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martes, 28 de julio de 2020

CONVIVIENDO CON LA NUEVA NORMALIDAD

Mascarilla higiénica, gel hidroalcohólico o distancia interpersonal son algunos de los términos que ya hemos convertido en comunes en nuestro día a día. No nos cabe duda de que ya sabéis de lo que estamos hablando y que no hace falta que expliquemos que significa cada uno. A éstos hay que añadir un último término un poco falsario: nueva normalidad.


La nueva normalidad no es normal. Puede que nueva sí, no sé, porque lo más parecido a esta situación sería lo que ocurrió con la epidemia de gripe en 1918 (la mal llamada gripe española) y evidentemente no estaba allí para saber lo que pasó. Pero desde luego llamar normalidad a esta situación pues, como que no.

Si atendemos a lo que dice la RAE en su Diccionario, "normal" es lo que se halla en su estado natural, lo habitual u ordinario o lo que se ajusta a ciertas normas, entre otras acepciones. Sin lugar a dudas las normas de higiene y protección frente al coronavirus van a ser habituales y ordinarias por un largo tiempo, así lo marcan las normas. Pero que duda cabe que para la mayoría de la población esta "normalidad" es una "no-normalidad".


La incertidumbre es el estado natural de esta no normalidad. Nunca ha sido más adecuado citar a Mario Benedetti: "cuando teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas". Porque ahora mismo tenemos muy pocas respuestas concretas y muchas preguntas. A ciencia cierta sabemos que el uso de mascarilla, el lavado constante de manos junto al uso de desinfectante, y la distancia entre personas que no conviven juntas, es el remedio más eficaz para evitar el contagio del Covid-19. Incluso algunas certezas, como el uso de guantes desechables, han ido decayendo. Porque sabemos muy poco de este coronavirus, algo lógico si tenemos en cuenta que hace muy poco tiempo que está entre nosotros.


El Covid y sus consecuencias es el tema estrella de cualquier conversación. La pregunta más habitual comienza por un "¿Podremos...?". Porque tenemos muchas ganas de hacer cosas, muchas ganas de ver cosas. En este tiempo de postconfinamiento (¡nosotros también acuñamos nuevos términos!) hemos hecho un par de escapadas, hemos visitado algún museo, hemos comido fuera. Tampoco es que seamos unos vivalavirgen, pero tras un confinamiento como el que hemos vivido, con tantos planes pospuestos, casi que lo necesitamos. Lo hacemos con un cierto agobio porque no tenemos la certeza de que el entorno sea 100% seguro. Siempre con mascarilla, siempre con el gel hidroalcohólico a cuestas, siempre respetando las distancias.

La nueva normalidad también es ir a un museo de ciencias y que no puedas utilizar los módulos interactivos (la inmensa mayoría, por cierto). La nueva normalidad es ir al autocine más en un mes que en los últimos 5 años. La nueva normalidad es entrar por una puerta para salir por otra. La nueva normalidad es sacar cita para ir a la playa. La nueva normalidad es ver ciudades a medio gas. Que no suene a queja, por favor. Podremos estar más o menos de acuerdo, aceptar las medidas con mayor o menor agrado, pero entendemos que estamos en un momento especialmente delicado. Un momento no normal.


Al principio muchas cosas nos parecían insólitas. Poco a poco nos hemos ido acostumbrando. Que en los centros comerciales haya sentidos de circulación nos sorprendía. Más todavía que la gente lo respete (no siempre, que hay quien va a su bola). Que haya dispensadores de gel en cada esquina al principio nos parecía extraño, ahora vamos a buscarlos (¡y ojo si no hay!). Cuando estamos en una cola es raro que no miremos delante y detrás para ver si cumplimos y si cumplen. Pero todavía hay gente que sale del baño sin lavarse la manos. Si antes nos parecía una guarrada, ahora nos parece una guarrada y una temeridad. De todo lo que nos parecía marciano lo que más rápidamente ha cambiado es el uso de la mascarilla y la percepción general de que su uso es obligatorio.


Esa pregunta machacona que tantas veces oímos durante el confinamiento de que si esta situación nos iba a cambiar (para mejor) se ha respondido casi sola. No hemos cambiado, los pesimistas teníamos razón. Pero nos han cambiado, a la fuerza. Y deberían de seguir cambiándonos. A las pruebas nos remitimos. No hace falta más que ver las noticias. Muchos de los brotes surgen por la relajación de las tres reglas básicas. No puedo juzgar a nadie, a ver quien es el valiente que tira la primera piedra porque está libre de pecado. Pero sí que hay que ser tan riguroso como podamos en esta situación y no hacer el cafre. Si no es por solidaridad, que sea por egoísmo. 

La incertidumbre va a continuar. La vacuna no es una realidad ni va a serlo de inmediato. Me aventuro a pronosticar que no será ni solución, porque la campaña de vacunación debe de ser prácticamente universal para lograr efectividad. Y ahí están los enemigos de Bill Gates, los microchips y el 5G. Que también lo son de las vacunas, claro. Están en su derecho de opinar lo que sea, pero nunca de poner en riesgo la salud comunitaria por una idea magufa.


¿Nos vamos a ir de vacaciones? Evidentemente queremos irnos. Los planes no pueden ser a unos meses vista, como mucho a semanas. Los casos positivos se multiplican, las noticias acongojan y las dudas aumentan. ¿Estaremos haciendo bien? El equilibrio es el quid de la cuestión. Si podemos, saldremos. Si vemos la situación muy complicada pues nos quedaremos en casita, por responsabilidad. Sea como sea os lo contaremos. Y vosotros que lo leáis.