jueves, 28 de febrero de 2019

VISITAMOS EL MUSEO NACIONAL DE CERÁMICA EN VALENCIA

Uno de los edificios más fotografiados de Valencia es el Palacio de Marqués de Dos Aguas, y concretamente su fachada. Diseñada por Ignacio Vergara y realizada con alabastro, destaca la representación de dos atlantes que simbolizan los ríos Júcar y Turia, que delimitaban el marquesado (las dos aguas del título), y la Virgen del Rosario que corona el conjunto. Pero si el edificio por fuera es espectacular, el interior no lo es menos.


Y es que dentro del Palacio se ubica el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí. Estas navidades estuvimos de visita con nuestros hijos en este centro. Fuimos a ver el belén napolitano que se instala todos los años en este museo y cuya entrada es libre. Los belenes napolitanos son aquellos formados por figuras de unos 35 cm de alto con la cabeza de porcelana,los brazos y manos de madera y vestidos con ropajes realizados con telas que en algunos casos pueden ser de seda con bordados y fina decoración. Esperábamos ver un gran belén con cientos de figuras pero este tiene 29 y se encuentra un poco arrinconado en una sala. Es muy bonito, sí, pero en principio nos decepcionó, quizá porque íbamos mal informados. A pesar de nuestra primera impresión, este nacimiento vale la pena.


Al estar ya dentro del museo, decidimos visitarlo por completo. De hecho entrando al belén tienes que atravesar la primera sala, que contiene los carruajes que formaban parte de la colección de la familia del Marqués de Dos Aguas realizados con una exuberante decoración y que sin duda os van a sorprender.


Se puede decir que el museo tiene dos partes, una dedicada a la historia de la cerámica y la porcelana y otra dedicada a la historia del edificio, que tiene habitaciones antiguas con vigas de madera y suelos con baldosas tradicionales y otras habitaciones reformadas en el s. XVIII que nos recordarán a palacios franceses como el de Versalles (pero a escala, claro). El grueso de la exposición de cerámica histórica se basa en la donación de la colección particular de Manuel González Martí,  intelectual y artista valenciano, en cuyo honor lleva su nombre este museo. Su basta colección de cerámica de todas las épocas, hizo que en 1954 se inaugurara este museo.


No olvidemos que en Valencia la cerámica tiene un papel fundamental. En la cercana Manises había numerosas fábricas que se dedicaban a realizar toda clase de objetos en porcelana desde baldosas pasando por vajillas, figuras ornamentales o el famoso purificador de agua Sinaí, que decora numerosas casas. Una de las tradiciones más queridas en la ciudad de Valencia es el mercado de la escuraeta, un mercado ambulante que cada mes de mayo se monta a los pies de la Catedral, en la Plaza de la Reina, y donde se venden cacharros de cocina realizados en barro cocido y cerámica.


Volviendo al museo, en las salas dedicadas a la cerámica y la porcelana podremos ver desde utensilios antiguos como ánforas hasta cerámicas firmadas por el pintor Pablo Picasso y que fueron donadas en exclusiva a este museo. Son muy interesantes algunas piezas valencianas, como un tondo precioso que estaba en el convento de la Trinidad de Valencia o las piezas de azulejería. Recorriendo algunas salas encontraremos, además, algunos cuadros de gran formato realizados por maestros valencianos como Pinazo o José Benlliure.


Respecto a las salas que formaban parte de las habitaciones de la familia del Marqués de Dos Aguas conservan el mobiliario y la decoración en un estilo rococó un poquito recargado, pero que nada tiene que envidiar algunos palacios de las realezas europeas. Algunas salas, como ya he comentado anteriormente, pueden recordarnos a Versalles, como un salón de baile dónde se exponen varios instrumentos de la época y que está cubierta de espejos. Son curiosas y la verdad es que merece bastante la pena la visita al museo aunque solo sea por estas habitaciones. También sorprenderán los restos de la antigua casa que fue transformada en este palacio.


El edificio se encuentra en una de las zonas más privilegiadas de Valencia, junto a la calle Poeta Querol, también denominada Milla de Oro de Valencia, y dónde se encuentran muchas tiendas de firmas de lujo. Muy cerca también encontramos dos edificios que merece mucho la pena visitar como el antiguo Colegio del Patriarca y el edificio histórico de la Universidad de Valéncia en la calle de la Nave. También merece un buen paseo la calle de la Paz, que se encuentra a pocos metros del museo y que comunica la Plaza de Alfonso el Magnánimo (popularmente conocida como El Parterre) con la Plaza de la Reina y que al fondo tiene la imagen icónica del campanario de la Iglesia de Santa Catalina, uno de las torres más queridas por los valencianos, con permiso del Micalet, el campanario de la Catedral.


Info práctica: La entrada general al Museo cuesta 3€, y la reducida (para grupos, y viajeros de RENFE) 1,50€. La entrada es gratuita todos los sábados a partir de las 16:00, todos los domingos, el 18 de abril (Día Internacional de los Monumentos y Sitios), el 18 de mayo (Día Internacional de los Museos), el 12 de octubre (Fiesta Nacional de España), y el 6 de diciembre (Día de la Constitución Española). Además no pagan entrada los menores de 18 años, estudiantes entre 18 y 25 años y titulares del carnet joven, mayores de 65 años y pensionistas, personas con discapacidad y acompañante, personas en situación legal de desempleo, y miembros de familias numerosas. Vamos, que no hay excusa para no visitar este bonito museo.



La visita al Museo Nacional de Cerámica González Martí tanto por las obras expuestas, como por el edificio en el que se encuentra, como por la amabilidad del personal que respondieron todas las dudas que les planteamos, como por el entorno en el que se encuentra, vale mucho la pena. Si os encontráis en Valencia no dejes de visitarlo porque no os vais a arrepentir y, aunque parezca raro, los niños se lo pasan muy bien.

lunes, 18 de febrero de 2019

SOLIDARIDAD CON NOSTALGIA EN ORIHUELA: RETRO SANTO DOMINGO

El pasado sábado estuvimos por tercer año consecutivo en Retro Santo Domingo, un evento solidario que se celebra en el Colegio Diocesano Santo Domingo de Orihuela y tiene como fin recoger alimentos para repartirlos a través de Cáritas entre las familias necesitadas de la ciudad, y un año más contribuimos con esta buena causa.



¿Pero qué tiene de especial Retro Santo Domingo? Varias cosas, vayamos por partes. En primer lugar contribuir a una causa solidaria y saber que estás ayudando a familias que les hace mucha falta. Esto es algo que nos gusta enseñara nuestros hijos, porque por poco que tengas siempre puedes ayudar a alguien que lo está pasando peor que tú. En segundo lugar, y lo más importante, la cantidad de actividades que tiene este evento que se está superando año tras año. De hecho en 2018 batió el récord de España de recoger alimentos con más de 8100 kg., superando la marca de Barcelona que estaba en unos 6.500 kg. de alimentos. Y por último el edificio que alberga el evento, una auténtica maravilla.




A lo largo de todo el sábado Retro Santo Domingo ofrece actividades para todos los gustos, pero si has nacido en la década de los 80 y te has criado en los 90 este evento te tocará el corazoncito. El plato fuerte son los distintos photocall con personajes de series y películas, muchas de ellas de los años 80 y 90, como acabo de referir. Encontramos a los personajes de Star Wars gracias a la Legión 501 Spanish Garrison, el club oficial en España de Los Cazafantasmas y V (sí, los lagartos extraterrestres zampa ratones). También un photocall de Barrio Sésamo con Espinete y los personajes de Toy Story




Una de las atracciones más solicitadas durante todo el día fue la que estaba basada en el mundo de Harry Potter y que invitaba a hacer un viaje por Hogwarts. La verdad es que estaba muy bien y agotaron las entradas disponibles. Durante todo el día se veía pequeños fans del mago de las gafas redondas, con sus capas, sus varitas, sus cicatrices y sus bufandas.




También había una exposición con objetos de coleccionista de la saga de películas de Indiana Jones. Lo curioso era que en la entrada había una moto con sidecar y un par de personas ataviadas como el arqueólogo más famoso de la historia del cine y su señor padre. Otra exposición, esta vez en el patio del Colegio, mostraba varios coches de películas y series: Kitt, el coche fantástico (Pontiac Firebird Trans Am v8); la furgoneta de El Equipo A ( GMC Vandura de 1983); el Ford Explorer que recorría Jurassic Park, el Delorean DMC-1 con el que Doc y Marty McFly viajban en el tiempo; el Ford Gran Torino que conduce Starsky (acompañado por Hutch, claro) y el Dodge Charger de 1969 "General Lee" de los Dukes de Hazzard.




Otra de las actividades que más público congrega son los videojuegos. Precisamente como muestra de videojuegos y cultura retro nació este evento. Podemos dividir en tres partes diferenciadas los videojuegos a los que se podía jugar. Por una parte los videojuegos retro en consolas u ordenadores de hace años, de esos que se cargaban en cintas de casete y se jugaban en commodores o amstrads con teclados de teclas de goma. Por otra parte máquinas de arcades, como aquellas que en los recreativos nos íbamos dejando moneda tras moneda de 25 pesetas (o de 100 si el juego molaba mucho). Por últimos los juegos de nueva generacion en las videoconsolas más avanzadas: Fornite, Fifa 2019, Red Dead Redemption,...




Pero no solo se podía jugar a videojuegos viejunos, ya que en el mercadillo que se instala en los dos claustros del colegio se pueden adquirir consolas descatalogadas y videojuegos. Es curioso ver juegos a los que nos “viciábamos” hace más de 20 años (y 25 años también…). Pero no solo hay consolas y videojuegos: objetos relativos al fandom, desde camisetas a tazas, pasando por muñecos o pegatinas; cómics y libros antiguos, o puestos con accesorios para Nancy. Este año seguimos ampliando el armario de la nuestra.




Ante tanta actividad debe haber un rato para el descanso, y el colegio ofrece comidas solidarias para financiar proyectos. El menú se compone de ensalada, el típico arroz con costra de Orihuela, caldo con pelotas (una especie de albóndigas grandes) y brazo de gitano de postre. La verdad es que el arroz estaba buenísimo. Cerca, puesto que la comida se hizo en el patio del colegio (el año pasado fue en el comedor del centro), había unos cuantos hinchables en el que se divirtieron los más pequeños.


Además del sábado, este año hubo otras actividades previas el viernes, como cine forum solidario. Toda el sábado se realizaron charlas con distintos invitados, de los que dos eran los más destacados. Por una parte Miguel Ángel Valero, que puede que no te suene mucho, pero si digo que era El piraña de Verano Azul, la cosa cambia. El otro gran invitado fue Alberto Moreno, responsable del mítico videojuego made in Spain “PC Fútbol”.




Si todo esto no os parece suficiente, siempre queda apelar a que visitéis el Colegio Santo Domingo por el edificio en el que está ubicado. Empezó a ser construido en el s. XVI. El papa Julio II le otorgó bula para ser Colegio Pontificio y al tiempo se convirtió en Universidad Pontificia, como Salamanca, Alcalá o Valencia. En el s. XIX deja de ser universidad tras la prohibición de las universidades menores, pero continúa como colegio hasta nuestros días. Destaca la fachada del edificio, con tres portadas; sus dos claustros, el “Mayor” de estilo renacentista, y el de la “Universidad” de estilo barroco, y su iglesia, de arquitectura renacentista y decoración barroca. Además tiene un pequeño museo acerca de la historia del edificio.




Nosotros ya aguardamos la jornada del año que viene, y es que todos nos lo pasamos estupendamente en un día en el que además de divertirnos ayudamos a gente que lo necesita. No lo dudéis si estáis cerca de Orihuela. Si sois tan frikis como nosotros, disfrutaréis.

viernes, 8 de febrero de 2019

VIAJAR CON EL PALADAR: DORAYAKI

Que vivimos en un mundo globalizado no es ninguna sorpresa para nadie. La información viaja de una punta a la otra del planeta a una velocidad de vértigo. Internet nos ha permitido que desde la pantalla de nuestro ordenador podamos visitar cualquier lugar que se nos ocurra, y en nuestra mano tenemos un pequeño ordenador abierto al mundo.




Los dorayaki son un dulce de origen japonés que se ha popularizado gracias a la serie anime Doraemon. Por si habéis estado en un bunker ultrasecreto durante los últimos veinticinco años os explico que Doraemon es un gato robot del futuro que viaja al pasado (a nuestros días) para ayudar a Nobita, el tatarabuelo del propietario de Doraemon, para ayudarlo a mejorar ya que es un desastre en los estudios y eso tendrá desgraciadas consecuencias en el futuro para su familia. Doraemon posee un bolsillo donde almacena inventos de su tiempo que ayudarán a Nobita y sus amigos. ¿Quién no ha deseado tener un gorro-cóptero o una puerta mágica?

Los dulces favoritos de Doraemon y Nobita son los dorayaki, incluso se llegan a pelear por ellos. Si te fijas, Doraemon y dorayaki empiezan ambas por “dora” que en japonés significa “gong” y hacen referencia a la forma redonda, tanto del disco del gong como del pastelito del dorayaki como de la cabeza de Doraemon. Estas Navidades le prometí a mi hijo que le haría unos dorayaki. Y aquí estoy.





El dorayaki tiene dos partes, un par de bollos llamados kasutera, que se parecen bastante a las tortitas (pancakes) y un relleno que se denomina anko, y que se realiza con una judías del tipo azuki, primas hermanas de las judías pintas. El anko es el relleno tradicional, pero también puede rellenarse con dulce de castaña, chocolate, fruta, crema pastelera, nocilla/nutella, etc.

Probablemente lo más complicado para elaborar los dorayakis es encontrar las azuki. Por suerte, y casi por casualidad, las encontré entre las legumbres ecológicas que venden en los supermercados Aldi. También se pueden encontrar en Alcampo. Como recurso final siempre os quedan las tiendas online, ya que es un alimento no perecedero y aguanta bastante tiempo sin problemas.


Para los kasutera seguí la receta de la web Japonpedia  y la verdad es que las medidas que proporciona dicen que son para 4 o 5 raciones, pero a mi me salieron al menos siete, aunque de distintas medidas. Cuando le cogí el truco los hacía más o menos iguales, pero al principio mezclaba unos pequeños con otros grandes. La cosa no es una tontería, porque necesitamos dos kasutera más o menos iguales para hacer cada dorayaki.

Necesitáis los siguientes ingredientes:
    • 200 gramos de harina. 
    • 2 huevos. 
    • 150 gramos de azúcar. 
    • 120 mililitros de agua. 
    • 60 gramos de miel. 
    • 1,5 gramos de levadura en polvo (una cucharadita de café). 
    • 1,5 gramos de bicarbonato. 

Empezaremos por batir los huevos. No es necesario separar las yemas de las claras. Añadimos la miel, el azúcar y lo batimos todo. Mientras, echamos el bicarbonato en el agua y lo removemos hasta disolverlo. Lo añadimos a la masa y echamos la harina y la levadura. Aunque no es necesario, es conveniente tamizarlo. ¡Y a batirlo todo! La masa estará lista cuando sea homogénea y no hay grumos. Es un poco consistente, líquida pero un poco viscosa, como la miel. No es preciso dejarla reposar.


Solo queda coger una sartén o una plancha e ir echando la masa con un cucharón. Previamente hay que engrasar la sartén con aceite de girasol. El fuego debe estar medio-bajo, aunque según vayáis haciéndolas iréis ajustando la temperatura. Se hacen enseguida, en un minuto o minuto y medio. Darles las vuelta y esperar a que se hagan. Las ponéis en un plato y esperáis para rellenarlas con el anko.


Lo suyo es que hagáis el anko al mismo tiempo, o antes. Necesitáis la misma cantidad de judías azuki que de azúcar (azúcar-azuki... no voy a seguir por este terreno pantanoso de las bromas fáciles) y una pizca de sal. Es decir, su usáis 100 gramos de judías, necesitáis 100 gramos de azúcar (blanco).


Antes hemos tenido que dejar en remojo las judías, al menos 12 horas. Si es más no pasa nada. Las escurrimos y la ponemos en una olla grande con agua a cocer. Se cuecen a fuego fuerte hasta que hierven y entonces se baja el fuego y las dejamos unos 10 minutos. Las escurrimos, volvemos a ponerlas en la olla, las cubrimos de agua y las volvemos a poner al fuego. Cuando hiervan bajamos el fuego y las dejamos a fuego bajo al menos hora y media, moviéndolas de vez en cuando. Cuando estén blandas se escurren. Hay que volver a ponerlas en la cacerola y con el fuego bajo echamos la sal y el azúcar. Removemos mientras la mezcla va espesando. Si vemos que la cosa no espesa, podemos triturar la mezcla con la batidora. Y una vez se haya enfriado...¡a rellenar! 


Sólo queda una cosa, comer y disfrutar. Nuestra primera tirada de dorayaki quedó bastante buena. Los kasutera tienen un sabor lo suficientemente intenso como para que no necesiten relleno. Pero no seré yo quien contradiga a los japoneses. Además son muy contundentes, con uno apenas estaba lleno, y no soy una persona que coma poco, precisamente. Aunque aguantan unos días en la nevera envueltos en film transparente, no hagáis mucha cantidad si sois pocos. Con las cantidades que os hemos proporcionado salen 7-8 dorayaki. 

FUENTE: https://www.flickr.com/photos/phuongkim1981/11820527984
Seguiremos perfeccionando la preparación de los dorayaki y esperamos ir algún día a Japón y probar unos auténticos en alguna pastelería de Tokio. Y vosotros, ¿habéis probado los dorayaki? ¿Los habéis comido en Japón? Podéis dejar comentarios acerca de esta u otra receta japonesa. ¡Qué aproveche!