martes, 18 de agosto de 2020

VIAJAR CON EL PALADAR: COQUES DE LA MARINA

Existe una receta en la costa mediterránea que es común a todos los territorios pero lo suficiente extensa en cuanto a versiones, interpretaciones, incluso ingredientes y formas de prepararlas, que por sí sola genera una deliciosa cultura única. Esta receta es la de la coca.

Coques de la Marina


Porque con el término “coca"; se conocen un sinfín de recetas a lo largo y ancho de la costa mediterránea, con conexiones en otros puntos del Mediterráneo y de Europa. Recetas dulces y saladas. Cubiertas o con los complementos sobre la masa. Incluso cocas que no se llaman cocas.

Para empezar, ¿qué es una coca? Es una masa que se realiza con harina, agua, aceite, algo de levadura y sal o azúcar. A partir de aquí tiene un papel importante la tradición, el gusto personal o la imaginación de quien prepara este plato. En nuestro caso vamos a referirnos a las cocas de La Marina, una comarca que se encuentra al norte de la provincia de Alicante. Los dos municipios más importantes son Denia y Jávea (Xàbia), pero también conoceréis Calpe, Pego, Pedreguer o Vall de Gallinera, de la que hemos hablado en alguna ocasión.


Las cocas de La Marina tienen tamaño de ración. Algo que a los niños seguro que les resulta divertido, y es que nos pueden ayudar a preparar este rico plato. Necesitaremos, como ya hemos dicho, harina (de trigo), agua, sal, aceite (preferiblemente de oliva) y un poco de levadura. 

Vamos con la receta. Para nosotros, una familia con dos adultos y tres niños que no comen demasiado, utilizaremos 1/2 kilo de harina de trigo (mejor si es fuerza, pero no es imprescindible), 250 ml de agua tibia, 125 ml de aceite de oliva (si el sabor os parece muy fuerte podéis mezclarlo con algo de aceite de girasol), unos 7-8 gr de sal y levadura. La levadura depende de las indicaciones del fabricante. Si necesitáis más o menos masa, las proporciones son la mitad de agua que de harina, teniendo en cuenta que la harina se pesa en gramos y el agua se mide en ml. Es decir, para 1 kg de harina, 1/2 litro de agua, etc. Respecto al aceite, la mitad que de agua. Y de sal son unos 15 gramos por kilo de harina. 

Con todos los ingredientes ya listos amasamos, mezclando primero los secos (harina, sal y levadura) y añadiendo el agua. Amasamos como creamos oportuno, con maquina, thermomix o a mano (mi preferida). cuando ya se haya mezclado bien el agua y la harina, añadimos el aceite, mejor poco a poco. Amasamos hasta conseguir una masa firme y elástica. Tapamos y dejamos reposar una media hora, preferiblemente en un lugar templado, para que suba. Si no le hemos añadido levadura, o le ponemos muy poca, se puede tapar con film y meterlo en la nevera toda la noche. 



Tras el tiempo para levar, lo volvemos a amasar ligeramente y lo dividimos en raciones iguales. Con cada ración formamos una bola, un poco más pequeña que una pelota de tenis. Las aplastamos con un rodillo dándole forma redondeada, pero sin aplanarlas mucho. Con los dedos en el centro haremos una hendidura para que no se salga el relleno. Las ponemos en la bandeja del horno y las tapamos con un trapo para que reposen 10-15 minutos más. A continuación las rellenaremos. Las cocemos en el horno a 200 ºC unos 10-12 minutos, cuando veáis que la masa está dorada. Se pueden comer calientes o frías, pero recién hechas están mucho mejor. 

El relleno tradicional es pisto con tomate, salazones (mojama, melva o sardinas) o el esgarraet o aspencat, que consiste en tiras asadas de pimiento, cebolla y berenjena (la receta puede variar) con migas de bacalao seco o mojama. Para los niños solemos hacer una mezcla con atún de lata y salsa de tomate. También se puede poner embutido, solo o con rodajas de pimiento o tomate; o lo que vuestro gusto o la imaginación os dicte. ¡Hay un sinfín de posibilidades! 


Las variantes de la receta son inmensas. Hay cocas destapadas, como estas, o cubiertas, como si fueran empanadas. Respecto a las destapadas las más tradicionales son las que tienen una masa de unos 4-5 cm de grosor con embutido o salazón por encima. Suelen ser rectangulares y, más o menos grandes, dependiendo del horno que utilicemos. También hay una coca, denominada de mollitas, que tiene por encima una mezcla de harina y agua, como si fueran grumos. A mí se me hace un poco de bola, para que nos vamos a engañar. Las encontraréis sobre todo en la zona de la ciudad de Alicante y sur de la provincia. 

La coca tapada más famosa es la de atún con cebolla (coca amb tonyina) que se come por toneladas durante las Hogueras de Alicante. Hasta se celebran concursos para premiar la mejor. Otra que tiene un gran predicamento es la de pisto con atún. Cuando está bien hecha es una auténtica delicia. 

Otras versiones de la coca, son los bollos a la paleta o a la loseta, típicos de algunos municipios de la comarca alicantina de la Marina Baixa como Benidorm, La Vila Joiosa y Altea. Esta vez la masa se elabora con harina de maíz, se rellena con acelgas sofritas y migas de melva desalada (un pez de la familia del atún) y se cocina a la plancha o sobre una sartén caliente. En Finestrat se denomina coca girà (coca girada) y se hacen con embutido. En los pueblos del interior de la comarca también se le denomina minxos y pueden freírse. 

Añadir título

Si pensáis que no pueden haber más variantes os equivocáis. Queda hablar de las cocas dulces. En la Comunidad Valenciana por coca dulce se entiende una gran variedad de bizcochos, desde la más simple, denominada coca de llanda (lata, por la bandeja del horno) o boba, pasando por la coca de naranja, chocolate, almendra, yogur… En Cataluña es muy típica la coca de San Juan, que tradicionalmente se come para festejar la noche más mágica del año. Por encima puede llevar piñones, fruta escarchada, chocolate o crema pastelera. 

Al principio comentábamos que la coca tiene conexiones con otras recetas del Mediterráneo y Europa. Si ir muy lejos, tenemos el ejemplo de las empanadas gallegas. Por otra parte tanto las pizzas como las foccacias son primas hermanas de las cocas. En las zonas limítrofes de Francia y Alemania (Alsacia, Lorena, Sarre, Baden) se prepara un plato denominado tarte flambeé o flammkuchen, que consiste en una base de masa de trigo cubierta con nata y cebolla, panceta, o queso gratinado, dependiendo de la receta. Por último parece que la palabras inglesas y alemanas para los pasteles (cake y kuchen, respectivamente) derivarían de coca. Vamos, que esta receta es de lo más viajera. 


Y veis que no os mentíamos al afirmar al inicio del post que la coca forma una cultura por si misma, como explica en este artículo Paco Alonso, con su historia y sus múltiples variaciones y formas de prepararlas. Seguro que nos hemos dejado muchas variantes. Os toca a vosotros descubrirlas y disfrutarlas. Os animamos a cocinar un plato sencillo pero muy sabroso. Y a que le pongáis cariño y, sobre todo, imaginación. ¡Qué aproveche!

sábado, 8 de agosto de 2020

COSMOCAIXA BARCELONA: LA AVENTURA DE CONOCER

Hace unas semanas hicimos una breve escapada a Barcelona. Una de las pocas visitas que teníamos programadas era al Cosmocaixa, un museo de ciencias gestionado por la Obra Social La Caixa. Las reseñas tanto en blogs como en webs especializadas eran muy buenas. Además, por ser clientes de La Caixa teníamos entrada gratuita, que también es un aliciente a tener en cuenta. 

Fuimos con nuestro coche particular. Para aparcar no hay muchos problemas si llegáis más o menos pronto. Justo enfrente de la entrada hay un parking gratuito y no vigilado para visitantes. Tampoco tiene sombra, pero está cerca de la puerta y es gratis, tampoco hay que ser quisquilloso. Si no la línea 7 de metro para cerca, igual que los autobuses A6, H2, H4 y V13.

Desde que entramos la atención fue excelente. Nos explicaron perfectamente las normas y que debíamos sacar nuestras entradas (aunque fueran gratuitas) online, pero con el móvil lo pude hacer muy rápido. A continuación nos explicaron las normas de seguridad que se aplican por la pandemia del Covid-19. Lo principal era que no se podían tocar los módulos interactivos y que la visita se debía hacer en un máximo de dos horas. Este tiempo no es poco, pero tampoco es demasiado.
Nada más entrar ya te das cuenta de que algo pasa, de que la situación no es normal, y no solo por los dispensadores de gel hidroalcohólico, si no por los grandes espacios vacíos. Nos dirigimos hacia los tornos de entrada, ya que el área expositiva está varias plantas hacia abajo. La verdad es que esto es muy curioso. Para entrar hay una enorme rampa en espiral. A lo largo de esta rampa se van sucediendo vitrinas con fósiles que explican la formación de la tierra y el surgimiento de la vida en nuestro planeta. Hasta llegar abajo que existe un módulo con hojas de arce, las que llamábamos de niños "helicópteros". No os voy a contar nada para no desvelaros la sorpresa, pero estamos convencidos que os quedaréis embobados como estábamos nosotros.   

Por fin llegamos al área expositiva. Nos vuelven a explicar las normas de visita. En las dos horas sólo podremos visitar cuatro espacios: "Sables y mastodontes", el Muro Geológico, Sala Universo y el Bosque Inundado. A través de un patio vemos una exposición fotográfica con imágenes del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado. Se trata de una selección de fotos de Génesis la penúltima gran exposición de Salgado Esta selección está compuesta imágenes de la Antártida que, en blanco y negro, nos muestran la belleza y fragilidad del continente helado. Como complemento hay una reproducción de la base científica que España tiene en la Antártida, con sus pingüínos y todo.

Antes de iniciar el recorrido nos paramos a ver el péndulo de Foucault. Sí, ya sabemos que todo museo de ciencias que se precie debe tener este péndulo. Pero no vamos a negarlo, su movimiento es hipnótico. Podrías estar todo el día mirándolo, pero había que comenzar la visita.

En primer lugar visitamos una exposición temporal "Sables y mastodontes". Trata sobre los descubrimientos en la actual Comunidad de Madrid de unos yacimientos que demuestran que hace 9 millones de años (en el Mioceno) en ese lugar vivieron tigres "dientes de sable", mastodontes (antepasados de los actuales elefantes), jirafas, tortugas gigantes, rinocerontes, antepasados de la cebra... vamos, que ni un safari por África.

A continuación, y siguiendo el orden de visita, pasamos por el "Muro geológico", una muestra de diferentes estratos donde se muestran diferentes procesos geológicos de distintos lugares del planeta. Impresiona por las enormes rocas que lo conforman, con una longitud total de 24 metros y una altura considerable. Muy aconsejable si vuestros hijos están estudiando esta materia porque se complementa con varios módulos que explican, mediante sencillos experimentos, la formación de los distintos tipos de roca.
La Sala Universo es el espacio expositivo más grande. Tanto que abarca desde el Big Bang hasta el uso de la robótica y los nuevos materiales con propiedades increíbles. Sólo aquí ya estaríamos más de dos horas. Física, biología, fisiología humana, antropología, psicología... Abarca muchísimas materias de una forma muy didáctica. Está llena de módulos interactivos que, como ya hemos comentado anteriormente, no se podían tocar. A cambio unos "mediadores" los hacían funcionar y explicaban que significaban, que demostraban, etc. Estos mediadores eran muy amables, repetían las demostraciones y las explicaciones las veces que hiciera falta. De verdad, de 10.

Los niños tienen una capacidad curiosa innata. Es muy interesante observarlos y ver cuales son las materias que más les interesan. También que de una manera dinámica y amena cualquier materia, por rollo que pueda parecer a primera vista, puede ser fácilmente comprendida. Y eso tiene un mérito enorme.
Por último nos quedaba el espacio más espectacular (¡como si lo anterior no lo fuera!): el bosque inundado. Básicamente es un trocito de la selva amazónica. Desde gran parte de Cosmocaixa se puede ver a través de sus paneles de cristal. Tiene árboles enormes, pero lo que más impresiona son unos peces enormes con nombres casi impronunciables. Pero para mi gusto la gran estrella, en un espacio más privado, es la anaconda. Esta gran serpiente, que puede llegar a medir 12 metros dependiendo de la especie, es fascinante. Si esto no os ha sorprendido del todo, sabed que cada 15 minutos llueve.
Y aquí acaba casi todo. Solo falta salir por una rampa que tiene expositores con esqueletos, pieles, hojas, etc. de diferentes especies de flora y fauna del Amazonas. Por esta rampa se accede a las plantas superiores donde hay varias salas, incluida la del Planetario y una sala con una exposición fotográfica titulada "El poder transformador de la e-educación", a las que no se puede acceder. También se accede a la tienda del museo, que, además de los típicos recuerdos, tiene objetos muy curiosos. 

Ya solo nos quedaba admirar el patio, desde el que se ve una magnífica panoránica del edificio original, que admirar el edificio original, un inmueble modernista de principios del s. XX, hecha principalmente de ladrillo, obra del arquitecto José Doménec Estapá, autor de otros edificios de la época en Barcelona, y que fue un asilo para ciegos. La verdad es que es muy bonito, y merece bastante la pena. En el patio también hay una serie de artilugios que sirven para hacer demostraciones científicas, pero ya no teníamos tiempo para más.

Ya hemos comentado que la entrada a Cosmocaixa es gratuita para clientes de La Caixa. Los menores de 16 años tampoco pagan, mientras que el público en general paga 6 euros. Tanto si pagáis como si no, debéis sacar las entradas en su página web. Os recomendamos visitar la  web si vais a ir al museo, para estar informados de todas sus novedades, y más en la actual situación.  

martes, 28 de julio de 2020

CONVIVIENDO CON LA NUEVA NORMALIDAD

Mascarilla higiénica, gel hidroalcohólico o distancia interpersonal son algunos de los términos que ya hemos convertido en comunes en nuestro día a día. No nos cabe duda de que ya sabéis de lo que estamos hablando y que no hace falta que expliquemos que significa cada uno. A éstos hay que añadir un último término un poco falsario: nueva normalidad.


La nueva normalidad no es normal. Puede que nueva sí, no sé, porque lo más parecido a esta situación sería lo que ocurrió con la epidemia de gripe en 1918 (la mal llamada gripe española) y evidentemente no estaba allí para saber lo que pasó. Pero desde luego llamar normalidad a esta situación pues, como que no.

Si atendemos a lo que dice la RAE en su Diccionario, "normal" es lo que se halla en su estado natural, lo habitual u ordinario o lo que se ajusta a ciertas normas, entre otras acepciones. Sin lugar a dudas las normas de higiene y protección frente al coronavirus van a ser habituales y ordinarias por un largo tiempo, así lo marcan las normas. Pero que duda cabe que para la mayoría de la población esta "normalidad" es una "no-normalidad".


La incertidumbre es el estado natural de esta no normalidad. Nunca ha sido más adecuado citar a Mario Benedetti: "cuando teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas". Porque ahora mismo tenemos muy pocas respuestas concretas y muchas preguntas. A ciencia cierta sabemos que el uso de mascarilla, el lavado constante de manos junto al uso de desinfectante, y la distancia entre personas que no conviven juntas, es el remedio más eficaz para evitar el contagio del Covid-19. Incluso algunas certezas, como el uso de guantes desechables, han ido decayendo. Porque sabemos muy poco de este coronavirus, algo lógico si tenemos en cuenta que hace muy poco tiempo que está entre nosotros.


El Covid y sus consecuencias es el tema estrella de cualquier conversación. La pregunta más habitual comienza por un "¿Podremos...?". Porque tenemos muchas ganas de hacer cosas, muchas ganas de ver cosas. En este tiempo de postconfinamiento (¡nosotros también acuñamos nuevos términos!) hemos hecho un par de escapadas, hemos visitado algún museo, hemos comido fuera. Tampoco es que seamos unos vivalavirgen, pero tras un confinamiento como el que hemos vivido, con tantos planes pospuestos, casi que lo necesitamos. Lo hacemos con un cierto agobio porque no tenemos la certeza de que el entorno sea 100% seguro. Siempre con mascarilla, siempre con el gel hidroalcohólico a cuestas, siempre respetando las distancias.

La nueva normalidad también es ir a un museo de ciencias y que no puedas utilizar los módulos interactivos (la inmensa mayoría, por cierto). La nueva normalidad es ir al autocine más en un mes que en los últimos 5 años. La nueva normalidad es entrar por una puerta para salir por otra. La nueva normalidad es sacar cita para ir a la playa. La nueva normalidad es ver ciudades a medio gas. Que no suene a queja, por favor. Podremos estar más o menos de acuerdo, aceptar las medidas con mayor o menor agrado, pero entendemos que estamos en un momento especialmente delicado. Un momento no normal.


Al principio muchas cosas nos parecían insólitas. Poco a poco nos hemos ido acostumbrando. Que en los centros comerciales haya sentidos de circulación nos sorprendía. Más todavía que la gente lo respete (no siempre, que hay quien va a su bola). Que haya dispensadores de gel en cada esquina al principio nos parecía extraño, ahora vamos a buscarlos (¡y ojo si no hay!). Cuando estamos en una cola es raro que no miremos delante y detrás para ver si cumplimos y si cumplen. Pero todavía hay gente que sale del baño sin lavarse la manos. Si antes nos parecía una guarrada, ahora nos parece una guarrada y una temeridad. De todo lo que nos parecía marciano lo que más rápidamente ha cambiado es el uso de la mascarilla y la percepción general de que su uso es obligatorio.


Esa pregunta machacona que tantas veces oímos durante el confinamiento de que si esta situación nos iba a cambiar (para mejor) se ha respondido casi sola. No hemos cambiado, los pesimistas teníamos razón. Pero nos han cambiado, a la fuerza. Y deberían de seguir cambiándonos. A las pruebas nos remitimos. No hace falta más que ver las noticias. Muchos de los brotes surgen por la relajación de las tres reglas básicas. No puedo juzgar a nadie, a ver quien es el valiente que tira la primera piedra porque está libre de pecado. Pero sí que hay que ser tan riguroso como podamos en esta situación y no hacer el cafre. Si no es por solidaridad, que sea por egoísmo. 

La incertidumbre va a continuar. La vacuna no es una realidad ni va a serlo de inmediato. Me aventuro a pronosticar que no será ni solución, porque la campaña de vacunación debe de ser prácticamente universal para lograr efectividad. Y ahí están los enemigos de Bill Gates, los microchips y el 5G. Que también lo son de las vacunas, claro. Están en su derecho de opinar lo que sea, pero nunca de poner en riesgo la salud comunitaria por una idea magufa.


¿Nos vamos a ir de vacaciones? Evidentemente queremos irnos. Los planes no pueden ser a unos meses vista, como mucho a semanas. Los casos positivos se multiplican, las noticias acongojan y las dudas aumentan. ¿Estaremos haciendo bien? El equilibrio es el quid de la cuestión. Si podemos, saldremos. Si vemos la situación muy complicada pues nos quedaremos en casita, por responsabilidad. Sea como sea os lo contaremos. Y vosotros que lo leáis.  

sábado, 18 de julio de 2020

5 LUGARES IMPRESCINDIBLES EN VALENCIA PARA VISITAR CON NIÑOS

La ciudad de Valencia es estupenda para visitarla con niños. Tiene una cantidad enorme de recursos para que los peques de la casa se lo pasen en grande. En este blog tenemos un montón de sugerencias, sin ir más lejos.

Así que nos pusimos el reto de hacer un ranking con los cinco lugares que debéis visitar con niños, sí o sí, cuando estéis en Valencia. Pensábamos que iba a ser fácil. Ilusos… nos ha costado un montón dejar sitios fuera de este ranking. También nos ha costado mucho ordenarlos. A nosotros Valencia nos encanta y deseamos que este post os ayude a disfrutarla tanto como lo hacemos nosotros.

5- PLAZA DE L'ALMOINA


Empezamos en pleno centro histórico de Valencia. Este es uno de los lugares que más nos ha costado decidir. Hay tantos lugares en Ciutat Vella para elegir que siempre parece que se ha sido injusto al escoger uno frente otro.

En este caso nos hemos inclinado por esta plaza por varios motivos. El principal es porque es el punto central de la antigua colonia Valentia Edetanorum, la Valencia romana. Aquí se situaba el foro y alrededor los edificios más importantes. Bajo la actual plaza de la Almoina se encuentra un yacimiento arqueológico que recorre la historia de la ciudad. Está justo detrás de la Basílica de la Mare de Deu y de la cabecera de la Catedral, que anteriormente fue la mezquita principal de Balansiya (la Valencia musulmana) y un lugar destacado tras la conquista cristiana a manos del rey Jaume I.


Otro motivo para escoger esta plaza es su tranquilidad y su privilegiada situación para comenzar una visita al centro histórico de Valencia. Ya hemos dicho que está junto a la Catedral y la Basílica. También está a escasos metros del Almudín, el antiguo granero de la ciudad; del palacio de Benicarló, sede de las Cortes Valencianas; de las Torres de Serranos; de la emblemática plaza de la Reina; y como no, de la Plaza de la Virgen, del Palau de la Generalitat y de la calle Caballeros, que conecta con la plaza del Tossal y continúa por la calle de Quart hasta las torres del mismo nombre. Un recorrido imprescindible para todos. 

4- ALBUFERA


Hace un tiempo ya os hablamos de este espacio natural. Un lugar que sobrevive de milagro a todas las tropelías que le ha hecho el ser humano. Nuestro consejo es que recorráis el lago en una de las barcas que realizan un paseo. Los barqueros, que conocen el lago como su propia casa, os contarán muchas curiosidades. Este mini crucero os va a sorprender muy gratamente y a los niños les va a encantar.

Otro lugar imprescindible es el Centro de Interpretación que además de tener suficientes explicaciones de la historia del Parque Natural y de su importancia ecológica y económica (miles de toneladas de arroz dependen del agua de la Albufera), cuenta con un mirador panorámico y varios puestos para avistar aves.


Por último no os perdáis un atardecer en La Albufera. El embarcadero junto a la gola de Puchol, a pie de carretera, es u  buen lugar. El cielo se inflama en colores rojizos y la lámina de agua del lago, totalmente en calma, actúa como un espejo. Instagramers, ¡al turrón!

3- PARQUE GULLIVER


Es raro que visitemos Valencia y no vayamos al Parque Gulliver. Para nosotros es uno de los lugares más divertidos de la ciudad. Tanto nos gusta que fue uno de los primeros artículos que escribimos para este blog. Los valencianos adoran este parque, que ya vive en la memoria sentimental de la ciudad. Desde su inauguración a finales de 1990 (sí, este año cumple ya 30 años) miles de niños, y papás, se han convertido en liliputienses. 

Se sitúa en el tramo XII del Jardín del Turia, muy cerca del Palau de la Música, y aún más cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El Parque es una inmensa escultura del personaje de Gulliver, inconsciente y amarrado al llegar a Liliput. Su ropa, pelo o manos se han convertido en toboganes, escaleras y rampas por las que jugar.


Por si no lo sabes, tienes que llevar vaqueros, porque la fricción de los distintos toboganes puede ser fatal para la ropa. Y tampoco hace falta llevar tacones, eh, que hemos visto cada cosa…

2- BIOPARC


Inaugurado en 2008, el Bioparc sustituyó al Zoo de Valencia que tras 40 años se había quedado bastante anticuado y los animales vivían en unas condiciones francamente mejorables. El parque cumple con los estándares contemporáneos de zooinmersión, con barreras que permanecen ocultas o semiescondidas para los visitantes. 

Todo el Bioparc imita cuatro hábitats de África: bosques ecuatoriales, Madagascar, la sabana seca y la sabana húmeda, uno de los hábitats más espectaculares. A su vez cada hábitat se subdivide en distintos biomas, como los bais de la selva o la cueva de Kitum. Alberga unos 800 animales de más de 100 especies distintas. Las grandes estrellas son los elefantes (africanos, claro). Nosotros somos fans de los gorilas, que nos parecen unos animales fabulosos. También encontraréis leones, jirafas, cocodrilos, cebras, gacelas, lemures o rinocerontes, entre otros muchos. 


Las actividades didácticas son muy variadas y amenas, y se realizan durante casi todo el tiempo de apertura. Si queréis más info, podéis leer el artículo sobre nuestra última visita.

1- CIUDAD DE LAS ARTES Y DE LAS CIENCIAS 


Poco podemos decir que no se sepa de este conjunto lúdico y divulgativo creado por los arquitectos Santiago Calatrava y Félix Candela y que, por sus  vanguardistas formas, es conocido en todo el mundo.

Esta compuesto por seis espacios. El Palau de les Arts Reina Sofía, dedicado a las representaciones de ópera y de música; L'Hemisfèric, un cine IMAX con proyecciones digitales; el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, un inmenso edificio dedicado a la divulgación científica; L'Umbracle, un paseo porticado que alberga un jardín botánico; L'Àgora, un edificio que va a albergar el Caixaforum de Valencia; y L'Oceanogràfic, el parque oceanográfico más grande de Europa.


Es difícil decir que les gusta más a los niños, porque si bien los tiburones o las belugas de L'Oceanogràfic son espectaculares, las demostraciones del Museo de las Ciencias les dejan con la boca abierta. Qué decir de las proyecciones en la pantalla de 900 m2 de L’Hemisfèric. Combinado con los jardines y el entorno, convierten a este conjunto, sin lugar a dudas, en un win-win.

Y vosotros, ¿conocéis Valencia? ¿Qué lugares consideráis imprescindibles con los niños? ¡Os leemos en los comentarios!

miércoles, 8 de julio de 2020

RECORREMOS LA RUTA CIRCULAR DEL EMBALSE DE GUADALEST

En este nuevo tiempo en el que estamos intentado recuperar ese tiempo en el que hemos estado confinados, una de las cosas que más nos apetecían era volver a la montaña a realizar esas rutas que periódicamente hacíamos. Por suerte vivimos en una localidad, Benidorm, que cerca dispone de bastantes lugares para practicar senderismo. Ya os hemos contado alguna salida, como la que hicimos por Serra Gelada, o en la que coronamos el Puig Campana.


Esta vez realizamos la ruta que rodea el pantano de Guadalest. Hace tiempo os hablamos del pueblo, que está en la asociación de los Pueblos más Bonitos de España, y ahora tocaba disfrutarlo de otra manera. Es una ruta muy facilita, de unos 10 kms de longitud. Tan fácil que pueden participar los niños sin ningún problema, siempre y cuando sean capaces de aguantar una caminata de ese recorrido (si no pues recortad y en paz). También muy importante, la ruta es circular (acaba donde empieza) con lo que la logística se reduce mucho al no necesitar dos coches, al menos no los necesitamos en nuestro caso.


Podemos dividir esta ruta en dos partes, una parte de unos 7 kms donde el camino está totalmente asfaltado, y otra de unos 3 kms donde la pista es de tierra. La división entre estas dos partes se produce llegando al casco urbano de Beniardà. Pero vayamos por partes.

La ruta la iniciaremos junto a la presa. Hay un parking para una veintena larga de coches, más los que caben a ambos lados de la carretera de acceso. Os recomendamos ir pronto, sobre todo en días de temporada alta o fines de semana. La mayoría de las personas que hacen esta ruta empiezan por la presa y siguen el camino en sentido antihorario. También se puede iniciar desde el pueblo de Castell de Guadalest, alargando la ruta casi 4 kms (2 kms de ida y otros 2 de vuelta).


Como hemos comentado anteriormente esta parte del camino está asfaltado. De vez en cuando pasa algún coche, moto o bicicleta, así que hay que tener un poco de precaución. Hay un par de pendientes pero en ningún caso son excesivas y se salvan sin ninguna dificultad. El camino atraviesa bosques de pinos y algún que otro campo de olivos (y algunas casas que nos sorprenderán). Siempre circulamos en paralelo al pantano, por lo que la vista es muy chula. Los alrededores son igualmente bonitos, ya que el valle de Guadalest está flanqueado al norte (de oeste a este) por las sierras de la Serrella, Aixortà y Bernia, y al sur por la sierra de Aitana. En esta dirección veremos a lo lejos, además de Beniardà, los pueblos de Confrides, Banifato o Benimantell.


Al cabo de unos 7 kilómetros llegaremos a Beniardà. Este es el pueblo que está a la cola del embalse. El río Beniardà, un pequeño cauce, es el principal aporte al pantano, además de otra rambla que nos encontraremos unos metros atrás. Precisamente en este punto, en un puente, hay que girar a la izquierda. Encontraremos una fuente a nuestra derecha y la piscina municipal a nuestra izquierda.


Teniendo en cuenta que casi llegamos al casco urbano de Beniardà, una de las opciones que tenemos es empezar la ruta desde este pueblo y hacerla en cualquiera de los dos sentidos posibles. Al finalizar podemos tomar algo en alguno de los bares del pueblo. Además de esta variante se puede hacer esta ruta desde la presa pero en sentido de las agujas del reloj.

No llegaremos a entrar al pueblo y antes de llegar hay un desvío hacia la izquierda. Si llegáis al poste con el cartel que anuncia de la entrada del pueblo, os habéis pasado. A partir de aquí empiezan los tres kilómetros de recorrido por pista de tierra. Nosotros encontramos un grupo de coches aparcados de un grupo de jóvenes acampados junto al embalse y de unos cuantos pescadores que pasaban allí la mañana.


Quizás este punto sea el único complicado de todo el trazado. La pista no está muy clara ya que hay bastante vegetación y tapan el camino. Hay que hacer un poquito de explorador, pero en ningún caso vamos a encontrar un nuevo continente ni nada por el estilo. Se cruza el río Beniardà, que para ser ya el mes de junio bien entrado llevaba bastante agua (después nos enteramos que unos días antes había caído una buena tormenta de primavera), y seguimos sin ningún problema. Para cruzar el río lo haremos saltando, no encontraréis ningún puente.


Y seguimos nuestro recorrido, que hasta el final es completamente llano. Estaremos más cerca del agua y podremos ver mejor las carpas que viven aquí, y que son el reclamo de los pescadores. Al final, junto a la presa, pudimos ver un banco bastante más numeroso. Apenas a unos doscientos metros del final del recorrido encontraremos los restos de un embarcadero que hace unos años utilizaba un barco turístico solar que hacía un pequeño crucero por el embalse. 


Cuando lleguemos a la valla que se encuentra junto al aparcamiento habremos finalizado el recorrido. Como os decimos, una ruta fácil que se puede disfrutar en familia. Los diez kilómetros de la ruta en ningún caso se nos hicieron pesados. Tampoco la hicimos a un ritmo demasiado alto, fue un paseo. Almorzamos nuestro bocadillo y nos dispusimos a volver a casa, pensando por el camino cual sería nuestra próxima ruta.


PD: Junto a la presa encontramos bastantes cañas arrastradas y, lo que más nos dolió, un montón de botellas de plástico, algunas de lejía (con su característico color amarillo). No hace falta que os comentemos la indignación que nos produce que el ser humano sea tan guarro y que se contamine de esta manera el medio ambiente. Así nos cargamos el planeta, el único que tenemos.

domingo, 28 de junio de 2020

UN PASEO POR CUENCA, MUCHO MÁS QUE LAS CASAS COLGADAS

Usualmente una referencia a Cuenca se utiliza de manera jocosa. Por un lado para indicar algo que está muy lejos, y por otra, bueno, ya sabéis, la que tiene la consabida connotación sexual. Pero lejos de tópicos y prejuicios bastante infundados, Cuenca es una ciudad muy bonita que merece una visita para conocer todo lo que ofrece, que es bastante. 


Para este paseo nos vamos a centrar en el centro histórico de la ciudad. Su importancia es tal que en 1996 obtuvo la declaración de Patrimonio de la Humanidad por ser “un ejemplo excepcional de la ciudad fortaleza medieval que ha conservado su paisaje urbano original notablemente intacto con muchos ejemplos excelentes de arquitectura religiosa y secular de los siglos XII al XVIII. También es excepcional porque la ciudad amurallada se mezcla y mejora el hermoso paisaje rural y natural en el que se encuentra”. Hace un tiempo ya os hablamos del Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha, que se ubica en las afueras de Cuenca, y de una bonita excursión al nacimiento del Río Cuervo



Vamos a empezar este paseo visitando el lugar más típico de Cuenca, ese que se ha convertido en su símbolo. Hablamos, como no, de las Casas Colgadas. Y hay que ser cuidadosos, porque son casas colgadas y no colgantes, como erróneamente las califica mucha gente. Es absolutamente imposible que no las conozcáis. Actualmente solo se conservan tres, la “Casa de la Sirena” y dos “Casas de los Reyes”, que fueron construidas entre los siglos XIII y XV, aunque hace unos cuantos siglos había una hilera de casas mucho más numerosa. El elemento más conocido son los balcones realizados en madera. 




En el interior de las Casas Colgadas se encuentra el Museo de Arte Abstracto Español. El museo se abrió al público en 1966, y tiene el honor de ser el primer museo de arte abstracto español y el primero con una colección de arte contemporáneo, mucho antes que que surgiera el IVAM, el Reina Sofía o el Museo Patio Herreriano. En su colección figuran obras de algunos de los artistas españoles más importantes del s. XX, como Tàpies, Chillida, Pablo Serrano, Eusebio Sempere, Chirino, César Manrique, Antonio Saura o Gerardo Rueda. La entrada es libre, así que no hay excusa. Si queréis más museos, muy cerquita (justo enfrente) está el Museo de Cuenca, y apenas a 300 metros, se encuentra el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, en el que destaca su planetario. 




El mejor lugar para admirar las casas colgadas es el puente de San Pablo. Si sufrís de vértigo será mejor que no crucéis este puente peatonal, pero si no es así disfrutaréis de unas vistas maravillosas. En primer lugar de las casas colgadas, como os hemos comentado, pero también de las Hoces del Huécar. Fue construido en 1903 en hierro, y de esta manera sustituía otro puente de piedra del s. XVI que se había derrumbado. Mide 100 metros de largo y salva un desnivel máximo de 60 metros de altura. 




Precisamente el puente de San Pablo cruza sobre (muy sobre, por cierto) el río Huécar, un afluente del Júcar, que se une a éste en el centro de Cuenca. El Huécar ha ido horadando a través de los siglos un profundo cañón: las Hoces del Huécar. Podéis recorrer estas Hoces por la carretera que discurre paralela a estas. Un paseo muy tranquilo y muy bonito, aunque no hay que fiarse de los coches. Sobre estas Hoces se sitúan las Casas Colgadas, el barrio de San Martín, las casas que dan a la calle de San Pedro… Una maravilla Patrimonio de la Humanidad. 




Si en un lado del puente de San Pablo se sitúa el centro histórico de Cuenca, en el otro encontramos el Parador Nacional, antiguo convento de San Pablo. Construido por los dominicos en el s. XVI, está a caballo entre el gótico (la estructura) y el Renacimiento (decoración). Fue Manuel Fraga quien sugirió en sus tiempos de ministro franquista la posibilidad de dotar a Cuenca de un parador, pero no fue hasta 1993 cuando se inauguró como tal. Ya se sabe como van las cosas de palacio... Vale mucho la pena visitarlo, aunque solo sea para tomarse un café en un entorno tan privilegiado. 




Ya en el centro histórico de Cuenca encontramos la Catedral de Santa María y San Julián. Erigida a lo largo del s. XIII, es un magnífico ejemplo de arquitectura gótica, aunque tiene elementos posteriores, como la fachada, reconstruida a principios del XX. Es una catedral muy bonita, que tiene más parecido con las catedrales francesas que con otras construidas en España. 




En la misma Plaza Mayor en la que encontramos la Catedral, se sitúa el Ayuntamiento. Su construcción se data en 1762, como indica una inscripción en su fachada. Es el edificio barroco más importante de la ciudad y se levanta sobre tres arcos de medio punto. Estos tres arcos le dan un carácter bastante curioso al edificio, acostumbrados como estamos a construcciones de casas consistoriales más compactas. 




Si pasamos bajo el Ayuntamiento y seguimos bajando, ya sea por la calle de Alfonso VII o por la Calle del Fuero y después por la de Santa María, nos dirigimos a la Plaza Mangana. En esta plaza se sitúa la Torre de Mangana, una torre de la que se tiene constancia en el s. XVI. Aparte de ser la torre uno de los símbolos de la ciudad, la plaza es uno de los mejores miradores que hay en Cuenca. 




Como ya hemos hecho un buen paseo, y Cuenca no es precisamente una ciudad edificada en una llanura (ya veréis las cuestas, ya), probablemente tengáis hambre. Estáis de suerte, Cuenca es una ciudad donde se come excelentemente bien, pero no tiene la fama de otras ciudades. Yo me declaro fan del morteruelo. Este es un contundente paté realizado con hígado de cerdo cocido y pan. Se añade carne de caza, tanto de ave (tradicionalmente perdiz, codorniz y gallina) como de mamífero (liebre, conejo y cerdo). Aunque en cada casa varía la receta dependiendo del gusto de cada uno o de la disponibilidad del producto. Es un plato bastante contundente, que no se unta, si no que se come con tenedor y pan. Los zarajos o el ajoarriero son otros platos tradicionales. El postre más típico de Cuenca es el alajú, una torta de origen árabe, compuesta por dos obleas entre las que se coloca una pasta elaborada con miel y almendras. 




Ya veis que Cuenca tiene bastantes razones para ser visitada. Una magnífica propuesta para pasar unos días en familia. Si no la conocéis os va a sorprender bastante, porque es una ciudad muy bonita. Además ya tiene enlace en AVE desde Madrid, Valencia y Alicante. Así que no tenéis excusa y debéis de visitar Cuenca, como decían aquellas pegatinas que decoraron los coches de los 80, ¡es única!