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sábado, 28 de septiembre de 2019

RECOMENDACIONES PARA ELEGIR UN ÁLBUM DIGITAL

Que una imagen vale más que mil palabras es algo que todos, más o menos, tenemos interiorizado. Dicen los expertos en la materia que el 50% del cerebro está destinado al procesamiento visual, lo que supone un enorme porcentaje, y al mismo tiempo da cuenta de la importancia de la visión. 


En 2017 se subían más de 300 millones de fotografías al día a Facebook y 95 millones a Instagram. Lo que supone, sólo en estas dos redes sociales, 144.175 millones de fotos en un año. Súmale, otros años, las que se compartieron por otras redes sociales como WhatsApp o Flickr, o las que olvidaron en tarjetas de memoria y discos duros. Dicen, también los que saben de esto, que en las pocas décadas de uso de la fotografía digital se ha superado el número de fotografías que se tomaron en el siglo y medio de fotografía analógica. 


Me pongo de ejemplo: en el año 1998, para visitar la Exposición Universal de Lisboa (y la propia capital portuguesa) me llevé tres carretes de fotos para mi cámara compacta. Aunque no lo recuerdo bien, probablemente fueran de 36 fotos (aunque el más común era de 24 fotos, ISO 100). Es decir, poco más de 100 disparos para cuatro o cinco días de viaje. Este verano en cinco días de vacaciones hice, con la cámara del teléfono móvil, más de 500 fotos. Evidentemente que no necesitemos pagar por cada carrete y cada revelado han liberalizado el acto de tomar una foto, que ahora es una herramienta, ¿quién no ha sacado una foto del coche en el parking para recordar la plaza donde está aparcado? 


Me atrevo a citar al fotógrafo y teórico Joan Fontcuberta, que cree que la era de la fotografía ha muerto para entrar en la postfotografía
La fotografía ha perdido sus valores fundamentales como anclaje histórico: la verdad, la memoria y el archivo.¿Lo podemos entonces llamar fotografía? Desde una perspectiva sociológica y cultural es distinto, también tecnológicamente es otra cosa. Usamos las fotos digitales no tanto para recordar como para comunicar algo, como un lenguaje más. Cuando hacemos una del grupo con el que estamos comiendo y se la enviamos al familiar ausente, lo importante no es el contenido, sino que éste permite conectar con un grupo en la distancia. Es decir, no reemplaza la función de las fotos de antes, sino que sustituye una llamada telefónica, un mensaje o una carta para decirle a alguien que te acuerdas de él.

¿Qué ocurrirá con todas esas fotos digitales? ¿Se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia? Un número enorme sí, evidentemente. A pesar de que las almacenemos en dispositivos más o menos seguros como tarjetas de memoria, DVDs, discos duros externos, o la nube, tarde o temprano pueden dejar de funcionar. La solución pasa por volver al pasado e imprimir las fotos, pero no con el formato que usábamos hace unos años, sino a través de los álbumes digitales. 


A pesar del nombre, los álbumes digitales son álbumes de papel, pero en vez de pegar las fotos en una hoja, magnética o no, se hace una composición gracias a un programa informático y se hace una impresión digital. La ventaja es la limpieza y acabado de los álbumes, que suele ser muy bueno y 100% personalizable. Supongo que muchos sabrán de lo que hablo porque han adquirido alguno. Nosotros realizamos uno cada año desde que nació nuestro primer hijo, momento en el que nos dimos cuenta de que todas esos archivos digitales podían perderse, y con ellos nuestra memoria familiar. 


Normalmente vamos buscando ofertas en páginas como Groupon, donde cada cierto tiempo aparecen ofertas jugosas para este producto. La verdad es que hemos probado varias marcas y la calidad suele ser bastante buena y el resultando satisfactorio. Después de 10 álbumes digitales, algo hemos aprendido.


La última marca que hemos probado ha sido Saal, que tiene un programa de fidelización por el que te aplican un descuento de 40€ por probar uno de sus álbumes digitales. Aparte hay que pagar los gastos de envío, y con esos 40 € obtienes un número de páginas más que decente. He de decir que el álbum digital de Saal nos ha sorprendido muy gratamente porque tiene una calidad superior. Nada más recibirlo, y solo por el tacto, ya notamos un acabado superior. Al abrirlo vimos que la definición de la impresión era fantástica, con colores nítidos y brillantes. El gramaje (peso) del papel es superior a otros álbumes y se nota. 


Tiene multitud de posibilidades para elegir, tanto en formato, tapa dura o símil de piel de varios colores, acabado en brillo o mate, y posibilidad de escoger una caja para guardarlo y conservarlo en perfectas condiciones. En nuestro caso escogimos un acabado mate y tapa dura. El programa para maquetar el álbum es bastante intuitivo y permite una gran variedad de efectos para personalizar el álbum, nosotros escogimos unas decoraciones con bloques de Lego, algo que pega mucho con nuestros hijos. Tiene un "modo automático" pero no nos gustó porque recortaba de más algunas fotos. 


Os recomendamos que busquéis esta oferta en redes sociales. La calidad es excelente y merece muchísimo la pena, la diferencia se nota. Es bastante probable que nosotros repitamos con Saal en nuestro siguiente álbum digital.