lunes, 28 de diciembre de 2020

VIAJAR CON EL PALADAR: RATATOUILLE

Si nombramos la ratatouille estamos convencidos que enseguida os vendrá a la mente la fantástica película de Pixar. Pero como dice Nieves Concostrina, antes que una película fue un plato. Un plato campesino, como dicen en la película. Esta vez vamos a viajar hasta Francia para preparar una receta que tiene muchos “primos”. ¿Venís?


Supongo que habréis visto la película un millón de veces. Por si acaso os hago un resumen: Rémy es una rata que tiene un extraordinario sentido del olfato y el gusto. Por diversos azares llega hasta París, hasta el restaurante de Gusteau, uno de los chefs más famosos de Francia recientemente fallecido. Gusteau, cuyo lema es “cualquiera puede cocinar”, es el chef favorito de Rémy. Allí conoce al recién llegado Lingüini, un joven un poco torpe que ha llegado para trabajar en la cocina de Gusteau. Rémy comenzará a manejar a Lingüini como una marioneta para cocinar. El buen hacer de “mini-chef”, como Lingüini llama a Rémy, hará que Gusteau recobre la fama que tenía cuando su creador todavía estaba vivo. Esa fama atrae a Anton Ego, el crítico culinario más influyente de París, que tras su última crítica hizo perder una estrella al restaurante. 

La ratatouille es una receta muy sencillita de hacer, con ingredientes que son muy fáciles de encontrar. Necesitaremos berenjena, pimientos, tomates, calabacines, cebollas, ajo, aceite de oliva y hierbas aromáticas. Dependiendo de la receta, los ingredientes pueden cambiar algo, pero estos son los más habituales. En este caso la vamos a preparar al horno, pero también se puede preparar en una sartén o cazuela. 


Cortamos los ingredientes en rodajas, excepto el ajo, que lo picaremos muy fino. Tened en cuenta que cada verdura tiene un tiempo distinto de cocción, por lo que el calabacín, que se prepara muy rápido, debería ser más grueso que los pimientos, tardan más en cocinarse. Haremos “sudar” a la berenjena para sacarle un poco de amargor. Esto es, ponerla sobre un papel de cocina y echarle un poco de sal. Secaremos el líquido que exuda con el papel de cocina. 

En una bandeja que pueda usarse en el horno iremos colocando los ingredientes. Para que sea más colorido os recomendamos que los vayáis intercalando, formando una especie de escalera de caracol multicolor. Aderezaremos con un chorro generoso de aceite de oliva virgen extra, y echaremos sal y una mezcla de hierbas aromáticas como romero, tomillo, orégano, albahaca, etc. En nuestro caso usamos las famosas “hierbas provenzales” que venden en cualquier supermercado. Nosotros las metimos un rato antes en el aceite para hidratarlas un poco. 


El horno estará previamente precalentado a 180ºC, y meteremos la ratatouille unos 20 minutos, quizá un poco más si no son muy finas las lonchas. Con calor arriba y abajo y sin aire. Si notáis que se queman las verduras taparlas con papel de horno. Estará listo cuando las verduras estén cocinadas, pero todavía firmes. 

La ratatouille nació en la Provenza francesa. De hecho su nombre completo es “ratatouille niçoise”, es decir, de Niza. Como ya hemos dicho, es una receta campesina, de gente humilde, preparada con las verduras que cultivaban. Se tiene noticias desde el s. XVIII de su preparación. 

Antes también hemos comentado que esta receta tiene muchos “primos”. ¿Os suena otra receta que lleve tomate, pimientos, cebolla y calabacines? Si estáis pensando en un pisto, tanto manchego como murciano, habéis acertado. Este sería uno de los familiares directos de la ratatouille. El pisto también tiene otros familiares como la samfaina catalana o el tumbet mallorquín. 


Pero encontramos otros parientes en otros países, todos bañados por el Mediterráneo. En Italia hay un plato denominado ciambotta que lleva patatas hervidas, berenjenas, tomates y pimientos. En Malta la kapunata es una receta con tomates, pimiento verde, berenjena y ajo que suele acompañar a los platos de pescado. Y en Turquía se prepara el Imán Bayaldi. Dicen los expertos que lo que Rémy le prepara a Ego en la película no es una ratatouille, si no un confit byaldi, una receta que en los años 70 creó el chef Michel Guérad, fusionando las preparaciones francesas y turcas. 

Sea como sea. Este es un plato estupendo para toda la familia. Con la excusa de la película, podemos hacer que los niños se aficionen a comer verduras. Incluso podremos aprovechar para ver la película mientras degustamos nuestra ratatouille. 

Y podemos imaginar que estamos en París en un restaurante como el de Gusteau, o paseando por las orillas del Sena. O incluso que recorremos la Provenza, atravesando sus campos al atardecer. Podemos seguir volando en sueños y nos vamos al Bistro Chez Rémy, el restaurante de Disneyland París que se basa en la peli Ratatouille, donde nos sentiremos del tamaño de unas ratitas. Como veis imaginación no nos falta, jeje. 


De momento lo más lejos que vamos a ir es a la cocina. Elegiremos verduras y prepararemos una rica ratatouille para disfrutar en familia. Coged pan y...¡Bon appetit!

viernes, 18 de diciembre de 2020

¿PRÓPOSITOS PARA 2021? ¡NO!

Hace más o menos de un año publicábamos un artículo acerca de nuestros deseos viajeros para este 2020 que estamos a punto de despedir. De esta manera parecía que nos conjuráramos para conseguir viajar a algunos destinos que hace unos cuantos que queremos conocer y todavía, por diversos motivos, no conocemos. 


¡En qué mal momento se nos ocurrió! Evidentemente nadie imaginaba lo que iba a ocurrir y que un año que, a priori, pintaba bastante cuqui ya que permitía muchos juegos por lo de la repetición del 20 20, se haya convertido en el más detestado de nuestras vidas. 

Hace años, bastantes años, como casi todo el mundo solíamos hacer buenos propósitos aprovechando el cambio de año. Hasta que nos dimos cuenta de que no cumplíamos ninguno. Sin embargo otros asuntos que iban surgiendo durante el año sí que los cumplíamos. De esta manera dejamos de hacer propósitos para ir poco a poco, durante el año, cumpliendo otras metas. 

Entenderéis que aquel artículo de hace un año era muy extraño. Pero en cierta manera teníamos ganas de que se cumpliera, aunque partíamos de la base de que alguno no se iba a cumplir. 


Así que este año volvemos por nuestros fueros y no haremos ni propósitos ni tendremos deseos viajeros. Para empezar, visto lo visto más vale no hacer se demasiadas ilusiones. Del listado de siete viajes para 2020 (ya decíamos que queríamos ser realistas) un par nos hacían especial ilusión. Así que, aunque no hagamos planes, sí que están en el top de nuestra lista. 

Los destinos nacionales no los descartamos, están ahí, más o menos cerca, y en cualquier momento podremos hacer una escapada… si el tiempo y la autoridad lo permiten. El único que descartamos, para 2021, es el Camino de Santiago, ya que este será Año Jacobeo y entendemos que estará a tope y de esta manera es más complicado organizar un viaje para toda la familia. 


Otro motivo para no hacer planes para 2021 es la absoluta incertidumbre que existe. Parece que el inicio de la vacunación contra la Covid-19 es inminente pero, por ejemplo, países como Reino Unido que ya ha comenzado a administrar la vacuna no está cumpliendo con las fechas que se había marcado y habrán retrasos. 

El inicio de 2021 no se presenta excesivamente halagüeño y los cierres perimetrales, tanto de comunidades autónomas como de países, no permiten que viajemos como lo hacíamos hace apenas un año. 

Por último, siempre surgen oportunidades, ideas o excusas para viajar. Para eso no tenemos muchos límites y siempre tenemos la cabeza en marcha. Y si no, siempre podemos seguir descubriendo nuestro entorno más cercano donde hay muchas sorpresas esperando. 

Aún con todo 2020 ha sido un año bastante viajero, dentro de las excepcionales circunstancias del año. Hemos podido hacer unas cuantas escapadas y de esta manera quitarnos el mono por viajar. Barcelona, Tarragona o Alpuente, durante el último puente, han sido los destinos. También hemos salido a la montaña para oxigenarnos. Lo que más echamos de menos son las excursiones de fin de semana. Es cierto que, para ser justo, han habido otras circunstancias personales en la familia que nos ha impedido salir más, pero nuestra valoración del año, en lo que a viajes se refiere, es positiva, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado.


El año había empezado de una manera histórica (quizás el adjetivo más utilizado en 2020). Poco antes de la medianoche del 31 de diciembre se levantaban para siempre las barreras de los peajes de la autopista AP-7 entre Alicante (San Juan) y Tarragona. Tras 40 años la principal vía de comunicación de la costa mediterránea, sobre todo en la Comunidad Valenciana y Cataluña, era gratuita. 

La alternativa gratuita era la carretera nacional N-332, que es muy bonita pero muy peligrosa. De hecho entre Benidorm y Alicante hay varios tramos de alto riego de accidentes (lo que normalmente se conoce como “punto negro”). Hacia Valencia, un viaje que por autopista es de una hora y cuarto, aproximadamente, se convierte por la nacional en el doble, si no hay mucho tráfico. Así que el ahorro es triple: de dinero, de tiempo, y de peligro, el más importante de todos. 

Esta liberalización tendrá su continuación durante 2021 ya que, si no hay ningún cambio por el coronavirus, el 31 de agosto el tramo entre Tarragona y la frontera con Francia será gratuito. De esta manera se vertebrará definitivamente la costa mediterránea por carretera sin necesidad de ir ideando rutas alternativas para pagar la menor cantidad posible de peajes sin perder demasiado tiempo. 
Para ir concluyendo. Esperaremos a ver como va discurriendo el año. Si nos vacunan, si no. Si se alcanza la inmunidad de rebaño, si se van levantando las restricciones de circulación. Sea como sea tenemos ganas de que todo esto pase y se quede en un mal recuerdo, en un pésimo recuerdo. La ventaja de 2021 es que no se lo tiene que currar mucho para que sea mejor que 2020. Mientras tanto cuidaos mucho, que dentro de un año seguiremos contando viajes.

martes, 8 de diciembre de 2020

ALPUENTE: TAN CERCA, TAN DESCONOCIDO

La actual situación de pandemia en la que las distintas autoridades han decretado diversos cierres perimetrales, ha hecho que tengamos que centrarnos en visitar, siempre que se pueda, lugares cercanos. El cierre perimetral de la Comunidad Valenciana nos llevó a buscar una escapada en los límites permitidos en nuestra comunidad autónoma. Así es como, grosso modo, fuimos a parar a Alpuente. 

Lo primero: Alpuente ha sido un descubrimiento mayúsculo. Nos ha fascinado, nos ha cautivado. Un lugar del que sabíamos muy poquito antes de reservar, apenas que había un museo paleontológico, pero que tiene un montón de actividades para toda la familia. Este municipio está en el interior de la provincia de Valencia, en la comarca de los Serranos, y su término municipal limita con Aragón, concretamente con la provincia de Teruel. Se notaba en el frío que hacía. 

Aunque la historia de Alpuente se remonta a los primeros asentamientos humanos en la Edad de Bronce, su momento de máximo esplendor viene de mano de la conquista musulmana. Alpuente llegó a dar nombre a uno de los reinos de taifas en los que se dividió el califato de Córdoba. Tras la reconquista cristiana por parte del rey aragonés Jaume I, Alpuente vive otro de sus momentos de máximo apogeo ya que cruzaba su casco un Camino Real por el que se comerciaba con trigo y lana y la lonja de Alpuente era muy importante en el comercio de estos productos.

Alpuente se encuentra en una depresión entre dos muelas, la del Castillo y la de San Cristóbal. El paisaje es absolutamente espectacular, con un cañón con unas paredes casi verticales por el que transcurre el río Reguero, un río de poco caudal y que es afluente del Tuéjar, que a su vez es afluente del Turia. Estas muelas están cubiertas por frondosos bosques de pinos que contrastan con los llanos donde hay extensos campos donde se cultivan cereales o viñas. De vez en cuando es posible ver alguno de los buitres que viven en este hábitat, un descubrimiento fabuloso por la enorme envergadura de esta ave.

En la parte superior de una de las dos muelas, la del Castillo, se localizan los restos del… (tachán) antiguo castillo de Alpuente. Esta fortificación se construyó alrededor del s. X, durante el Califato de Córdoba. Este castillo vigilaba el Camino Real, por lo que, como os hemos contado anteriormente, era muy importante para el comercio de productos esenciales. Una muralla rodeaba las estancias de este castillo y otra muralla guardaba la villa de Alpuente. La entrada principal del castillo era bastante inexpugnable, ya que estaba junto a un cortado y solo se podía acceder a través de un puente levadizo. 


El castillo fue reconstruido durante las primeras Guerras Carlistas, ya que Felipe V mandó derruirlo tras la Guerra de Sucesión en represalia por la falta de apoyo de Alpuente. Esta guerra, la Carlista, fue muy dura y el asedio a Alpuente y su castillo supuso la destrucción del 60% de la villa. Esto provocó que al finalizar esta guerra los propios alpontinos derruyeran los restos del castillo para evitar que otro ejército quisiera apostarse en este lugar en el futuro. Muerto el perro se acabó la rabia, pensarían.

La visita al castillo de Alpuente es gratuita y libre. Es cierto que quedan muy pocos restos. Lo más interesante son los antiguos aljibes, que se reconvirtieron en dormitorios por los carlistas y que pueden ser visitados. Hace poco también se ha restaurado y puesto en valor el área palatina y hay paneles explicativos. Pero si por algo merece la pena subir hasta el castillo es para disfrutar de las impresionantes vistas. Enseguida comprendimos porqué el castillo estaba donde estaba. Nosotros, además, tuvimos la suerte de ver un par de buitres volando. Para llegar arriba hay que subir por una escalera y cuesta muy empinada, por lo que preparaos para poner a prueba las piernas. Os recomendamos llevar calzado cómodo ya que hay partes un poco escarpadas y con tacones u otro calzado podría ser peligroso. 


A pesar del pasado islámico de Alpuente, la inmensa mayoría de los monumentos que se pueden visitar son posteriores a la reconquista cristiana. El más importante es la Torre de la Aljama que, a pesar de su origen islámico, se transformó profundamente en el s. XVI y posteriores. Hasta hace diez años alojaba la casa consistorial, incluido el antiguo Salón de Cortes, en el que los reyes de Aragón reunieron dos veces las Cortes. Generalmente lo hacían para pedir dinero. En sus bajos se encuentra temporalmente la Tourist Info. Aquí Jan os informará de todo lo que podéis hacer en Alpuente y sus alrededores.

Nosotros nos decidimos por realizar la denominada “Ruta de la Taifa”, a cargo del propio Jan. Esta visita guiada permite recorrer el centro de Alpuente e incluye visitar la Torre de la Aljama, el Museo Etnológico y el Museo Paleontológico. Tiene un coste de 5€ para adultos y 3€ para niños mayores de 4 años. Tiene una duración de unas 2h y cuarto y es muy interesante por la cantidad de secretos que esconde Alpuente. 

Entre el arranque del camino que lleva al Castillo y la Torre de la Aljama está la Iglesia de la Virgen de la Piedad, que no es la patrona de Alpuente. Es una iglesia de un gótico muy temprano. Si la rodeamos encontraremos un pequeño altar en el lugar donde se encontró la figura de la, ahora sí, patrona de Alpuente, la Virgen de la Consolación. La mayor parte del año se encuentra en la iglesia de la aldea de Corcolilla. Es una iglesia muy sencillita y su entorno está muy chulo. Si os fijáis en alguno de sus sillares descubriréis marcas de canteros, incluso metralla incrustada en tiempos de las Guerras Carlistas. 

El museo etnológico se encuentra junto a los restos de la muralla que rodeaba la villa de Alpuente. De esta infraestructura que medía unos 800 metros, quedan pocos restos, apenas unos lienzos de la muralla y las bases de algunas de las torres que servían para vigilar y defender la plaza. Esta muralla se ve mejor desde la CV-345, que en este punto a su paso por Alpuente se convierte en la calle San Blas. El museo etnológico, por su parte, se encuentra en un edificio construido en el s. XIV y aquí se situaba el horno comunal del pueblo. En este museo se explica la vida, sobre todo, durante el s. XX pero que podría también ser la forma de vida de los habitantes de Alpuente durante los últimos siglos. Es curioso ir con niños para ver su sorpresa ante aquellas labores agrícolas que los alpontinos intentaban poner en común para poder atender otras tareas y subsistir un poco mejor. No os perdáis la historia de los ataúdes comunales… y hasta aquí puedo leer, digo, contar.

Os acabamos de contar que los restos de la muralla se ven mejor desde la CV-345, pero otro punto fantástico es desde uno de los extremos del camino de los huertos medievales. Este paseo discurre entre los antiguos huertos que se situaban extramuros. Aunque no es un paseo muy largo (poco más de 500 metros), tendréis otra perspectiva del paisaje que rodea este municipio. Junto a los restos de la muralla se encuentra el antiguo lavadero, que era alimentado por las aguas que llevaba la Acequia Mayor. En realidad antes del lavadero pasaban por un abrevadero y un lavadero más pequeño destinado a los cacharros de la cocina y domésticos. El agua llegaba a Alpuente desde las fuentes Nueva y Marimacho (sic) gracias, en parte, al Acueducto de los Arcos, un acueducto medieval (sus arcos apuntados lo delatan) que está apenas a 2 kms del núcleo urbano de Alpuente y que estuvo en uso hasta los años 60, cuando se canalizó la conducción del agua.

Una de la actividades que más nos gustaron fue la visita al Museo Paleontológico de Alpuente. Es un museo pequeñito, ubicado en una antigua ermita del siglo XVI, hoy embutida entre otros edificios. Pero tiene una colección importante. Antes de que abriera sus puertas en 2006 los fósiles que se localizaban en esta zona se depositaban en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Esto ha hecho que este museo sea motivo de orgullo para los alpontinos. En esta zona se han localizado numerosos restos de tres tipos de dinosaurios: por una parte una especie de dinosaurio bípedo carnivoro, tipo T-Rex, para entendernos, pero de tamaño medio; un tipo de estegosaurio; y de un enorme herbívoro similar a los braquiosaurios. Al inicio de la visita un bonito y didáctico audiovisual contextualiza algunos conceptos sobre la época en la que vivieron estos maravillosos animales.

Pero no solo se han localizado huesos fosilizados en los yacimientos de Alpuente, ya que también se pueden visitar dos yacimientos de icnitas. Esto es, huellas que los dinosaurios dejaron marcadas en el fango y que han llegado petrificadas hasta nuestros días. Hace 140 millones de años, al igual que otras zonas de Cuenca, Teruel o Morella, aquí estaba la costa del mar de Tetis, antepasado del Mediterráneo. Uno de los yacimientos, el de Cañada París, se encuentra en un camino asfaltado que desemboca en la aldea de Corcolilla, y el otro también en Corcolilla, pero junto a la CV-345, en el kilómetro 7. Cuando visitéis este último os pedimos especial prudencia, ya que el aparcamiento se encuentra al otro lado de la carretera y hay que cruzar. En ambos localizaron huellas de carnívoros y de herbívoros. El de Corcolilla es más grande y tiene incluso un tejado que lo protege en parte de las inclemencias del tiempo. Además han marcado las huellas para facilitar su visión. 

Corcolilla es una de las 15 aldeas que hay dentro del término municipal de Alpuente, uno de los más extensos de la Comunidad Valenciana. Algunas llegaron a tener más habitantes que la villa de Alpuente, ya que sus características orográficas no le permiten crecer. También hay unas cuantas aldeas que no tienen población estable y están deshabitadas gran parte del año. En Corcolilla encontraréis un horno moruno que sigue elaborando pan desde el s. XVI. Es posible comprar pan encargo. Recomendamos las boyas, un pan con aceite típico de la zona, y las tortas saladas, especialmente la de jamón que está exquisita. En cuanto al dulce, que también hacen, las madalenas están muy buenas. Un consejo, si os gusta la miel preguntad en el horno donde podéis comprar ya que por la zona hay una buena producción apícola.

Alpuente se encuentra en una reserva Starlite. Esto no es ninguna cochinada, al contrario, esto significa que su cielo tiene unas condiciones excepcionales para poder realizar observaciones astronómicas. Quizás nunca hayáis visto unos cielos tan azules como los de Alpuente. Nosotros quisimos hacer la observación, acompañados de Alejandro, un guía que nos ayuda en esta tarea, pero las nubes no nos lo permitieron. Esta actividad se realiza en el observatorio que se encuentra en Aras de los Olmos, una población a unos 20 kms que en el s. XVIII se independizó de Alpuente. Otro lugar en el mismo Alpuente para observar el cielo nocturno es el mirador de San Nicolás, que está en lo alto de la otra muela que encaja Alpuente. Las vistas desde aquí son también extraordinarias y os la recomendamos tanto de noche como de día, pero el momento clave es el atardecer. Se llega a través de un camino de tierra que está bastante bien incluso para circular en coche. Otros lugares de observación se encuentran junto a los yacimientos de icnitas, con unos paneles con mapas del cielo nocturno. 

Como podéis ver no os mentíamos cuando os decíamos que Alpuente tiene un montón de actividades para toda la familia. Y más que no hicimos por falta de tiempo como las rutas senderistas o unacata de vino en bodega. Un pueblo que no llega a los 900 habitantes pero que es muy acogedor. Nosotros nos alojamos en uno de los apartamentos rurales de Rustikalpuente, concretamente en uno de la Casa de la Cultura, en el mismo casco urbano de Alpuente, a un paso de todo.

No podemos tener queja alguna de la estancia. El apartamento está muy bien equipado para pasar unos días en familia (¡incluso tiene cafetera Nespresso!). Jesús es un encanto, os hará sentir mejor que en casa y os dará un montón de consejos que os serán útiles en vuestra visita. Si entráis en su página web podéis ver los distintos apartamentos que tienen para comprobar cual se adapta mejor a vuestras necesidades.

Nosotros hemos vuelto encantados de Alpuente. Ha sido uno de los grandes descubrimientos que hemos hecho recientemente. Nos ha enamorado todo de esta villa y sus alrededores. Y eso que nos ha faltado realizar alguna actividad o probar alguno de sus platos típicos, pero de esta manera nos obligaremos a volver, porque volveremos. Un lugar así, tan cercano, no merece ser tan desconocido.