jueves, 22 de febrero de 2018

CHOCOLATE, CHOCOLATE, CHOCOLATE

¡Golosos del mundo, este es vuestro sitio! En la Costa Blanca, concretamente en la localidad de Villajoyosa (La Vila Joiosa) encontramos el Museo del Chocolate, situado en las instalaciones de Chocolates Valor. Este Museo recorre la historia de este dulce producto, desde el origen del cacao hasta su envasado. ATENCIÓN SPOILER: no vamos a encontrar una cascada de chocolate que forma un lago, ni ardillas que golpean cabezas huecas, ni ascensores mágicos, ni oompas-loompas cantando animosas canciones. Lo siento chicos. 


Un embriagador olor a chocolate nos recibe, un aroma que conforme avance la visita se irá haciendo más intenso. No lo creeréis, pero a un miembro de nuestra familia (que mantendremos en el anonimato) no le gusta el chocolate, y aún con esas le agradó el olor. La visita la podemos dividir en tres partes. En primer lugar un audiovisual que explica la historia de la marca, que comenzó su andadura en 1881, y cómo se elabora el chocolate a partir de los granos de cacao que se cultivan a lo largo del ecuador. 

En segundo lugar se visita una casa de una altura, construida a finales del XIX y que guarda una gran cantidad de elementos históricos con los que se fabricaba el chocolate en distintas épocas, desde finales del XIX hasta mitad del siglo XX. Desde molinos formados por una piedra plana y un rodillo de granito, pasando por máquinas manuales, máquinas accionadas por vapor, hasta maquinaria eléctrica. También se encuentran moldes históricos de bombones o huevos de Pascua y una curiosa y bonita colección de etiquetas de chocolate donde se puede observar la evolución de los materiales, del diseño y de la maquinaria de impresión.


La tercera parte de la visita transcurre dentro de la fábrica. Aquí veremos las líneas de producción, bastante mecanizadas para perfeccionar el punto del producto. En la línea de envasado sí que veremos bastante más personal. También atravesaremos laboratorios, aulas de catas, salas de control de calidad... para desembocar en un mini museo que expone un vestido realizado con envoltorios y varias esculturas realizadas en bloques macizos (y enormes) de chocolate.

Para finalizar la visita se accede a la tienda, donde la marca ofrece una degustación de chocolate, tanto su famoso chocolate a la taza como onzas de varios tipos de sus icónicas tabletas (puro, con leche, negro sin azúcar...).


La visita es gratuita. No se reserva a menos que la visita se haga en grupo. Hay un acceso limitado a 50 personas por turno y si se supera el aforo se tendrá que esperar a la siguiente visita, aunque gracias a unos tickets se guarda el turno. Los horarios son de lunes a viernes por la mañana a las 10:00 h., 12:00 h., 13:00 h. y por la tarde a las 17:00 h., 18:00 h. y 19:00 h. Los sábados solo se puede visitar en turno de mañana, mientras que domingos y festivos permanece cerrado. 


Llegar es muy fácil, ya que si vamos con nuestro vehículo privado está muy cerca de la salida de la AP7 y de la variante de la N332, y si optamos por el transporte público, el TRAM (tranvía Alicante-Benidorm) tiene su parada apenas a 300 m. Visita muy recomendada, en la que grandes y pequeños podemos disfrutar sin sentirnos culpables. O por lo menos no mucho.

jueves, 15 de febrero de 2018

RECOMENDACIONES PARA VISITAR EN GRANADA

Si nos pedís que os recomendemos una ciudad española para visitar, sin lugar a dudas os diríamos que Granada. Ya lo dijo el poeta Francisco de Icaza en sus famosos versos: "Dale limosna, mujer,/ que no hay en la vida nada/ como la pena de ser/ ciego en Granada." Y desde luego que el poeta tiene razón, Granada es una ciudad preciosa donde hay mucho que ver.


Indudablemente vamos a empezar recomendando una visita al conjunto de La Alhambra. Si todavía no lo conoces no sé a qué estás esperando, para mí es el mejor y más bonito conjunto monumental que existe. No es sólo un palacio (por eso se le llama conjunto), ya que consta de infraestructuras para la Corte, los palacios nazaríes, el Generalife, el Palacio de Carlos V y los jardines. Todo estaba rodeado de una muralla, por lo que era un ciudad (exactamente una ciudadela) dentro de la ciudad de Granada. 



Os aconsejamos que reservéis las entradas previamente a la visita, ya que se pueden conseguir directamente en taquilla pero al haber un cupo de visitantes por hora puede que no haya disponibilidad. Además es aconsejable llegar con antelación porque suele haber cola, incluso con reserva. Actualmente la entrada general cuesta 14 euros. No existe descuento para familias numerosas, aunque los menores de 11 años no pagan y para los menores entre 12 y 15 años cuesta 8 euros. También hay descuentos con el Carnet Joven, para mayores de 65 y discapacitados.



Si hay un lugar de Granada que ofrece unas vistas inmejorables de La Alhambra este es el Mirador de San Nicolás, enclavado en lo alto del barrio del Albaicín, justo enfrente de la colina en la que se asienta el conjunto palaciego. Al atardecer decenas de personas se reúnen para contemplar cómo se pone el sol, dándole una pátina rojiza a la piedra de La Alhambra (de ahí su nombre). Si no tenéis prisa podéis esperar al encendido de la iluminación nocturna, un auténtico espectáculo. Además suele haber gente tocando flamenco, algún cantaor aficionado, etc.



Para llegar al Albaicín lo mejor es ir paseando por la ribera del Darro y continuar por el Paseo de los Tristes para, al final de éste, iniciar el ascenso. Sí, es un buen tramo cuesta arriba. Si no os veis con fuerzas, o no veis al resto del grupo con ganas ( en especial los niños) podéis coger el autobús que tiene parada junto al mirador. 



Otra de las visitas recomendadas en Granada se encuentra en el centro histórico, destacando la Catedral y la Capilla Real, una edificación anexa donde se encuentran los sepulcros de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y de sus sucesores, Felipe (el hermoso) y Juana (la loca). Los sarcófagos están finamente esculpidos y merece la pena. También podemos aprovechar para pasear por las laberínticas calles de la Alcaicería, herencia directa del antiguo zoco. 



Granada es universalmente conocida por su tapeo. Dos calles se llevan la fama, la calle Elvira y la calle Navas. Ambas tienen muy buen ambiente sobre todo a la hora de cenar. Si bien en Elvira hay locales que destacan por la generosidad de las tapas, en Navas se encuentra el celebérrimo El Diamante, toda una institución, y encontraréis un ambiente más "serio". Si optáis por la calle Elvira no dejéis de visitar la puerta monumental del mismo nombre al inicio de esta vía. Otra opción es cenar en los restaurantes que se encuentran en los bajos de la plaza de toros, con propuestas muy interesantes.


Otras visitas menos habituales que también os recomendamos son:


- El Corral del Carbón, situado entre la Alcaicería y la Calle Navas. Es un antiguo almacén de carbón que data del s. XI. Su visita es rápida (unos 10 minutos) y gratuita. 



- La huerta de San Vicente. En el parque Federico García Lorca se encuentra la huerta de San Vicente, la casa de veraneo de la familia del poeta. Convertida en Casa-Museo, contiene objetos originales que pertenecieron a la familia. Actualmente se encuentra cerrada por obras de restauración. 



- La Cartuja de Granada, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca en España. Al no estar situado en el centro de la ciudad es un monumento menos conocido, pero no por ello menor.



Por último una recomendación, Granada es una ciudad muy musical. Tanto que ha creado la ruta Ciudad del Rock (GRX R&R), que combina salas de conciertos, bares, restaurantes, tiendas de discos o librerías especilizadas. Para una completa inmersión os propongo una banda sonora compuesta por artistas como Miguel Ríos, Enrique Morente (y sus hijas Estrella y Soleá); los indies Los Planetas, Lagartija Nick, Supersubmarina o Lori Meyers; y The Clash, ya que Joe Strummer, el líder de la banda británica, vivió una temporada en Granada y tiene una escultura en su honor en una placeta un poco escondida del barrio del Realejo. 




jueves, 8 de febrero de 2018

VIAJAR CON EL PALADAR: LA TARTIFLETTE

Viajar no es sólo conocer gente. Quien piense eso está completamente equivocado. Viajar es descubrir gente, otros modos de vida (más o menos parecidos a los nuestros), la cultura local y, dentro de esta categoría, su gastronomía. Porque comprar un imán de nevera o la figurita de turno puede estar muy bien, pero llevarte contigo un pedacito de un viaje y poder repetirlo, eso no tiene precio.


Todo este rollo para justificar que de vez en cuando vamos a publicar alguna receta que hayamos probado y que nos recuerde a algunos de nuestros viajes. La idea es que sean sencillas y que los niños puedan colaborar en su preparación. Y que sean sabrosas, claro. Para esta primera vez vamos a hablar de la tartiflette, un sencillo y contundente plato francés.


Nuestra última visita a París fue para visitar a la familia y ya que estábamos allí... pues cayeron unas vacaciones navideñas. Paseando por los Campos Elíseos en su tramo final (hacia la Place de la Concorde) en ambos lados de la avenida estaba montado uno de los muchos mercadillos de Navidad que hay en la capital gala, como es tradición en Francia y otros países de Centroeuropa (como Alemania). En estos mercadillos se mezclan puestos de artesanía con otros donde se venden alimentos e incluso atracciones de feria. En uno de los puestos de comida, ya que es muy típico comer por la calle o comprar la comida para llevársela a un lugar cercano, vi que vendían un plato con patatas, queso, bacon, nata... Con esos ingredientes, tenía que gustarme a la fuerza. Cuando volví a casa no recordaba el nombre de este plato, así que me armé de paciencia frente a Google hasta que encontré la receta: Tartiflette.


La tartiflette es una receta típica de la región de Saboya y Alta Saboya, al este de Francia, en la Región de Ródano-Alpes, limitando con Italia y Suiza. Chambéry esla ciudad más grande de la región, para situaros. Pero la tartiflette no es un plato que se pierda en las nieves de los tiempos, no, la receta fue creada en los años 80 por el Sindicato Interprofesional del Reblochon (que es el queso original que se utiliza) para aumentar las ventas. Minipunto para los productores, lo consiguieron, logrando además que este plato formara parte de la tradición de la región. La receta original tiene tres ingredientes principales: patatas, crema de leche y queso reblochon. De hecho el nombre del plato procede de un vocablo arpitano (la lengua que se habla en algunas regiones francesas, suizas e italianas junto a los Alpes), "tartifla", que significa patata.


¿Cómo se prepara? Ingredientes para cuatro personas: un kilo de patatas (tres patatas grandes aproximadamente), crema de leche, agua, sal, pimienta, ajo. Opcionalmente: bacon y cebolla. Se hierven en agua con sal las patatas con piel. Obviamente, hay que lavarlas bien para dejarlas limpias de tierra. Tras unos veinte minutos de cocción (quizá un poco más para que no queden duras, pero que tampoco se nos deshagan), las pelamos y las cortamos en trozos pequeños. Como estarán muy calientes tras la cocción lo mejor es dejarlas enfriar un poco. Si las sumergimos en agua fría la piel se retirará más fácilmente. A continuación colocamos los trozos de patata en un recipiente apto para horno y añadimos 100 ml. de crema de leche (medio vaso). Sazonamos con ajo, sal y pimienta al gusto (para esta receta suelo utilizar pimienta blanca). Sobre las patatas colocamos el queso reblochon abierto por la mitad, al que podremos retirar la corteza rascando con un cuchillo. Gratinamos en el horno durante unos 15 minutos a 180-190 ºC. ¡Y listo! 


A mi me gusta darle mi toque personal a las recetas y no quedarme únicamente en las preparaciones más ortodoxas. Siempre podemos añadir ingredientes que combinen bien con el plato. La mayoría de recetas que he visto incluyen (como antes he comentado) cebolla y bacon. Ambos ingredientes (una cebolla mediana y 300 gr. de bacon ahumado en tiras, lo que en francés se conoce como "lardons") los pocharemos en una sartén hasta que estén dorados y los mezclaremos con las patatas y la crema de leche en el recipiente de horno antes de poner el queso y gratinarlo.



¿Más variantes? Si queremos ser respetuosos con la cocina francesa, al pochar la cebolla y el bacon utilizaremos mantequilla, pero como el plato ya es contundente de por sí, yo uso aceite de oliva. Así también evito chutarme Danacol directamente en vena. Para aligerar el plato, en vez de crema de leche, utilizo leche evaporada (tipo "Ideal"), pero también se puede usar nata para cocinar, incluso preparados de grasas vegetales que sustituyen la nata (para veganos e intentonas de limpiar conciencias).


Por último, queda hablar un poco del ingrediente estrella, el queso. La receta original utiliza reblochon. Este queso es originario de Saboya y Alta Saboya y está protegido por una Denominación de Origen Controlada y se produce con leche de vaca de tres razas. Su nombre procede de la costumbre que tenían en la zona originaria de producción de este queso de ordeñar dos veces las vacas. La leche del primer ordeño iría para el dueño de los animales y el segundo para el agricultor. Al tener una cantidad menor de grasas pagarían menos tasas. Es un queso de pasta cremosa, como el camembert, pero con una corteza amarillo-anaranjada y un sabor más intenso y afrutado (lo definen como sabor a avellana). No es muy difícil de localizar, yo lo compro en el Carrefour más cercano, y se puede encontrar en dos formatos: piezas de 600 o 240 gramos. Como variante al reblochon os propongo utilizar camembert. En primer lugar porque es más económico (no llega a los 2 €, frente los 4 € del formato más pequeño y los 6€ de las piezas grandes). Con el camembert, al ser de pasta cremosa, conseguiremos una textura parecida, pero con un sabor menos pronunciado, por si no os gusta el queso muy fuerte. 

Sea con el reblochon (lo que os recomiendo) o con el camembert es un plato contundente, no olvidemos que procede de una zona junto a la alta montaña, los Alpes. Disfrútalo en familia y seguro que os sabrá aún mejor.



jueves, 1 de febrero de 2018

PLEISTOCENO JUNTO AL TURIA: EL MUSEO DE CIENCIAS NATURALES DE VALENCIA

En pleno corazón de los Jardines de Viveros, en el centro de Valencia, se encuentra el Museo de Ciencias Naturales de la capital del Turia. No es muy conocido, ya que queda un poco eclipsado al estar dentro de estos jardines monumentales, junto al Museo de Bellas Artes y muy próximo al viejo cauce del río Turia, pero es un espacio interesante y os invitamos a visitarlo.



La historia del Museo de Ciencias Naturales valenciano es la historia de los constantes traslados y la búsqueda de una casa definitiva que encontró en el año 1999 en el antiguo restaurante de Viveros. Anteriormente tuvo otras tres ubicaciones, siendo el Almudín (un edificio medieval destinado a almacenar trigo) su emplazamiento más duradero.

La iniciativa de crear un Museo de Ciencias Naturales en la capital valenciana nace a finales del s. XIX para ubicar la importante colección de fósiles que el ingeniero José Rodrigo Botet atesoró durante sus años de trabajo en Argentina. Una vez regresó a Valencia Botet donó su colección a su ciudad natal. Ésta ocupa la planta inferior del museo y consta de fósiles de mamíferos que vivieron en el Cuaternario en la actual Argentina. Destaca en el centro de la sala el esqueleto de un megaterio, un  mamífero gigante de la familia del perezoso (podían medir 6 metros y pesar 3 toneladas). Osos y armadillos gigantes, algo que a mi me sorprendió mucho, comparten sala. También se puede ver un esqueleto de un tigre "dientes de sable", que os sonará de la película Ice Age.



En la planta superior se puede visitar una réplica del laboratorio del premio Nobel D. Santiago Ramón y Cajal, que durante cinco años años dió clase en la cercana Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, junto a un microscopio óptico y otro electrónico, el primero que se instaló en Valencia, y que quiere dejar patente que los avances tecnológicos y científicos van de la mano en la evolución humana.

A continuación encontramos lo más destacado del museo, una amplia colección de fósiles, donde se incluye la colección Botet y una completa selección de restos localizados en yacimientos de la Comunidad Valenciana, una zona paleontológica muy rica. Precisamente fueron los fósiles de dinosaurios lo que nos atrajo a visitar el museo, el esqueleto de un Allosaurus y los restos del Losillasaurus (un gran dinosaurio de la familia de los brontosaurios) no defraudan.



La visita prosigue por la colección conquiliológica que el Dr. Eduardo Roselló Bru donó en 1926 a la ciudad de Valencia, compuesta por conchas de moluscos de todo el mundo. Sin duda las más espectaculares son las más grandes, pero también hay especies con irisados muy bonitos. Además de la muestra de las conchas podemos observar una reproducción del estudio del Dr. Roselló.

Por último una última muestra dedicada a los ecosistemas valencianos, con especial atención al Parque Natural de la Albufera y a las especies que viven en la ciudad de Valencia, similar a otras que viven en distintas ciudades españolas y europeas, a cuya presencia nos hemos acostumbrado y que en nuestro día a día no reparamos de su importancia.



También existe una sala donde se realizan exposiciones temporales y que estaba ocupada cuando visitamos el museo por una muestra de fotografía científica (con imágenes muy chulas) y una exposición acerca de la producción del café. Ni que decir tiene que casi lloro al ver plantas de café, elemento que en casa cada mañana veneramos.

El Museo de Ciencias Naturales de Valencia es muy didáctico. Los niños se sorprenden de muchas cosas que descubren aquí. Abre todos los días, incluso los festivos, de 10:00 h. a 19:00 h., a excepción de los lunes que permanece cerrado. La entrada general cuesta 2 euros. Existe una entrada reducida a 1 euro, y los sábados, domingos y festivos a partir de las 15:00 h. la entrada es gratuita.



Tanto por su entorno, como por los contenidos del museo, la visita es muy recomendable. Y si vuestros niños son fans de los dinosaurios como nosotros, saldrán encantados.