lunes, 18 de noviembre de 2019

¿CONVIENE ADQUIRIR UN PASE DE TEMPORADA?

Una de las grandes dificultades con las que se encuentran las familias es conjugar ocio y ahorro. No es fácil. Todos buscamos planes más o menos apañados para los ratos libres y a ser posible que no nos gastemos mucho dinero. En este sentido los pases de temporada de los parques de ocio son una excelente opción pero, ¿conviene que nos los saquemos?


Antes que nada, aunque suponemos que lo sabéis de sobra, explicar que es un pase de temporada. Es esa modalidad de entrada que nos permite acceder a un determinado lugar tantas como se permita en un determinado periodo de tiempo, generalmente un año desde su expedición, aunque puede ser inferior si el parque abre sólo unos días determinados.


Nosotros somos ya veteranos en esto de los pases de temporada. Si mal no recuerdo sería en 2012 cuando sacamos por primera vez pases de temporada para Bioparc, el parque zoológico de Valencia. En la actualidad los cinco poseemos el pase para Terra Natura. Volviendo a la pregunta inicial, ¿conviene? A nosotros sí, pero hay que estudiar cada caso particularmente. Hay varias preguntas que nos debemos de formular cuando nos planteemos si queremos un pase de temporada. La primera es si nos gusta el parque. Si nos gusta mucho mucho. Una vez tienes el pase intentas amortizarlo, o intentan que lo amortices, por lo que vais a ir tantas veces que si no te gusta vas a tener problemas. ¿Hay más gente de nuestro entorno que tenga el pase? ¿Cuántas veces vamos a ir durante la validez del pase? ¿Se adapta el precio del pase a lo que se ofrece? Si las respuestas son todas afirmativas, no hay duda. Si hay alguna respuesta negativa, más vale que os lo replanteéis.


Como ya hemos comentado, tenemos el pase de Terra Natura, que puede incluir el parque acuático Aqua Natura. Aquí viene el elemento que nos hizo decidirnos. A pesar de vivir cerca de la playa, el parque acuático nos ofrece otras opciones de ocio. A los niños les encanta y en verano vamos al menos una vez por semana. Y al parque zoológico vamos al menos una vez al mes fuera de temporada estival. Ayuda que varios amigos de mis hijos también tienen el pase, por lo que al final hemos "obligado"; a que parte de la familia también se lo saque.


Uno de los ejemplos más paradigmáticos es el de Disneyland París. El pase de temporada más barato cuesta menos que la entrada para tres días. Puedes ir a los parques 150 días al año, es decir, fuera de la temporada alta, pero bien organizado puedes ir una semana al inicio del periodo y otra al final, por lo que se rebaja mucho el coste del viaje. Y si sois más apañaos podréis amortizarlo con creces.


En el otro extremo está lo que nos ocurrió hace unos años con Terra Mítica. El pase de temporada no cubría un año, si no los días de apertura del año en curso. El parque no abría todo el año, si no entre mediados de marzo hasta finales de octubre, lo que hace algo más de medio año, pero no todos los días. Y por último, un par de zonas, donde se encuentran las atracciones infantiles, se debían de pagar aparte. Con estos condicionantes optamos por no sacarnos el pase, y si no recuerdo mal aquel año ni siquiera fuimos.


Los pases de temporada nos suelen sacar de un apuro aquellos días tontorrones en los que no sabéis que hacer y los niños necesitan imperiosamente salir de casa. Además suelen llevar ventajas añadidas, como parking gratuito o descuentos en restaurantes, tiendas, o incluso otros parques. Una buena opción para que las familias puedan ahorrar mientras disfrutan.

viernes, 8 de noviembre de 2019

UN DÍA EN EL PRIMER SALÓN DEL MANGA DE MOLINA DE SEGURA

Si seguís con cierta frecuencia este blog no hace falta que os cometemos que somos una familia friki. En nuestra búsqueda de nuevos eventos hemos ampliado horizontes y estuvimos hace unas semanas en el 1r. Salón del Manga que se celebró en Molina de Segura (Murcia), un salón que estuvo amenazado hasta última hora por la DANA que hizo desbordarse el río Segura e inundó varias poblaciones de Murcia y del sur de la provincia de Alicante.


Para entender mejor el "fenómeno friki" me gusta citar a Cristina Martínez García, profesora universitaria de sociología en ESCUNI y autora de la tesis "La búsqueda de nuevos valores, referentes y modelos en un mundo líquido: el refugio de la cultura friki en España", por la que obtuvo una calificación de Excelente Cum Laude, y que define al friki como aquella "persona que presenta un interés profundo y un conocimiento extenso por uno o varios temas minoritarios o subculturales y que deja traslucir su interés por ése o esos temas a través de su comportamiento, su forma de hablar y/o su imagen externa".


Dicho esto, somos muchos los frikis que nos preciamos de serlo, y nos gusta (qué digo gusta, ¡nos encanta!) encontrarnos con más frikis. Por eso, en principio, el Salón del Manga de Molina de Segura no tiene grandes diferencias con otros salones a los que hemos ido. Quizás lo único que se podría destacar es que el recinto era más pequeño (los dos pabellones cubiertos del polideportivo municipal) por lo tanto todo estaba más concentrado.


Nuestra impresión general fue muy buena y la verdad es que el salón está bastante bien. Junto a la entrada, en el primer pabellón, encontramos varios stands con merchandising de todo tipo, alguno de alguna multinacional de origen francés. Aquí podíamos adquirir pósters, camisetas, tazas, libros, mochilas, etcétera con elementos de nuestros personajes favoritos.


En ese mismo pabellón, a la derecha, encontramos un photocall de la Legión 501 y al lado varios actores que tenían su sección de firmas. Los más destacados fueron Gerald Home, que participó en El retorno del Jedi y dió vida a la planta carnívora de La Tienda de los Horrores y Paul Markham que interpretó al oficial que acompañó a Darth Vader en su visita a la segunda Estrella de la Muerte, también en El Retorno del Jedi. 


Una de las cosas que más me llamó la atención en este pabellón fue el stand de la ilustradora Shaun Elay que realiza sus dibujos en negativo, es decir, si les haces una foto y le pasas el filtro negativo se vería con los "colores reales". Si el negativo ya era espectacular cuando haces el proceso de cambiar los colores el resultado era impresionante.


En el siguiente pabellón del recinto se encontraba el escenario principal, en el que se fueron sucediendo distintas presentaciones y charlas a lo largo del día. En otro punto del pabellón había un escenario más pequeño dedicado a la grabación de varios programas de podcast y vídeos para canales de You Tube.



En este segundo pabellón una de las cosas que más nos sorprendieron debido a la novedad que nos supuso y porque somos totalmente ajenos todavía a este tema fue el concurso de coreografías de K-pop en las que bailan canciones de los grupos coreanos de adolescentes que tienen legiones de fans en todo el mundo. La verdad es que los numerosos grupos de chavales y chavalas jóvenes que participaron se corran un mogollón las coreografías qué hacen los bailes espectaculares.


En este segundo pabellón también encontramos una serie de dibujantes de cómic que o bien te firmaban sus obras o bien te hacían un dibujo personalizado También aquí encontramos una exposición de coches de series de televisión y películas, que ya habíamos visto en Retro Santo Domingo de Orihuela, y aunque nos gustan al haberlo visto antes ya no nos resultó tan novedosa.


Al final este salón, como hemos dicho al principio, no se diferencia en lo esencial de otros salones en los que hemos estado. Esto no tiene un sentido negativo ya que es lo que nos gusta y vamos a eso.  Ver toda la parafernalia friki, con todos los personajes de moda y ver mogollón de gente haciendo cosplay. Aquí nos encontramos en nuestra salsa y volveremos, como ya hicimos unas semanas más tarde al Vídeo Game Cómic de Alicante. Ser friki no es tan facil…

lunes, 28 de octubre de 2019

NOS LO PASAMOS EN GRANDE EN EL CAMPING TRILLAS TAMARIT PLAYA

Acostumbrados a ir a un camping de interior, más pequeño y de trato familiar, este verano hicimos un cambio y probamos un camping muy diferente: cerca de la playa, con un montón de servicios y enorme. ¿El resultado? Mis hijos no querían irse. Os vamos a hablar del camping Trillas Tamarit Playa.


Este camping se encuentra en Tamarit, un antiguo municipio que se despobló por una epidemia y que pertenece a Altafulla, en la provincia de Tarragona, a unos diez minutos de la capital. Esta situación la hace idónea para moverse por la provincia, especialmente para llegar a Port Aventura, que para qué negarlo, era el plato fuerte del viaje (ya os lo contaremos).



Además de por su situación el camping Trillas nos llamó poderosamente la atención por su precio irrisorio fuera de temporada alta. Sin ACSI card ni nada por el estilo, vamos, que pagamos más en peajes que en el camping. Tanto es así que llegamos a llamar por teléfono y enviar un correo electrónico para comprobar que no nos habíamos equivocado y, ciertamente, fuera de la temporada alta es un camping con una excelente relación calidad-precio. En la primera semana de septiembre, cuando fuimos, todavía estaban abierta las piscinas y mantenían el servicio de animación, tanto para niños como para el público en general por las noches.




Sí, no nos hemos equivocado, hemos puesto piscinas en plural porque el camping Trillas tiene tres piscinas, o mejor dicho, tres grupos de piscinas: la que ellos denominan la antigua, la nueva y otro grupo de piscinas en la cima de una colina que se encuentra dentro del recinto del camping y en el que está un bloque de bungalows y mobil homes.




El camping es enorme. Creemos que en realidad son dos campings que se han unido porque las dos partes se comunican interiormente por un túnel  y exteriormente cruzando la carretera que va hasta la playa de Tamarit. Tan grande es el camping que hay un servicio de transporte de los usuarios con un trenecito. Aunque no tengas que ir a ningún lado la verdad que a los niños les encanta y uno de los platos fuertes es la colina que acabamos de mencionar que tiene unas vistas fantásticas sobre las playas de Tamarit y su castillo.



Además de ser tan grande tiene una serie de servicios muy completos. Supermercado, lavandería, lavacoches, restaurante, creperia, cafeteria-churrasquería... En lo que verdaderamente importa también está muy bien, porque los aseos estaban realmente limpios y eran muy amplios. Las duchas tenían incluso un apartado con una leja para poder dejar la ropa y el resto de cosas sin que se mojaran.

Por su parte, y también es importante, las parcelas para acampar son suficientemente grandes, es verdad que al principio nos tocó hacer un poco de tetris, pero cabía perfectamente nuestro coche, la tienda y nuestras cosas. están delimitadas con moreras lo que hace que haya bastante sombra y el suelo es de grava prensada que no es incómoda. Todas las parcelas tienen una toma cerca de luz, agua y antena. Es de destacar que hay zonas donde no están permitidos los perros, algo que nos vino muy bien ya que mis hijos les tienen miedo. 


Hay dos cosas que nos llamaron la atención. Por un lado la cantidad de parcelas que tenían caravanas fijas. Ya os hemos dicho que estábamos acostumbrados a  otro tipo de camping. Y esas parcelas fijas tienen de todo: cocina portátil, televisión, avances a tutiplén... vamos, que estamos convencidos que hay quien está en el camping mejor que en casa.


También nos llamó la atención la inmensa cantidad de bicicletas que había. Cualquier aparcamiento estaba completo y casi en todas las parcelas había al menos una bicicleta. Alguna situación de riesgo vimos, pero sobre todo tuvimos un déjà-vu a nuestra infancia, cuando todo era un poco más fácil. O eso creíamos. 


Por si todo esto os parece poco, a 60 metros del camping hay una playa y una cala, playa Tamarit y La Jovera, respectivamente, cada una a un lado del castillo de Tamarit, que no se puede visitar porque pertenece a una empresa que organiza eventos, excepto para escuchar misa en una de sus capillas. 


Nuestra opinión no puede ser más que positiva, pasamos unos días en grande. De una cosa estamos convencidos, o el próximo verano volvemos o nuestros hijos se amotinan. Se lo pasaron en grande. Tanto que entre los planes estaba pasar un día en Barcelona y lo tuvimos que dejar para otro viaje.

viernes, 18 de octubre de 2019

UN PASEO PARA CONOCER EL PARQUE CENTRAL DE VALENCIA

En la primera mitad del s. XIX un nuevo medio de transporte irrumpió para cambiar la forma en la que se viajaba y, ya que estábamos, se encargó de transformar las ciudades. El ferrocarril acercó distancias y sus raíles abrieron nuevos horizontes. Se crearon edificios (en algunos casos maravillosos) para que los pasajeros subieran y bajaran de los trenes y para otras actividades necesarias en la actividad ferroviaria. Pero cuando las ciudades empezaron a crecer el ferrocarril creó brechas.



Valencia no fue una excepción a esta historia. El tren llegó en 1851 y desde entonces fue parte fundamental de la ciudad. No en vano la Estación del Norte (aún en activo desde su inauguración en 1917) es uno de los edificios más representativos y bonitos de la ciudad. Con la mejora de las técnicas constructivas, que realizan túneles pasantes atravesando bajo tierra las poblaciones, y el traslado de talleres y almacenes a las actuales periferias, las zonas antes ocupadas por las vías han quedado sin uso.



En este sentido, en Valencia, se está llevando a cabo una importante transformación urbanística que va a permitir en los próximos años recuperar un espacio público para que la ciudadanía disfrute, y que donde antes existía una brecha ahora haya nuevas conexiones.



El Parque Central es el último parque que se ha abierto en Valencia, a finales de 2018, junto a las calles Filipinas, la plaza de Manuel Sanchis Guarner y el paso elevado de la Avenida de Giorgeta, al oeste del barrio de Ruzafa. Ocupa una superficie triangular que hasta hace muy poco ocupaban las instalaciones de servicios ferroviarios (talleres, almacenes, vías) que poco a poco se han trasladado o concentrando junto a las cercanas estaciones del Norte y Joaquín Sorolla.



Precisamente los antiguos edificios ferroviarios, muchos ideados por el arquitecto valenciano Demetrio Ribes, autor de la Estación del Norte de Valencia, y sus homónimas en Madrid (Príncipe Pío) y Barcelona, salpican este parque y se reutilizarán para equipar al barrio con diversos usos sociales, culturales y deportivos. El progresivo soterramiento de las vías ampliará la superficie del parque y transformará profundamente esta parte de la ciudad.


Uno de los grandes protagonistas de este parque es el agua, que aparece en numerosos puntos de este parque, con la idea inspirada por el poema de Ausiàs March “Aigua plena de seny" (agua llena de sensatez). Por una parque en estanques que rinden homenaje a líneas de tren que a lo largo del tiempo han ido desapareciendo, pero también circula por canales a modo de acequias (un elemento muy importante en Valencia) y en fuentes donde, a pesar de la prohibición de baño, se usan para mitigar los calores.


Pero siendo un parque los elementos vegetales también tienen una importante presencia. Se dividen en tres tipos de jardines, por una parte el Jardín de la Huerta, donde abundan plantas aromáticas y árboles frutales; por otra el Jardín Romántico, donde toma preeminencia el diseño y la función ornamental de la planta; por último el Jardín de las Flores, con un buen número de distintas clases de flores.



Si solo fuera un parque con fuentes y vegetación sería un poco aburrido, pero esto no ocurre aquí ya que cuenta con una zona de juegos infantiles y dos amplias praderas, una con dos rocódromos y otra donde se permite que haya perros. Un espacio en el que puede disfrutar toda la familia.




El Parque Central además de ser un espacio magnífico para el esparcimiento narra la historia del ferrocarril, un transporte que nos encanta a los románticos y que después de un declive ha resurgido por su sostenibilidad y rapidez frente al transporte por carretera o el avión. Diseñado por la paisajista estadounidense Kathryn Gustafson, que ganó un concurso internacional, seguro que os gustará tanto como a nosotros.

martes, 8 de octubre de 2019

EN LA CIMA DEL PUIG CAMPANA

Hace un montón de años, más de veinte, se me metió en el cuerpo el gusanillo del senderismo. Cada cierto tiempo con un grupo de amigos nos íbamos a andar por la montaña. Por circunstancias de la vida durante estos años no lo he podido practicar tanto como me hubiese gustado, pero si seguís el blog veréis que poco a poco recupero algo junto a mis hijos, a ver si les contagio. En todo este tiempo siempre tuve un reto en mente, llegar a la cima del Puig Campana



El Puig Campana es una montaña mágica. Situada en el término municipal de Finestrat, sus 1.406 metros de altura son visibles desde Altea a, prácticamente, Alicante. Además su silueta ha dado pie a varias leyendas, que sitúan en su “tajo” el origen de la isla de Benidorm. (Spoiler: la isla de Benidorm es una prolongación subterránea de la Serra Gelada [Sierra Helada]) 



Así que cuando un amigo me propuso subir a la cima de este gigante no me lo pensé ni medio minuto. A las 8 de la mañana de un domingo estábamos en el parking que hay a los pies de esta montaña, en el paraje conocido como Font del Molí, en Finestrat, donde hay un área recreativa. Llegar es fácil, las indicaciones están claras desde la costa, ya sea Benidorm, la Cala de Finestrat o La Vila Joiosa




La ruta para ascender es la denominada “circular del Puig Campana” que tiene un desvío por la cara norte hacia la cima. Esta es la manera “fácil” de llegar. Y entrecomillo fácil porque no lo es en absoluto. Valiente de mí hubiera dicho que mi forma física era de 6-7 sobre 10. Si es de 3/10 me puedo dar con un canto entre los dientes. Pero hay quien asciende por el denominado “kilómetro vertical” un camino pedregoso (no en vano se le llama “la pedrera”), peligroso y con una pendiente sólo apta para deportistas muy, pero que muy preparados. 



Aunque la señalización es bastante buena puesto que se sigue el PR-CV 289, que se suele hacer en sentido de las agujas del reloj, no está de más que os descarguéis un track GPS. Yo os recomiendo el de Fran Mercader, del blog “Más allá de la ciudad”, ya que es bastante buena, y se acerca bastante a lo que hicimos, incluido el tiempo total, unas 6 horas.




El primer tramo sin ser muy duro sí que tiene un principio explosivo sin parar de ascender hasta que se llega al Volador. Primera parada para beber un poco de agua y admirar las vistas. Todavía está amaneciendo y la Sierra de Aitana, que la tenemos justo enfrente se tiñe de un tono rojizo. Aunque el día es claro hay nubes bajas y algún banco de niebla matinal. Hasta aquí el camino nos ha deparado una ruta preciosa entre una vegetación que ha estallado por las últimas lluvias y este otoño que está arrastrando el verano.


En este punto nos adentraremos en la umbría, la cara norte, por lo que la vegetación cambia llenándose de pinos en un magnífico bosque mediterráneo. El terreno no tiene una pendiente tan pronunciada y podemos admirar el paisaje. Tanto mi compañero como yo no paramos de exclamar ”¡qué pasada!”, “¡qué maravilla!”, ya que esta es la “cara oculta” del Puig Campana respecto a Benidorm. Pronto llegamos al refugio José Manuel Vera, una caseta hecha con chapas que en el interior tiene una mesa de picnic con sus bancos y unos camastros en litera, vamos, lo básico si te pilla la noche o una tormenta de repente. Se nota que está viejuno, pero nos lo temíamos muchísimo peor. Aquí aprovecharemos para hacer una parada técnica, almorzar y beber. Estamos a punto de encarar la subida.



Apenas en unos minutos llegamos al Coll del Pouet. En este cruce una señal indica los caminos que podemos coger. Nuestro objetivo es la cima del Puig Campana. Empieza la fiesta. El sol ya calienta. Por primera vez nos ponemos las gafas de sol y la gorra. El camino pronto picará hacia arriba y se volverá pedregoso. Sin lugar a dudas esto es lo peor hasta que coronemos. La ascensión es dura, muy dura, y más de una vez te pasa por la cabeza dar media vuelta. Puede que mi error fuera no alimentarme bien, ya que tras comerme una de las barritas de cereales que llevo “por si acaso” y beber bastante agua, mi cuerpo responde con nuevas fuerzas.




En algún momento echamos de menos una señalización más clara, pero nos encontramos a bastante gente y enganchamos con un par de grupos que también suben. Nos ayuda un montón un matrimonio de unos sesenta años. Él sube ligero con su mastín (creo, no sé mucho de razas de perro) mientras nos cuenta que la semana pasada estuvo subiendo el Aneto. Ella lleva peor ritmo, así como yo. La verdad es que durante todo el día notamos un buen rollo estupendo entre todo el mundo que, como nosotros, quería disfrutar de la montaña.




Animándonos mutuamente alcanzamos el Bancal del Moro, algo así el cuello/pecho del gigante dormido del Puig Campana. Hemos ascendido unos 400 metros en apenas 1,5 kilómetros infernales. No queda mucho, la cima ya se ve a nuestra izquierda. Desde aquí vemos un mar de nubes que apenas se abre para que distingamos alguna parte de La Vila Joiosa o la costa de Benidorm. ¡Vaya vistas!



Seguimos ascendiendo y no tardamos mucho en llegar a la cima. Mi compañero y yo nos abrazamos. No es el Everest, pero no tenemos nada que envidiar a Edmund Hillary. Os podéis imaginar las vistas a 1400 metros sobre el nivel del mar, literalmente, porque al sur, y buena parte del este y oeste vemos el Mediterráneo. A nuestras espaldas Aitana, el Ponoig, Bernia, y al fondo el Peñón de Ifach y el Montgó. 




Respiramos, bebemos agua, admiramos el paisaje, nos hacemos selfis, bromeamos con la familia y amigos por el Whatsapp y nos comemos un buen bocata. He aprendido la lección subiendo y sin muchas ganas me como también un plátano, que necesito toda la energía del mundo para recuperarme. Veinte minutos después de coronar nos apeamos de la cima. Queda la bajada… y vaya bajada. A mi compañero le surge un problema en sus botas y un grupo que ha venido de Benifaió nos dan una buena idea y podemos medio remediarlo.



La bajada hasta el Coll del Pouet es dura y las rodillas se van resintiendo. Hay mucha piedra suelta y las prisas nos obsequian con algún que otro resbalón sin ninguna consecuencia más allá del susto instantáneo. Precaución en el primer tramo, es decir, de la cima hasta el Bancal del Moro, porque la señalización no es muy buena. Con el track recuperamos enseguida la senda, pero podéis tener un susto. 




Una vez alcanzamos el cruce que enlaza con la ruta circular tomamos el camino que completará el circuito alrededor de la montaña, aunque el recorrido es más largo que volver sobre nuestros pasos. Enseguida llegamos a la Font de la Solsida, que está seca a pesar de haber llovido torrencialmente hace apenas dos semanas. Nos impresiona la hiedra que se agarra a la roca y que forma una especie de corazón.



Durante unos dos kilómetros, hasta la Cova del Cremat, el camino es muy fácil, bastante llano. Disfrutamos de la vista de Altea, L’Alfàs del Pi, el Albir, Serra Gelada, La Nucia y Benidorm. A partir de la citada Cova del Cremat la bajada es más pronunciada y las rodillas ya se resienten un poco por todo el cansancio acumulado. Seguimos la marcha hasta que alcanzamos la “civilización”, divisamos coches y casas. Llegamos al punto de partida, que a se convierte en meta.




Padres y madres del mundo, esta ruta de ninguna manera se la recomendamos a un niño. No sólo por la exigencia física, si no por el peligro que entrañan algunos tramos. Si queréis hacer únicamente la circular tanto mi amigo, también padre, como yo estuvimos de acuerdo en que como mínimo deberían de tener 12 años. Si lo que se quiere es llegar a la cima también coincidimos en que como mínimo deberían tener 16 años, si no mayor de edad directamente. 



Como los dos novatos que éramos en esta montaña, pagamos alguna novatada. Algo ya he contado: en primer lugar no comer adecuadamente. Por suerte llevaba en la mochila hidratos de carbono de absorción rápida, imprescindibles ante una bajada de glucosa o en caso de necesitar, como me ocurrió, un chute de energía de manera inmediata. A esa categoría pertenecen, por ejemplo, los frutos secos, alimentos con un alto contenido en azúcares o glucosa como chucherías, chocolate, etc., o la miel. En mi caso no me llevé ropa de cambio y una camiseta de repuesto me hubiera venido de perlas, ya que la que llevaba estaba empapada de sudor y estaba incómodo. La próxima vez no faltará un rollo de cinta americana, que nos pueden solventar algún imprevisto con el calzado o la ropa. Sin embargo sí que lo hicimos perfecto, o casi, con la hidratación, ya que llevábamos entre 2,5 y 3 litros de líquido, fundamentalmente agua, pero también refrescos y zumos envasados. Tampoco viene mal un bastón de trekking para ayudar en las zonas más complicadas.



Durante el ascenso una pregunta restallaba en mi cabeza: "¿Merece la pena?" La respuesta es sí. Pude cumplir un reto pendiente durante décadas, fui capaz de hacer un esfuerzo enorme y no me rendí. Vi paisajes increíbles que están a unos kilómetros de mi casa y desconocía por completo. ¿Volveremos? Sin lugar a dudas, pero esperad a que me olvide de estas agujetas. 

sábado, 28 de septiembre de 2019

RECOMENDACIONES PARA ELEGIR UN ÁLBUM DIGITAL

Que una imagen vale más que mil palabras es algo que todos, más o menos, tenemos interiorizado. Dicen los expertos en la materia que el 50% del cerebro está destinado al procesamiento visual, lo que supone un enorme porcentaje, y al mismo tiempo da cuenta de la importancia de la visión. 


En 2017 se subían más de 300 millones de fotografías al día a Facebook y 95 millones a Instagram. Lo que supone, sólo en estas dos redes sociales, 144.175 millones de fotos en un año. Súmale, otros años, las que se compartieron por otras redes sociales como WhatsApp o Flickr, o las que olvidaron en tarjetas de memoria y discos duros. Dicen, también los que saben de esto, que en las pocas décadas de uso de la fotografía digital se ha superado el número de fotografías que se tomaron en el siglo y medio de fotografía analógica. 


Me pongo de ejemplo: en el año 1998, para visitar la Exposición Universal de Lisboa (y la propia capital portuguesa) me llevé tres carretes de fotos para mi cámara compacta. Aunque no lo recuerdo bien, probablemente fueran de 36 fotos (aunque el más común era de 24 fotos, ISO 100). Es decir, poco más de 100 disparos para cuatro o cinco días de viaje. Este verano en cinco días de vacaciones hice, con la cámara del teléfono móvil, más de 500 fotos. Evidentemente que no necesitemos pagar por cada carrete y cada revelado han liberalizado el acto de tomar una foto, que ahora es una herramienta, ¿quién no ha sacado una foto del coche en el parking para recordar la plaza donde está aparcado? 


Me atrevo a citar al fotógrafo y teórico Joan Fontcuberta, que cree que la era de la fotografía ha muerto para entrar en la postfotografía
La fotografía ha perdido sus valores fundamentales como anclaje histórico: la verdad, la memoria y el archivo.¿Lo podemos entonces llamar fotografía? Desde una perspectiva sociológica y cultural es distinto, también tecnológicamente es otra cosa. Usamos las fotos digitales no tanto para recordar como para comunicar algo, como un lenguaje más. Cuando hacemos una del grupo con el que estamos comiendo y se la enviamos al familiar ausente, lo importante no es el contenido, sino que éste permite conectar con un grupo en la distancia. Es decir, no reemplaza la función de las fotos de antes, sino que sustituye una llamada telefónica, un mensaje o una carta para decirle a alguien que te acuerdas de él.

¿Qué ocurrirá con todas esas fotos digitales? ¿Se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia? Un número enorme sí, evidentemente. A pesar de que las almacenemos en dispositivos más o menos seguros como tarjetas de memoria, DVDs, discos duros externos, o la nube, tarde o temprano pueden dejar de funcionar. La solución pasa por volver al pasado e imprimir las fotos, pero no con el formato que usábamos hace unos años, sino a través de los álbumes digitales. 


A pesar del nombre, los álbumes digitales son álbumes de papel, pero en vez de pegar las fotos en una hoja, magnética o no, se hace una composición gracias a un programa informático y se hace una impresión digital. La ventaja es la limpieza y acabado de los álbumes, que suele ser muy bueno y 100% personalizable. Supongo que muchos sabrán de lo que hablo porque han adquirido alguno. Nosotros realizamos uno cada año desde que nació nuestro primer hijo, momento en el que nos dimos cuenta de que todas esos archivos digitales podían perderse, y con ellos nuestra memoria familiar. 


Normalmente vamos buscando ofertas en páginas como Groupon, donde cada cierto tiempo aparecen ofertas jugosas para este producto. La verdad es que hemos probado varias marcas y la calidad suele ser bastante buena y el resultando satisfactorio. Después de 10 álbumes digitales, algo hemos aprendido.


La última marca que hemos probado ha sido Saal, que tiene un programa de fidelización por el que te aplican un descuento de 40€ por probar uno de sus álbumes digitales. Aparte hay que pagar los gastos de envío, y con esos 40 € obtienes un número de páginas más que decente. He de decir que el álbum digital de Saal nos ha sorprendido muy gratamente porque tiene una calidad superior. Nada más recibirlo, y solo por el tacto, ya notamos un acabado superior. Al abrirlo vimos que la definición de la impresión era fantástica, con colores nítidos y brillantes. El gramaje (peso) del papel es superior a otros álbumes y se nota. 


Tiene multitud de posibilidades para elegir, tanto en formato, tapa dura o símil de piel de varios colores, acabado en brillo o mate, y posibilidad de escoger una caja para guardarlo y conservarlo en perfectas condiciones. En nuestro caso escogimos un acabado mate y tapa dura. El programa para maquetar el álbum es bastante intuitivo y permite una gran variedad de efectos para personalizar el álbum, nosotros escogimos unas decoraciones con bloques de Lego, algo que pega mucho con nuestros hijos. Tiene un "modo automático" pero no nos gustó porque recortaba de más algunas fotos. 


Os recomendamos que busquéis esta oferta en redes sociales. La calidad es excelente y merece muchísimo la pena, la diferencia se nota. Es bastante probable que nosotros repitamos con Saal en nuestro siguiente álbum digital.