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domingo, 28 de junio de 2020

UN PASEO POR CUENCA, MUCHO MÁS QUE LAS CASAS COLGADAS

Usualmente una referencia a Cuenca se utiliza de manera jocosa. Por un lado para indicar algo que está muy lejos, y por otra, bueno, ya sabéis, la que tiene la consabida connotación sexual. Pero lejos de tópicos y prejuicios bastante infundados, Cuenca es una ciudad muy bonita que merece una visita para conocer todo lo que ofrece, que es bastante. 


Para este paseo nos vamos a centrar en el centro histórico de la ciudad. Su importancia es tal que en 1996 obtuvo la declaración de Patrimonio de la Humanidad por ser “un ejemplo excepcional de la ciudad fortaleza medieval que ha conservado su paisaje urbano original notablemente intacto con muchos ejemplos excelentes de arquitectura religiosa y secular de los siglos XII al XVIII. También es excepcional porque la ciudad amurallada se mezcla y mejora el hermoso paisaje rural y natural en el que se encuentra”. Hace un tiempo ya os hablamos del Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha, que se ubica en las afueras de Cuenca, y de una bonita excursión al nacimiento del Río Cuervo



Vamos a empezar este paseo visitando el lugar más típico de Cuenca, ese que se ha convertido en su símbolo. Hablamos, como no, de las Casas Colgadas. Y hay que ser cuidadosos, porque son casas colgadas y no colgantes, como erróneamente las califica mucha gente. Es absolutamente imposible que no las conozcáis. Actualmente solo se conservan tres, la “Casa de la Sirena” y dos “Casas de los Reyes”, que fueron construidas entre los siglos XIII y XV, aunque hace unos cuantos siglos había una hilera de casas mucho más numerosa. El elemento más conocido son los balcones realizados en madera. 




En el interior de las Casas Colgadas se encuentra el Museo de Arte Abstracto Español. El museo se abrió al público en 1966, y tiene el honor de ser el primer museo de arte abstracto español y el primero con una colección de arte contemporáneo, mucho antes que que surgiera el IVAM, el Reina Sofía o el Museo Patio Herreriano. En su colección figuran obras de algunos de los artistas españoles más importantes del s. XX, como Tàpies, Chillida, Pablo Serrano, Eusebio Sempere, Chirino, César Manrique, Antonio Saura o Gerardo Rueda. La entrada es libre, así que no hay excusa. Si queréis más museos, muy cerquita (justo enfrente) está el Museo de Cuenca, y apenas a 300 metros, se encuentra el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, en el que destaca su planetario. 




El mejor lugar para admirar las casas colgadas es el puente de San Pablo. Si sufrís de vértigo será mejor que no crucéis este puente peatonal, pero si no es así disfrutaréis de unas vistas maravillosas. En primer lugar de las casas colgadas, como os hemos comentado, pero también de las Hoces del Huécar. Fue construido en 1903 en hierro, y de esta manera sustituía otro puente de piedra del s. XVI que se había derrumbado. Mide 100 metros de largo y salva un desnivel máximo de 60 metros de altura. 




Precisamente el puente de San Pablo cruza sobre (muy sobre, por cierto) el río Huécar, un afluente del Júcar, que se une a éste en el centro de Cuenca. El Huécar ha ido horadando a través de los siglos un profundo cañón: las Hoces del Huécar. Podéis recorrer estas Hoces por la carretera que discurre paralela a estas. Un paseo muy tranquilo y muy bonito, aunque no hay que fiarse de los coches. Sobre estas Hoces se sitúan las Casas Colgadas, el barrio de San Martín, las casas que dan a la calle de San Pedro… Una maravilla Patrimonio de la Humanidad. 




Si en un lado del puente de San Pablo se sitúa el centro histórico de Cuenca, en el otro encontramos el Parador Nacional, antiguo convento de San Pablo. Construido por los dominicos en el s. XVI, está a caballo entre el gótico (la estructura) y el Renacimiento (decoración). Fue Manuel Fraga quien sugirió en sus tiempos de ministro franquista la posibilidad de dotar a Cuenca de un parador, pero no fue hasta 1993 cuando se inauguró como tal. Ya se sabe como van las cosas de palacio... Vale mucho la pena visitarlo, aunque solo sea para tomarse un café en un entorno tan privilegiado. 




Ya en el centro histórico de Cuenca encontramos la Catedral de Santa María y San Julián. Erigida a lo largo del s. XIII, es un magnífico ejemplo de arquitectura gótica, aunque tiene elementos posteriores, como la fachada, reconstruida a principios del XX. Es una catedral muy bonita, que tiene más parecido con las catedrales francesas que con otras construidas en España. 




En la misma Plaza Mayor en la que encontramos la Catedral, se sitúa el Ayuntamiento. Su construcción se data en 1762, como indica una inscripción en su fachada. Es el edificio barroco más importante de la ciudad y se levanta sobre tres arcos de medio punto. Estos tres arcos le dan un carácter bastante curioso al edificio, acostumbrados como estamos a construcciones de casas consistoriales más compactas. 




Si pasamos bajo el Ayuntamiento y seguimos bajando, ya sea por la calle de Alfonso VII o por la Calle del Fuero y después por la de Santa María, nos dirigimos a la Plaza Mangana. En esta plaza se sitúa la Torre de Mangana, una torre de la que se tiene constancia en el s. XVI. Aparte de ser la torre uno de los símbolos de la ciudad, la plaza es uno de los mejores miradores que hay en Cuenca. 




Como ya hemos hecho un buen paseo, y Cuenca no es precisamente una ciudad edificada en una llanura (ya veréis las cuestas, ya), probablemente tengáis hambre. Estáis de suerte, Cuenca es una ciudad donde se come excelentemente bien, pero no tiene la fama de otras ciudades. Yo me declaro fan del morteruelo. Este es un contundente paté realizado con hígado de cerdo cocido y pan. Se añade carne de caza, tanto de ave (tradicionalmente perdiz, codorniz y gallina) como de mamífero (liebre, conejo y cerdo). Aunque en cada casa varía la receta dependiendo del gusto de cada uno o de la disponibilidad del producto. Es un plato bastante contundente, que no se unta, si no que se come con tenedor y pan. Los zarajos o el ajoarriero son otros platos tradicionales. El postre más típico de Cuenca es el alajú, una torta de origen árabe, compuesta por dos obleas entre las que se coloca una pasta elaborada con miel y almendras. 




Ya veis que Cuenca tiene bastantes razones para ser visitada. Una magnífica propuesta para pasar unos días en familia. Si no la conocéis os va a sorprender bastante, porque es una ciudad muy bonita. Además ya tiene enlace en AVE desde Madrid, Valencia y Alicante. Así que no tenéis excusa y debéis de visitar Cuenca, como decían aquellas pegatinas que decoraron los coches de los 80, ¡es única! 

miércoles, 8 de enero de 2020

DE EXCURSIÓN EN EL NACIMIENTO DEL RÍO CUERVO

Hace poco estuvimos pasando unos días en la provincia de Cuenca. Ésta es una provincia que tiene muchísimos encantos, muchísimas cosas que visitar. Hace unos cuantos años que visité uno de los mayores iconos naturales conquenses con mi padre, y ahora, con mis hijos, hemos vuelto al Nacimiento del Río Cuervo.


El Nacimiento del Río Cuervo está situado en pleno Parque Natural de la Serranía de Cuenca, y a su vez, está singularmente protegido por la figura del Monumento Natural, que define a una formación de singular belleza o rareza. En este caso es su formación geológica la que le otorga su carácter especial, y su aspecto único.


Posiblemente hayáis visto alguna vez fotos de este espacio natural, ya que sus cascadas son bastante conocidas. Completamente cubiertas de musgo, en invierno se llegan a helar en múltiples ocasiones, lo que atrae en los meses más fríos a numerosos visitantes. Numerosos fotógrafos aficionados se acuden para dar rienda suelta a su afición, y nosotros son quedaríamos horas oyendo el rugido del agua y viendo el posterior lento circular de las aguas.


El paraje se conserva bastante virgen, a pesar de ser un lugar muy turístico. Hace unos años se construyó una pasarela y una rampa para facilitar el acceso a personas en silla de ruedas y carros de bebé. El aparcamiento es amplio, pero no está asfaltado. Además los caminos se encuentran vallados por una pasarela de madera para ayudar al visitante e impedir el acceso a la laguna que se forma a los pies de las cascadas u otras zonas. Como souvenir seguramente os llevéis un buen puñado de barro en vuestro calzado. Os recomendamos que sea calzado deportivo, nada de tacones o zapatos con los que os podáis resbalar. Sobre todo si queréis ascender por la escalera que lleva a la parte superior de las cascadas.


Para llegar al Nacimiento del Río Cuervo, desde la capital conquense hay que tomar la carretera CM- 2105. No tiene pérdida, está perfectamente señalizado, no sólo para llegar al Nacimiento del Río Cuervo, si no que también se dirige a la famosa Ciudad Encantada, aunque está vez no la visitamos. Esta vía es de un carril y doble sentido, con un trazado muy sinuoso, así que os rogamos que extreméis la precaución.


Pero al mismo tiempo esta carretera nos va a mostrar una serie de lugares bastante bonitos. En primer lugar vais a atravesar, como antes hemos comentado, el Parque Natural de la Serranía de Cuenca, por lo que podréis observar inmensos bosques de pinos, y con suerte ver algún animal de la zona. Lo más habitual es ver águilas, que volando son un auténtico espectáculo, aunque también hay otras rapaces, ardillas, o animales domésticos como vacas u ovejas (para un urbanita, casi cualquier animal es una celebración).


Otros lugares pintorescos (mira que me gusta esta palabra) que podéis visitar son: el embalse de la Toba, las localidades de Uña, y su laguna, Huélamo o Tragacete, municipios muy tranquilos, donde la despoblación ha hecho mella y donde apenas encontraremos un bar, una tienda o un estanco abierto.


Nosotros al volver paramos unos minutos para contemplar el paisaje desde el Ventano del Diablo. ¿Qué es esto? Una formación rocosa que asemeja un balcón con vistas a las hoces del río Júcar. Las vistas son una pasada, por lo que os recomendamos que paréis. Muy cerca se encuentra el poblado de El Salto de Villalba, un conjunto de edificios que se construyó para los trabajadores de una central hidroeléctrica que todavía hoy proporciona electricidad.


Otra opción es seguir la ruta, de apenas 58 kilómetros (eso sí, con más curvas que un sacacorchos), donde podremos ver el nacimiento de los ríos Cuervo, Tajo, Júcar y Turia. Esta ruta se desarrolla entre las provincias de Cuenca y Teruel, y podéis acabar, incluso visitando Albarracín. Como curiosidad, el río Cuervo es afluente del Tajo (nosotros convencidos que era afluente del Júcar, que serpentea por todo el camino) y es el que surte de agua al conocido manantial de Solán de Cabras.


Como veis hay múltiples opciones para pasar un magnífico día en familia. Con muy poco podréis organizar una bonita excursión rodeados de una naturaleza exuberante y enigmática, donde las piedras juegan con el agua a ser lo que en realidad no son.