miércoles, 18 de septiembre de 2019

GLADIADORES EN EL ANFITEATRO DE TARRACO

Había llegado el gran día. Prisco estaba completamente concentrado. Cerró los ojos un instante y oyó de fondo el rumor del mar. Entonces avisaron. Salían a la arena. Al salir el sol le cegó un segundo y se ayudó de su antebrazo izquierdo para poder ver algo. 12.000 personas les jaleaban, el rugido era ensordecedor. Prisco sonrió al comprender que el momento había llegado, era gladiador y se estrenaba en Tarraco.


Tarraco, la actual Tarragona, fue una de las ciudades más importantes del Imperio Romano. Desde el año 197 a.C. se convirtió, primero, en la capital de la Hispania Citerior y, posteriormente, de la Tarraconensis. Durante siete siglos su esplendor brilló. Su importancia explica que fuera una de las ciudades romanas donde convivían los tres edificios dedicados al ocio en su época, el teatro, el circo y el anfiteatro. En esta ocasión vamos a contaros nuestra visita al anfiteatro.


El anfiteatro era el edificio donde se representaban los combates de los gladiadores, los munera, y las venationes, los combates con fieras. A pesar de la leyenda, no todos eran a muerte, pero un gladiador podía ganarse muy bien la vida y eran admirados como auténticas estrellas. El anfiteatro más famoso es el Coliseo romano, aunque su nombre original es Anfiteatro Flavio, en honor del emperador bajo el que se construyó. El más antiguo conocido es el de Pompeya, que carece de muchas de las estancias que vamos a ver a continuación.


En cuanto al anfiteatro de Tarraco, se construyó a finales del s. II d.C y durante el siguiente siglo fue sometido a reformas por parte de Heliogábalo, que lo dejó escrito en una inscripción que rodeaba el edificio y de la que se conservan fragmentos. Estaba situado fuera de las murallas de la ciudad, en una zona cercana a la playa y junto a la Vía Augusta, la calzada que conectaba Roma con Gades (actual Cádiz) casi en paralelo al mar Mediterráneo. Esta ubicación tendría una función política, para resaltar la importancia tanto de la ciudad como del propio edificio. 


Con unas medidas de 109,5 m x 86,5 podía albergar entre 12.000 y 16.000, dependiendo de la fuente que consultemos. Aprovecharon parte de la roca para excavar una parte del graderío, levantando otra parte de las gradas mediante obra. En ocasiones podía desplegarse un toldo (velarium) que protegería a los espectadores del sol.


En la cavea (graderío) se puede observar perfectamente los muros que servían de separación entre los diferentes niveles, cada uno reservado a una clase social. Cuanto más cerca se estaba de la arena, el espectador pertenecía a una clase más alta. En el centro de la grada más cercana al mar, bajo un gran arco, estaría el palco, la "zona VIP" del anfiteatro, donde estaría el mandatario de la ciudad. 


En Tarraco también es muy visible el foso, que estaría cubierto por una tarima de madera y bajo el cual se podían mover gladiadores o fieras que aparecían en la arena a través de trampillas, lo que añadía un elemento sorpresa al espectáculo. Si habéis visto Gladiator sabéis de qué estamos hablando. En un lateral del foso se encontró un santuario dedicado a Némesis, la diosa protectora de los gladiadores. Se conserva una copia de una pintura de esta deidad, el original está en el Museo Arqueológico de Tarragona


Desde que el anfiteatro dejó de tener uso, tras la caída del Imperio, sus distintos elementos constructivos (sillares, columnas, etc.) fueron reutilizados para nuevas construcciones. En la misma arena del anfiteatro se construyó, y se conservan los restos, una basílica visigoda en el s. VI sobre la que se construyó una iglesia románica en el siglo XII, al finalizar la época musulmana. Cabe destacar que en la arena del anfiteatro fueron quemados vivos el 21 de enero del 259 Fructuoso, Aurigio y Eulogio, que fueron canonizados por la Iglesia Católica como mártires. 


Parte del buen estado del anfiteatro de Tarraco proviene de la reconstrucción que se realizó entre los años 1970 y 1973, que nos ha permitido ver gran parte de los elementos que componían este edificio, como los vomitorios (entradas a las gradas) o la Porta Triumphalis (Puerta Triunfal) por la que salían los vencedores tras ser aclamados. En el año 2000 el conjunto de los restos arqueológicos de Tarraco fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Llegar al anfiteatro es muy fácil, hay numerosas indicaciones y podemos pasear previamente por el Parque del Anfiteatro, un jardín donde, además, hay pequeños espacios con plantas típicas del mundo romano, como la vid, el romero, o el espliego, con las consiguientes explicaciones. Este parque, que está en terrazas, cuenta en su parte superior con un bar que hace las veces de mirador. Desde el parque se ve perfectamente todo el anfiteatro, pero si tenéis oportunidad no dejéis de bajar a visitarlo. Eso sí, los carros y sillas de ruedas tienen bastante difícil su acceso a la arena.


En cuanto a precios la entrada individual cuesta 3,30 €, la entrada conjunta a todos los recintos que gestiona el Museo Arqueológico de Tarragona son 11,05 €, y si solo queremos visitar 4 recintos serán 7,40 €. Existe una bonificación para pensionistas y jubilados, desempleados, estudiantes mayores de 16 años, discapacitados y familias monoparentales, que pagarían 1,70, 5,50 y 3,65 respectivamente. Las familias numerosas se supone que tienen un precio reducido, pero es el mismo que las entradas sin bonificar. Por suerte nos pudimos beneficiar de la gratuidad de las entradas a menores de 16 años y para los visitantes de Port Aventura (¡llevad siempre las entradas encima!).

Por último recomendaros que visitéis el anfiteatro los viernes y sábado de agosto, ya que podréis ver el espectáculo Anfiteatrum, que narra una historia con Tarraco y su anfiteatro como protagonistas y recrea una lucha entre gladiadores. Si no podéis descargaros una aplicación gratuita para el móvil, IMAGEEN, que permite mediante realidad virtual visualizar en 360º el anfiteatro y asistir a una lucha entre gladiadores. ¡Vuestros hijos alucinarán!

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