual. La cocina a base de ingredientes derivados de la vaca tiene bastante predicamento en la cocina al norte de Italia (leche, nata, quesos, carne, etc.).


Para realizar la panna cotta necesitaremos:
- 250 ml de leche (mejor si es fresca)
- 250 ml de nata
- 70 gramos de azúcar
- una vaina de vainilla
- tres hojas de gelatina

Para prepararlo se ponen en un cazo la leche, la nata, el azúcar y la vaina de vainilla y lo llevamos a ebullición a fuego lento. Aunque podemos poner la vaina tal cual, os recomendamos abrirla con una punta para conseguir un mayor aroma y para que las semillas se salgan, lo que ayudará a dar un toque de color al plato, que es de un blanco inmaculado, pero esto es al gusto. Al mismo tiempo ponemos las hojas de gelatina en un recipiente con agua fría para hidratarlas. Cuando rompa a hervir la leche con la nata  sacamos el cazo del fuego. Se sacan las hojas de gelatinas, las escurrimos bien y las añadimos al cazo. Removemos enérgicamente para que todos los ingredientes se mezclen correctamente. A continuación llenamos unas flaneras con la mezcla y metemos en la nevera para que cuajen. Pueden ser unas cinco horas, aunque lo mejor es reservar para el día siguiente.


La panna cotta tiene textura de flan y para descubrir si hemos acertado deberemos "hacerlo bailar". Un error frecuente suele ser añadir demasiada gelatina, convirtiéndolo en un postre de gelatina blanca. Las versiones industriales que hemos encontrado no tienen nada que ver con esto, y bajo la denominación "panna cotta" cuelan cada engendro que no hay por donde cogerlo.


Una de las grandes ventajas que tiene este postre es su versatilidad. Hay una versión vegana o para intolerantes/alérgicos a la lactosa  recomendable, hecha con sustituto de nata vegetal y leche vegetal (bebida de soja, avena, almendras...), o se puede sustituir el azúcar por edulcorante. También es muy agradecido con el acompañamiento, ya que combina bien casi con cualquier mermelada o fruta. También con chocolate, dulce de leche, caramelo, etc.


El potente sabor de la leche nos llevará hasta la zona transalpina, donde nació este plato. La riqueza gastronómica del norte de Italia es impresionante y, sorprendentemente, nada tiene que ver con la riqueza gastronómica del sur. Como hemos indicado antes, la cocina del norte de Italia se define por tener una mayor presencia de los productos procedentes de los animales (carnes y lácteos), en contraposición con el sur, donde ela platos más ligeros y con mayor presencia del aceite de oliva, pescados y vegetales frescos. Platos como el rissoto, el carpaccio, la salsa boloñesa, o quesos como el pecorino, el gorgonzola o el celebérrimo Grana Padano (además de la panna cotta), definen la cocina norteña. 
 

Como veis sobran argumentos para disfrutar con la cocina italiana, tanto si es del norte como si es del sur. Esta vez hemos querido incidir en un plato muy básico, pero que define muy bien a su región, y que demuestra que muchas veces menos es más. Os invitamos a probarlo y a que, de nuevo, viajemos con el paladar.

jueves, 24 de mayo de 2018

POMPEYA: DONDE EL TIEMPO SE DETUVO

24 de agosto del año 79 d.c. Después de cuatro días de continuos terremotos, el monte Vesubio entra en erupción. Las coladas y cenizas llegan a varios municipios de la actual Campania sepultándolos y permitiendo que durante siglos durmieran un sueño del que parecía que nunca iban a despertar. Pero los textos clásicos (principalmente por Plinio el Viejo y su sobrino Plinio el Joven) no dejaban duda de su ubicación y finalmente en 1748 las ruinas de Pompeya fueron localizadas (aunque se supone que en 1550 se habían localizado restos).




Los restos de Pompeya nos permiten descubrir unos restos perfectamente conservados de la vida cotidiana durante el primer siglo de nuestra era. Lejos de considerar al común de los habitantes del Imperio Romano un sibarita zampabollos que comía reclinado en su triclinio mientras su esclavos les abanicaban, su civilización y la nuestra no están tan lejos.


Bares, edificios para el ocio, grandes espectáculos, gimnasios... Viviendas de alquiler, anuncios, negocios, peajes... Dos mil años después no hemos cambiado tanto. Esa es la gran enseñanza que extraemos de Pompeya. Y es una lección muy valiosa que nos llena de humildad.

La visita a Pompeya dura tanto como queramos y puede llevarnos todo un día, es una ciudad entera en la que se puede entrar "impunemente" en casas, comercios, y todo tipo de edificios (siempre y cuando esté permitido, claro está). Os recomendamos calzado cómodo (muy cómodo) y ropa adaptada a todo un día caminando. También os aconsejamosacon intentéis hacer vuestras necesidades antes de entrar ya que dentro no hay muchos baños y puede ocurrir que os pille un poco lejos.



Os recomendamos entrar por la Porta Marina, a la que antecede una torre del siglo XIII. Cerca de esta puerta es donde se encuentran la mayor parte de los servicios de Pompeya (baños, taquilla, cajero automático, taquillas para objetos personales...). Además aquí tiene parada el tren procedente de Nápoles, que es el mejor medio de transporte en esta zona (solo pensar en conducir por Nápoles hace que una gota de sudor frío recorra mi espalda).


Lo primero que nos sorprende al visitar Pompeya es el pavimento de las calles. Todas perfectamente empedradas, con esos bordillos altos y esas piedras altas como pasos de cebra que hacen las delicias de los niños. Esto tiene una razón, claro. En primer lugar porque no existía alcantarillado y las aguas sucias debían correr por algún sitio sin que las pisaran constantemente. La otra era que los pasos tienen la misma distancia y solo se podía circular por Pompeya con sus carros, que tenían los ejes a la distancia adecuada para sortear estos pasos de peatones. Evidentemente cobraban un alquiler por el uso de esos carros.


Como primera parada en nuestra visita iremos al foro, la plaza mayor, donde se encontraban los edificios públicos y religiosos más importantes de la ciudad, además del mercado (macellum). Era un espacio abierto donde una columnata sostenía un porche para resguardarse en caso de lluvia, todavía queda parte de estas columnas. En un lateral se encuentra la , el lugar que regía los pesos y medidas en Pompeya y donde podían acudir para comprobar si eran correctos y así evitar fraudes. Junto a la mensa hay un almacén donde se pueden observar varias de las figuras que se obtuvieron al rellenar con yeso algunos huecos que se encontraron en diversas excavaciones y que correspondían con los restos desaparecidos de víctimas de la erupción volcánica. Las más famosas son la de una persona en cuclillas y la del perro que se retuerce. Estremecen.




Seguidamente os recomendamos que vayáis hacia la zona del teatro grande y el odeón (teatro pequeño), donde de camino podréis visitar las termas estabianas, las más grandes y antiguas de la ciudad. Tenía espacios diferenciados para su uso por hombres y mujeres. Otras más pequeñas separaban el uso por géneros estableciendo horarios. En Pompeya había otras tres termas (las suburbanas, junto a la Porta Marina; las del foro, elegantemente decoradas; y las centrales, cuya ampliación no fue terminada) y su función en la cultura romana no se limitaba al aseo y la higiene, ya que era también un lugar social, donde se encontraban los ciudadanos y charlaban.

Los teatros eran, evidentemente, edificios culturales y de espectáculos. El odeón estaba techado completamente y se destinaba a actuaciones musicales o recitales poéticos. El teatro grande, se destinaba a obras teatrales y aprovechó una pendiente natural para construir su graderío como se hacía en la cultura griega. Conserva muy bien el escenario. Es curioso que las gradas conservan las marcas y la numeración que delimitaba cada asiento (cada fila estaba reservada para los distintos estamentos sociales, cuanta más importancia más cerca estaba del escenario).

De ahí nos dirigiremos hacia uno de los edificios más representativos de Pompeya, el anfiteatro (no confundir con teatro). Es el anfiteatro más antiguo, tanto es así que carece de galerías subterráneas como el Coliseo romano. Antes de llegar está el huerto de los fugitivos, un espacio donde se pueden visitar más yesos aterradores.




Para continuar la visita podemos hacerlo recorriendo la muralla que rodeaba Pompeya, o bien callejeando. Lo ideal, como en tantas cosas, es una mezcla de ambas, ya que si no nos perderemos las casas pompeyanas que son muy interesantes. Ejemplos hay muchos: la Casa del Fauno, la del Poeta Trágico, la de la Columna Etrusca, la de Meleagro, la de Apolo, la de Menandro, la del Citarista, etc. Los nombres proceden de elementos que se han hallado durante las excavaciones. Casi todas están decoradas con pinturas murales, ya sean escenas o simplemente con bandas desde el zócalo, con el conocido rojo pompeyano, un granate (quien esto escribe es un hombre, no me pidáis un análisis cromático más afinado). También de negocios como el thermopolium, una taberna de la que se conserva la barra donde hay unos huecos donde se conservaban alimentos fríos y/o calientes preparados y listos para que los clientes los consumieran en la calle (street food, ¿os suena?). También el lupanar, el prostíbulo, decorado con pinturas eróticas.

Por último visitaremos la Villa de los Misterios, una casa de campo conocida por las pinturas que decoran muchas estancias, de una elegancia exquisita, sobre cuya temática no se ponen de acuerdo los expertos (de ahí el nombre) aunque se supone que pueden versar acerca de ritos iniciáticos. Al encontrarse en las afueras podremos ver tumbas, ya que una costumbre romana era enterrar a sus fallecidos en los caminos.


La entrada general a Pompeya cuesta 15 euros y 9 € la reducida, de la que se pueden beneficiar ciudadanos europeos entre 18 y 24 y mayores de 65, estudiantes y profesores. Los menores de 18 años tienen la visita gratuita.



Al menos una vez en la vida hay que visitar Pompeya. Olvidaos de Italia, olvidaos de la Campania y de Nápoles, la sola visita a Pompeya bien merece un viaje. A pesar de que el Vesubio sigue vigilando, amenazante, y de vez en cuando sugiere que va a volver a expulsar lava y cenizas, el riesgo merece la pena. Porque ellos, tanto los pompeyanos que murieron como los que se salvaron, somos nosotros.