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domingo, 8 de diciembre de 2019

7 JUEGOS DE MESA PARA DIVERTIROS EN FAMILIA

Las Navidades asoman por la esquinita. Las ciudades ya se preparan, instalando luces decorativas y belenes por doquier. Pero sobre todo los comercios, que parece que cada vez adelantan más las ventas para estas fiestas. Por si fuera poco, los canales de televisión repiten machaconamente decenas de anuncios de juguetes, colonias y otros productos susceptibles de convertirse en regalo.


Uno de nuestros regalos favoritos, tanto en nuestra familia como para otras personas ajenas, son los juegos de mesa. Lejos de los más tradicionales como el parchís, la oca, el Trivial Pursuit, Risk o Monopoly, existen multitud de juegos que editan pequeñas empresas, que nada tienen que ver con las macro como MB, Hasbro, etc.


¿Por qué juegos de mesa? En primer lugar porque nos permite socializar en un ambiente lúdico. ¿Quién no añora esas tardes jugando en familia o con amigos a vuestros juegos favoritos? Por otra parte entrenan destrezas como la imaginación, la creación de estrategias o la resistencia a la frustración, puesto que a veces ganas y otras pierdes. Estas destrezas que entrenan los niños (y los adultos) en un entorno divertido nos permiten estar preparados para la vida real (donde no podemos volver a la casilla de salida).

A continuación os presentamos una serie de juegos menos conocidos por el gran público pero que nos parecen magníficos para jugar en familia:

MONZA: Un juego de mesa divertido, con una mecánica fácil y con partidas rápidas. Lo fabrica Haba, una marca alemana de juegos educativos. Por el nombre habrás deducido que tiene algo que ver con las carreras. Efectivamente, nuestro objetivo es llegar a la meta los primeros con nuestro coche. Para ello se lanzan seis dados de colores y avanzaremos según los colores de la pista. Esto nos permite establecer estrategias con los colores para avanzar más o menos. Aunque la edad recomendada sea a partir de 5 años, nuestro hijo pequeño, con 4 años, ya juega con nosotros.


DIXIT: Uno de los juegos de mesa más bonitos con los que os podéis encontrar. Creado por Jean-Louis Roubira, el juego consiste en adivinar una carta a partir de cierta pista. Todas las cartas del juego son diferentes y tienen sugerentes (y preciosas) ilustraciones que cada jugador puede interpretar de un modo distinto. Ahí radica gran parte del éxito de este juego que ha obtenido varios premios internacionales.


LA DANZA DEL HUEVO: Otro juego de Haba. En esta ocasión necesitaremos tener una habitación grande para jugar ya que habrá que correr y buscar huevos de goma que botan. Sí, de ahí proviene el nombre de un juego muy divertido, donde se pondrá a prueba la agilidad de los jugadores. Altamente recomendado para niños pequeños, que se lo pasarán pipa intentando que los huevos no se les caigan del cuello, entre las piernas, etc.


JUNGLE SPEED: Aunque nosotros tenemos una, ejem, versión del juego, el contenido y las reglas son las mismas. Hay un mazo de cartas con dibujos geométricos en cuatro colores distintos. En el centro de la mesa se coloca un tótem. Si dos o más jugadores destapan una carta que coincide en dibujo o color (depende del caso) deberán coger el tótem el primero. Un juego de velocidad y cierta picardía.


SPEED CUPS: Otro juego donde la velocidad de los jugadores es un valor fundamental. Cada uno tiene cinco cubiletes, rojo, azul, verde, amarillo y negro, y debe de imitar la posición que aparece en las cartas que se van destapando. Quien primero lo hace debe de hacer sonar un timbre que se coloca en el centro. Los reflejos son imprescindibles en este juego si quieres ganar.


CÓDIGO 13+1: En este juego los niños se van a meter en la piel de unos agentes secretos y van a intentar descifrar un código secreto para alcanzar la cámara acorazada del museo. Para conseguirlo van a contar con el arma más eficaz jamás creada: las matemáticas. Sí, con este juego los niños (y los adultos) repasarán las operaciones aritméticas básicas: sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Aunque pueda parecer un poco rollaco, los niños se lo pasan muy bien, sin darse excesiva cuenta de que están repasando mates. Otro juego creado por la alemana Haba, que sí, nos gusta mucho.


AVENTUREROS AL TREN: Desde que este juego creado por Alan R. Moon viera la luz en 2004, se ha convertido en un clásico entre los clásicos. Su sencilla mecánica, intentar conectar dos ciudades con el convoy más largo posible, ha seducido a jugadores de todo el mundo. En esta ocasión os traemos el juego de cartas, que carece de tablero y fichas, pero por el contrario, es mucho más ágil y mucho más fácil de llevar, algo ideal para los viajes y vacaciones. Esta versión es una más de las muchas que se han lanzado de este juego, que recorre el planeta al compás de chacachá.


Con estos juegos analizados hemos intentado abarcar un espectro lo más amplio posible acorde a la edad de nuestros hijos, entre 4 y 10 años. Aunque alguno de los juegos roza la línea del rol, creemos que es un tema tan absolutamente amplio (y apasionante) que dentro de un tiempo le dedicaremos un artículo. Esperamos que estas recomendaciones os puedan ser útiles y que si no tenéis listos los regalos para Papá Noel y/o Reyes Magos, podamos guiaros. 

viernes, 18 de octubre de 2019

UN PASEO PARA CONOCER EL PARQUE CENTRAL DE VALENCIA

En la primera mitad del s. XIX un nuevo medio de transporte irrumpió para cambiar la forma en la que se viajaba y, ya que estábamos, se encargó de transformar las ciudades. El ferrocarril acercó distancias y sus raíles abrieron nuevos horizontes. Se crearon edificios (en algunos casos maravillosos) para que los pasajeros subieran y bajaran de los trenes y para otras actividades necesarias en la actividad ferroviaria. Pero cuando las ciudades empezaron a crecer el ferrocarril creó brechas.



Valencia no fue una excepción a esta historia. El tren llegó en 1851 y desde entonces fue parte fundamental de la ciudad. No en vano la Estación del Norte (aún en activo desde su inauguración en 1917) es uno de los edificios más representativos y bonitos de la ciudad. Con la mejora de las técnicas constructivas, que realizan túneles pasantes atravesando bajo tierra las poblaciones, y el traslado de talleres y almacenes a las actuales periferias, las zonas antes ocupadas por las vías han quedado sin uso.



En este sentido, en Valencia, se está llevando a cabo una importante transformación urbanística que va a permitir en los próximos años recuperar un espacio público para que la ciudadanía disfrute, y que donde antes existía una brecha ahora haya nuevas conexiones.



El Parque Central es el último parque que se ha abierto en Valencia, a finales de 2018, junto a las calles Filipinas, la plaza de Manuel Sanchis Guarner y el paso elevado de la Avenida de Giorgeta, al oeste del barrio de Ruzafa. Ocupa una superficie triangular que hasta hace muy poco ocupaban las instalaciones de servicios ferroviarios (talleres, almacenes, vías) que poco a poco se han trasladado o concentrando junto a las cercanas estaciones del Norte y Joaquín Sorolla.



Precisamente los antiguos edificios ferroviarios, muchos ideados por el arquitecto valenciano Demetrio Ribes, autor de la Estación del Norte de Valencia, y sus homónimas en Madrid (Príncipe Pío) y Barcelona, salpican este parque y se reutilizarán para equipar al barrio con diversos usos sociales, culturales y deportivos. El progresivo soterramiento de las vías ampliará la superficie del parque y transformará profundamente esta parte de la ciudad.


Uno de los grandes protagonistas de este parque es el agua, que aparece en numerosos puntos de este parque, con la idea inspirada por el poema de Ausiàs March “Aigua plena de seny" (agua llena de sensatez). Por una parque en estanques que rinden homenaje a líneas de tren que a lo largo del tiempo han ido desapareciendo, pero también circula por canales a modo de acequias (un elemento muy importante en Valencia) y en fuentes donde, a pesar de la prohibición de baño, se usan para mitigar los calores.


Pero siendo un parque los elementos vegetales también tienen una importante presencia. Se dividen en tres tipos de jardines, por una parte el Jardín de la Huerta, donde abundan plantas aromáticas y árboles frutales; por otra el Jardín Romántico, donde toma preeminencia el diseño y la función ornamental de la planta; por último el Jardín de las Flores, con un buen número de distintas clases de flores.



Si solo fuera un parque con fuentes y vegetación sería un poco aburrido, pero esto no ocurre aquí ya que cuenta con una zona de juegos infantiles y dos amplias praderas, una con dos rocódromos y otra donde se permite que haya perros. Un espacio en el que puede disfrutar toda la familia.




El Parque Central además de ser un espacio magnífico para el esparcimiento narra la historia del ferrocarril, un transporte que nos encanta a los románticos y que después de un declive ha resurgido por su sostenibilidad y rapidez frente al transporte por carretera o el avión. Diseñado por la paisajista estadounidense Kathryn Gustafson, que ganó un concurso internacional, seguro que os gustará tanto como a nosotros.

martes, 8 de octubre de 2019

EN LA CIMA DEL PUIG CAMPANA

Hace un montón de años, más de veinte, se me metió en el cuerpo el gusanillo del senderismo. Cada cierto tiempo con un grupo de amigos nos íbamos a andar por la montaña. Por circunstancias de la vida durante estos años no lo he podido practicar tanto como me hubiese gustado, pero si seguís el blog veréis que poco a poco recupero algo junto a mis hijos, a ver si les contagio. En todo este tiempo siempre tuve un reto en mente, llegar a la cima del Puig Campana



El Puig Campana es una montaña mágica. Situada en el término municipal de Finestrat, sus 1.406 metros de altura son visibles desde Altea a, prácticamente, Alicante. Además su silueta ha dado pie a varias leyendas, que sitúan en su “tajo” el origen de la isla de Benidorm. (Spoiler: la isla de Benidorm es una prolongación subterránea de la Serra Gelada [Sierra Helada]) 



Así que cuando un amigo me propuso subir a la cima de este gigante no me lo pensé ni medio minuto. A las 8 de la mañana de un domingo estábamos en el parking que hay a los pies de esta montaña, en el paraje conocido como Font del Molí, en Finestrat, donde hay un área recreativa. Llegar es fácil, las indicaciones están claras desde la costa, ya sea Benidorm, la Cala de Finestrat o La Vila Joiosa




La ruta para ascender es la denominada “circular del Puig Campana” que tiene un desvío por la cara norte hacia la cima. Esta es la manera “fácil” de llegar. Y entrecomillo fácil porque no lo es en absoluto. Valiente de mí hubiera dicho que mi forma física era de 6-7 sobre 10. Si es de 3/10 me puedo dar con un canto entre los dientes. Pero hay quien asciende por el denominado “kilómetro vertical” un camino pedregoso (no en vano se le llama “la pedrera”), peligroso y con una pendiente sólo apta para deportistas muy, pero que muy preparados. 



Aunque la señalización es bastante buena puesto que se sigue el PR-CV 289, que se suele hacer en sentido de las agujas del reloj, no está de más que os descarguéis un track GPS. Yo os recomiendo el de Fran Mercader, del blog “Más allá de la ciudad”, ya que es bastante buena, y se acerca bastante a lo que hicimos, incluido el tiempo total, unas 6 horas.




El primer tramo sin ser muy duro sí que tiene un principio explosivo sin parar de ascender hasta que se llega al Volador. Primera parada para beber un poco de agua y admirar las vistas. Todavía está amaneciendo y la Sierra de Aitana, que la tenemos justo enfrente se tiñe de un tono rojizo. Aunque el día es claro hay nubes bajas y algún banco de niebla matinal. Hasta aquí el camino nos ha deparado una ruta preciosa entre una vegetación que ha estallado por las últimas lluvias y este otoño que está arrastrando el verano.


En este punto nos adentraremos en la umbría, la cara norte, por lo que la vegetación cambia llenándose de pinos en un magnífico bosque mediterráneo. El terreno no tiene una pendiente tan pronunciada y podemos admirar el paisaje. Tanto mi compañero como yo no paramos de exclamar ”¡qué pasada!”, “¡qué maravilla!”, ya que esta es la “cara oculta” del Puig Campana respecto a Benidorm. Pronto llegamos al refugio José Manuel Vera, una caseta hecha con chapas que en el interior tiene una mesa de picnic con sus bancos y unos camastros en litera, vamos, lo básico si te pilla la noche o una tormenta de repente. Se nota que está viejuno, pero nos lo temíamos muchísimo peor. Aquí aprovecharemos para hacer una parada técnica, almorzar y beber. Estamos a punto de encarar la subida.



Apenas en unos minutos llegamos al Coll del Pouet. En este cruce una señal indica los caminos que podemos coger. Nuestro objetivo es la cima del Puig Campana. Empieza la fiesta. El sol ya calienta. Por primera vez nos ponemos las gafas de sol y la gorra. El camino pronto picará hacia arriba y se volverá pedregoso. Sin lugar a dudas esto es lo peor hasta que coronemos. La ascensión es dura, muy dura, y más de una vez te pasa por la cabeza dar media vuelta. Puede que mi error fuera no alimentarme bien, ya que tras comerme una de las barritas de cereales que llevo “por si acaso” y beber bastante agua, mi cuerpo responde con nuevas fuerzas.




En algún momento echamos de menos una señalización más clara, pero nos encontramos a bastante gente y enganchamos con un par de grupos que también suben. Nos ayuda un montón un matrimonio de unos sesenta años. Él sube ligero con su mastín (creo, no sé mucho de razas de perro) mientras nos cuenta que la semana pasada estuvo subiendo el Aneto. Ella lleva peor ritmo, así como yo. La verdad es que durante todo el día notamos un buen rollo estupendo entre todo el mundo que, como nosotros, quería disfrutar de la montaña.




Animándonos mutuamente alcanzamos el Bancal del Moro, algo así el cuello/pecho del gigante dormido del Puig Campana. Hemos ascendido unos 400 metros en apenas 1,5 kilómetros infernales. No queda mucho, la cima ya se ve a nuestra izquierda. Desde aquí vemos un mar de nubes que apenas se abre para que distingamos alguna parte de La Vila Joiosa o la costa de Benidorm. ¡Vaya vistas!



Seguimos ascendiendo y no tardamos mucho en llegar a la cima. Mi compañero y yo nos abrazamos. No es el Everest, pero no tenemos nada que envidiar a Edmund Hillary. Os podéis imaginar las vistas a 1400 metros sobre el nivel del mar, literalmente, porque al sur, y buena parte del este y oeste vemos el Mediterráneo. A nuestras espaldas Aitana, el Ponoig, Bernia, y al fondo el Peñón de Ifach y el Montgó. 




Respiramos, bebemos agua, admiramos el paisaje, nos hacemos selfis, bromeamos con la familia y amigos por el Whatsapp y nos comemos un buen bocata. He aprendido la lección subiendo y sin muchas ganas me como también un plátano, que necesito toda la energía del mundo para recuperarme. Veinte minutos después de coronar nos apeamos de la cima. Queda la bajada… y vaya bajada. A mi compañero le surge un problema en sus botas y un grupo que ha venido de Benifaió nos dan una buena idea y podemos medio remediarlo.



La bajada hasta el Coll del Pouet es dura y las rodillas se van resintiendo. Hay mucha piedra suelta y las prisas nos obsequian con algún que otro resbalón sin ninguna consecuencia más allá del susto instantáneo. Precaución en el primer tramo, es decir, de la cima hasta el Bancal del Moro, porque la señalización no es muy buena. Con el track recuperamos enseguida la senda, pero podéis tener un susto. 




Una vez alcanzamos el cruce que enlaza con la ruta circular tomamos el camino que completará el circuito alrededor de la montaña, aunque el recorrido es más largo que volver sobre nuestros pasos. Enseguida llegamos a la Font de la Solsida, que está seca a pesar de haber llovido torrencialmente hace apenas dos semanas. Nos impresiona la hiedra que se agarra a la roca y que forma una especie de corazón.



Durante unos dos kilómetros, hasta la Cova del Cremat, el camino es muy fácil, bastante llano. Disfrutamos de la vista de Altea, L’Alfàs del Pi, el Albir, Serra Gelada, La Nucia y Benidorm. A partir de la citada Cova del Cremat la bajada es más pronunciada y las rodillas ya se resienten un poco por todo el cansancio acumulado. Seguimos la marcha hasta que alcanzamos la “civilización”, divisamos coches y casas. Llegamos al punto de partida, que a se convierte en meta.




Padres y madres del mundo, esta ruta de ninguna manera se la recomendamos a un niño. No sólo por la exigencia física, si no por el peligro que entrañan algunos tramos. Si queréis hacer únicamente la circular tanto mi amigo, también padre, como yo estuvimos de acuerdo en que como mínimo deberían de tener 12 años. Si lo que se quiere es llegar a la cima también coincidimos en que como mínimo deberían tener 16 años, si no mayor de edad directamente. 



Como los dos novatos que éramos en esta montaña, pagamos alguna novatada. Algo ya he contado: en primer lugar no comer adecuadamente. Por suerte llevaba en la mochila hidratos de carbono de absorción rápida, imprescindibles ante una bajada de glucosa o en caso de necesitar, como me ocurrió, un chute de energía de manera inmediata. A esa categoría pertenecen, por ejemplo, los frutos secos, alimentos con un alto contenido en azúcares o glucosa como chucherías, chocolate, etc., o la miel. En mi caso no me llevé ropa de cambio y una camiseta de repuesto me hubiera venido de perlas, ya que la que llevaba estaba empapada de sudor y estaba incómodo. La próxima vez no faltará un rollo de cinta americana, que nos pueden solventar algún imprevisto con el calzado o la ropa. Sin embargo sí que lo hicimos perfecto, o casi, con la hidratación, ya que llevábamos entre 2,5 y 3 litros de líquido, fundamentalmente agua, pero también refrescos y zumos envasados. Tampoco viene mal un bastón de trekking para ayudar en las zonas más complicadas.



Durante el ascenso una pregunta restallaba en mi cabeza: "¿Merece la pena?" La respuesta es sí. Pude cumplir un reto pendiente durante décadas, fui capaz de hacer un esfuerzo enorme y no me rendí. Vi paisajes increíbles que están a unos kilómetros de mi casa y desconocía por completo. ¿Volveremos? Sin lugar a dudas, pero esperad a que me olvide de estas agujetas. 

sábado, 28 de septiembre de 2019

RECOMENDACIONES PARA ELEGIR UN ÁLBUM DIGITAL

Que una imagen vale más que mil palabras es algo que todos, más o menos, tenemos interiorizado. Dicen los expertos en la materia que el 50% del cerebro está destinado al procesamiento visual, lo que supone un enorme porcentaje, y al mismo tiempo da cuenta de la importancia de la visión. 


En 2017 se subían más de 300 millones de fotografías al día a Facebook y 95 millones a Instagram. Lo que supone, sólo en estas dos redes sociales, 144.175 millones de fotos en un año. Súmale, otros años, las que se compartieron por otras redes sociales como WhatsApp o Flickr, o las que olvidaron en tarjetas de memoria y discos duros. Dicen, también los que saben de esto, que en las pocas décadas de uso de la fotografía digital se ha superado el número de fotografías que se tomaron en el siglo y medio de fotografía analógica. 


Me pongo de ejemplo: en el año 1998, para visitar la Exposición Universal de Lisboa (y la propia capital portuguesa) me llevé tres carretes de fotos para mi cámara compacta. Aunque no lo recuerdo bien, probablemente fueran de 36 fotos (aunque el más común era de 24 fotos, ISO 100). Es decir, poco más de 100 disparos para cuatro o cinco días de viaje. Este verano en cinco días de vacaciones hice, con la cámara del teléfono móvil, más de 500 fotos. Evidentemente que no necesitemos pagar por cada carrete y cada revelado han liberalizado el acto de tomar una foto, que ahora es una herramienta, ¿quién no ha sacado una foto del coche en el parking para recordar la plaza donde está aparcado? 


Me atrevo a citar al fotógrafo y teórico Joan Fontcuberta, que cree que la era de la fotografía ha muerto para entrar en la postfotografía
La fotografía ha perdido sus valores fundamentales como anclaje histórico: la verdad, la memoria y el archivo.¿Lo podemos entonces llamar fotografía? Desde una perspectiva sociológica y cultural es distinto, también tecnológicamente es otra cosa. Usamos las fotos digitales no tanto para recordar como para comunicar algo, como un lenguaje más. Cuando hacemos una del grupo con el que estamos comiendo y se la enviamos al familiar ausente, lo importante no es el contenido, sino que éste permite conectar con un grupo en la distancia. Es decir, no reemplaza la función de las fotos de antes, sino que sustituye una llamada telefónica, un mensaje o una carta para decirle a alguien que te acuerdas de él.

¿Qué ocurrirá con todas esas fotos digitales? ¿Se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia? Un número enorme sí, evidentemente. A pesar de que las almacenemos en dispositivos más o menos seguros como tarjetas de memoria, DVDs, discos duros externos, o la nube, tarde o temprano pueden dejar de funcionar. La solución pasa por volver al pasado e imprimir las fotos, pero no con el formato que usábamos hace unos años, sino a través de los álbumes digitales. 


A pesar del nombre, los álbumes digitales son álbumes de papel, pero en vez de pegar las fotos en una hoja, magnética o no, se hace una composición gracias a un programa informático y se hace una impresión digital. La ventaja es la limpieza y acabado de los álbumes, que suele ser muy bueno y 100% personalizable. Supongo que muchos sabrán de lo que hablo porque han adquirido alguno. Nosotros realizamos uno cada año desde que nació nuestro primer hijo, momento en el que nos dimos cuenta de que todas esos archivos digitales podían perderse, y con ellos nuestra memoria familiar. 


Normalmente vamos buscando ofertas en páginas como Groupon, donde cada cierto tiempo aparecen ofertas jugosas para este producto. La verdad es que hemos probado varias marcas y la calidad suele ser bastante buena y el resultando satisfactorio. Después de 10 álbumes digitales, algo hemos aprendido.


La última marca que hemos probado ha sido Saal, que tiene un programa de fidelización por el que te aplican un descuento de 40€ por probar uno de sus álbumes digitales. Aparte hay que pagar los gastos de envío, y con esos 40 € obtienes un número de páginas más que decente. He de decir que el álbum digital de Saal nos ha sorprendido muy gratamente porque tiene una calidad superior. Nada más recibirlo, y solo por el tacto, ya notamos un acabado superior. Al abrirlo vimos que la definición de la impresión era fantástica, con colores nítidos y brillantes. El gramaje (peso) del papel es superior a otros álbumes y se nota. 


Tiene multitud de posibilidades para elegir, tanto en formato, tapa dura o símil de piel de varios colores, acabado en brillo o mate, y posibilidad de escoger una caja para guardarlo y conservarlo en perfectas condiciones. En nuestro caso escogimos un acabado mate y tapa dura. El programa para maquetar el álbum es bastante intuitivo y permite una gran variedad de efectos para personalizar el álbum, nosotros escogimos unas decoraciones con bloques de Lego, algo que pega mucho con nuestros hijos. Tiene un "modo automático" pero no nos gustó porque recortaba de más algunas fotos. 


Os recomendamos que busquéis esta oferta en redes sociales. La calidad es excelente y merece muchísimo la pena, la diferencia se nota. Es bastante probable que nosotros repitamos con Saal en nuestro siguiente álbum digital.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

GLADIADORES EN EL ANFITEATRO DE TARRACO

Había llegado el gran día. Prisco estaba completamente concentrado. Cerró los ojos un instante y oyó de fondo el rumor del mar. Entonces avisaron. Salían a la arena. Al salir el sol le cegó un segundo y se ayudó de su antebrazo izquierdo para poder ver algo. 12.000 personas les jaleaban, el rugido era ensordecedor. Prisco sonrió al comprender que el momento había llegado, era gladiador y se estrenaba en Tarraco.


Tarraco, la actual Tarragona, fue una de las ciudades más importantes del Imperio Romano. Desde el año 197 a.C. se convirtió, primero, en la capital de la Hispania Citerior y, posteriormente, de la Tarraconensis. Durante siete siglos su esplendor brilló. Su importancia explica que fuera una de las ciudades romanas donde convivían los tres edificios dedicados al ocio en su época, el teatro, el circo y el anfiteatro. En esta ocasión vamos a contaros nuestra visita al anfiteatro.


El anfiteatro era el edificio donde se representaban los combates de los gladiadores, los munera, y las venationes, los combates con fieras. A pesar de la leyenda, no todos eran a muerte, pero un gladiador podía ganarse muy bien la vida y eran admirados como auténticas estrellas. El anfiteatro más famoso es el Coliseo romano, aunque su nombre original es Anfiteatro Flavio, en honor del emperador bajo el que se construyó. El más antiguo conocido es el de Pompeya, que carece de muchas de las estancias que vamos a ver a continuación.


En cuanto al anfiteatro de Tarraco, se construyó a finales del s. II d.C y durante el siguiente siglo fue sometido a reformas por parte de Heliogábalo, que lo dejó escrito en una inscripción que rodeaba el edificio y de la que se conservan fragmentos. Estaba situado fuera de las murallas de la ciudad, en una zona cercana a la playa y junto a la Vía Augusta, la calzada que conectaba Roma con Gades (actual Cádiz) casi en paralelo al mar Mediterráneo. Esta ubicación tendría una función política, para resaltar la importancia tanto de la ciudad como del propio edificio. 


Con unas medidas de 109,5 m x 86,5 podía albergar entre 12.000 y 16.000, dependiendo de la fuente que consultemos. Aprovecharon parte de la roca para excavar una parte del graderío, levantando otra parte de las gradas mediante obra. En ocasiones podía desplegarse un toldo (velarium) que protegería a los espectadores del sol.


En la cavea (graderío) se puede observar perfectamente los muros que servían de separación entre los diferentes niveles, cada uno reservado a una clase social. Cuanto más cerca se estaba de la arena, el espectador pertenecía a una clase más alta. En el centro de la grada más cercana al mar, bajo un gran arco, estaría el palco, la "zona VIP" del anfiteatro, donde estaría el mandatario de la ciudad. 


En Tarraco también es muy visible el foso, que estaría cubierto por una tarima de madera y bajo el cual se podían mover gladiadores o fieras que aparecían en la arena a través de trampillas, lo que añadía un elemento sorpresa al espectáculo. Si habéis visto Gladiator sabéis de qué estamos hablando. En un lateral del foso se encontró un santuario dedicado a Némesis, la diosa protectora de los gladiadores. Se conserva una copia de una pintura de esta deidad, el original está en el Museo Arqueológico de Tarragona


Desde que el anfiteatro dejó de tener uso, tras la caída del Imperio, sus distintos elementos constructivos (sillares, columnas, etc.) fueron reutilizados para nuevas construcciones. En la misma arena del anfiteatro se construyó, y se conservan los restos, una basílica visigoda en el s. VI sobre la que se construyó una iglesia románica en el siglo XII, al finalizar la época musulmana. Cabe destacar que en la arena del anfiteatro fueron quemados vivos el 21 de enero del 259 Fructuoso, Aurigio y Eulogio, que fueron canonizados por la Iglesia Católica como mártires. 


Parte del buen estado del anfiteatro de Tarraco proviene de la reconstrucción que se realizó entre los años 1970 y 1973, que nos ha permitido ver gran parte de los elementos que componían este edificio, como los vomitorios (entradas a las gradas) o la Porta Triumphalis (Puerta Triunfal) por la que salían los vencedores tras ser aclamados. En el año 2000 el conjunto de los restos arqueológicos de Tarraco fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Llegar al anfiteatro es muy fácil, hay numerosas indicaciones y podemos pasear previamente por el Parque del Anfiteatro, un jardín donde, además, hay pequeños espacios con plantas típicas del mundo romano, como la vid, el romero, o el espliego, con las consiguientes explicaciones. Este parque, que está en terrazas, cuenta en su parte superior con un bar que hace las veces de mirador. Desde el parque se ve perfectamente todo el anfiteatro, pero si tenéis oportunidad no dejéis de bajar a visitarlo. Eso sí, los carros y sillas de ruedas tienen bastante difícil su acceso a la arena.


En cuanto a precios la entrada individual cuesta 3,30 €, la entrada conjunta a todos los recintos que gestiona el Museo Arqueológico de Tarragona son 11,05 €, y si solo queremos visitar 4 recintos serán 7,40 €. Existe una bonificación para pensionistas y jubilados, desempleados, estudiantes mayores de 16 años, discapacitados y familias monoparentales, que pagarían 1,70, 5,50 y 3,65 respectivamente. Las familias numerosas se supone que tienen un precio reducido, pero es el mismo que las entradas sin bonificar. Por suerte nos pudimos beneficiar de la gratuidad de las entradas a menores de 16 años y para los visitantes de Port Aventura (¡llevad siempre las entradas encima!).

Por último recomendaros que visitéis el anfiteatro los viernes y sábado de agosto, ya que podréis ver el espectáculo Anfiteatrum, que narra una historia con Tarraco y su anfiteatro como protagonistas y recrea una lucha entre gladiadores. Si no podéis descargaros una aplicación gratuita para el móvil, IMAGEEN, que permite mediante realidad virtual visualizar en 360º el anfiteatro y asistir a una lucha entre gladiadores. ¡Vuestros hijos alucinarán!

domingo, 8 de septiembre de 2019

LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DÍAS HOY

Si existe un viaje que ha excitado la imaginación de todo el mundo desde 1872 ese ha sido "La vuelta al mundo en 80 días". No hay viajero que se precie que no haya soñado con emular a Fogg. Y si en la década de los 80 fuisteis niños, son inolvidables las tardes de bocata de foie gras o nocilla recorriendo el mundo teniendo de compañeros de viaje a Picaporte y Tico. 


Supongo que conocéis la historia: Phileas Fogg es un caballero inglés que comentando en el Reform Club una noticia que afirma que se puede realizar un viaje alrededor del mundo en solo 80 días, se viene muy arriba y acepta una apuesta en la que se compromete a cumplir el viaje en ese plazo. 


Meditando acerca de este argumento, hace poco me pregunté: ¿sería posible hoy dar la vuelta al mundo en 80 días? La respuesta inmediata es sí. Y si me apuras diría que incluso se puede dar la vuelta al mundo en 80 horas. La pregunta correcta es si se podría dar la vuelta al mundo en 80 días emulando lo imaginado por Julio Verne.


Parte de este artículo surge del último curso, ya que en el colegio de nuestros hijos el tema global sobre el que han pivotado diversas actividades ha sido La vuelta la mundo en 80 días, y hemos tenido una buena dosis de Willy Fogg, fiestas, disfraces y trabajos escolares, como cuadernos de viaje, con la excusa de la novela de Verne.

Ahora vamos a ver si ganar la apuesta sería posible. Os adelanto que he buscado medios de transporte lo más parecido posible a los que usa Fogg, es decir, tren y barco en su mayoría, sin tocar un solo avión. Algún taxi o metro para trasladarnos de un puerto a una estación, como transporte más moderno. Tampoco usaremos elefante ni trineo, imaginamos que las líneas férreas que estaban construyendo a mitad del s. XIX ya las han finalizado. Para vuestra desazón, no rescataremos a ninguna princesa india. Y también os adelanto un dato muy importante: Fogg estaba podrido de dinero.



Saldremos de Londres el miércoles 2 de octubre (casualmente este año coincide  que el 2 de octubre es miércoles también). Para hacerlo lo más fielmente posible a la novela de Verne, la salida será a las 20:01, 44 minutos antes que Fogg, pero no hay otro horario. El billete nos costará 47,96 libras (unos 52€) y el tren tardará 2 h y 16 m en llegar a Gare du Nord de París desde Saint Pancras. Puesto que llegaríamos de noche, pernoctaremos en la capital parisina. 


Jueves 3 de octubre: Salimos de París rumbo a Turín en tren, de la misma Gare du Nord. Si viajamos en 1ª el billete serán 69 €, si viajamos en 2ª nos costará 39 €. Salimos a las 10:37, que tampoco hay que pegarse un palizón. y tras 5h y 43 m, a las 16:20, llegamos a Porta Susa. Tendremos que esperar hasta las 18:05 para salir rumbo a Brindisi. Hay que hacer trasbordo en Milán y de allí viajaremos toda la noche hasta Brindisi en tren cama. Cada billete cuesta 92,35 €.


Viernes 4 de octubre (día 2). Son las 8:01 y acabamos de llegar a Brindisi. Nos dirigiremos al puerto. Y nos topamos con la primera dificultad y diferencia respecto a la novela de Verne. No existe una línea marítima que haga esta ruta, por lo que la haremos con un velero que hemos alquilado (unos 600 €/dia). El velero tiene 15 m de eslora por lo que la velocidad media está en algo más de 9 nudos. Tras 4 días y 7 horas llegamos a Port Said, en el extremo mediterráneo del Canal de Suez. Como son las 16:00, en un rato se va a poner el sol, y no podemos navegar por el Canal de noche, pernoctaremos aquí (bueno, en Port Fouad, en la otra ribera). 

Miércoles 9 de octubre (día 7): Amanece a eso de las 6:00 y tenemos la suerte de que seamos el primer yate en zarpar. Entorno a las 16:00 llegaremos a Suez, donde desembarcaremos para embarcar a la mañana siguiente en un crucero que nos llevará, tras 13 días de navegación hasta BombayEn esta parte del viaje utilizaremos un poco de fantasía, alguna licencia deberíamos de permitirnos, y tampoco creo que Verne fuera muy fidedigno al narrar las aventuras de Fogg. Si zarparamos de Port Said, siempre y cuando la naviera nos dejara realizar el crucero parcialmente, seguramente podríamos realizarlo. La mayoría hace la travesía inversa, de Bombay (Mumbai) hacia el Mediterráneo, además hacen escala en Dubai, lo que retrasa el viaje al menos 5 días más.



Miércoles 23 de octubre (día 21): Ya estamos en Bombay. Hay gente everywhere, ya lo dice Rajesh Koothrapali “¡Es como una convención de cómics en la que todo va disfrazado igual, de indio!” Para imitar a Fogg tomaremos un tren en dirección a Calcuta (Kolkata en inglés). Aunque hay varias opciones, tomaremos el Superfast que sale a las 21:30 de la estación Chhatrapati Shivaji, anteriormente conocida como Estación Victoria (en honor a la reina británica) y declarada Patrimonio de la Humanidad. Tras 38 horas y media de viaje (y 38,50 €) cruzando la India de oeste a este, llegaremos a la estación de Howrah, el complejo ferroviario más antiguo y más grande del país. Ya que viajamos, hagámoslo bien. Llegamos a las 12 del mediodía a Calcuta, bueno, en realidad estamos en Howrah, Calcuta está en la otra orilla del río Hugli. Tardaremos una hora y 7 minutos para llegar al puerto y proseguir nuestro viaje. 


Y aquí llega el gran problema de este viaje en la actualidad, la falta de enlace marítimo más o menos directo entre Calcuta y Hong Kong. Si echamos mano de la fantasía, una ruta podría ser ir en ferry desde Calcuta a Port Blair, una isla del archipiélago de Andamán, perteneciente a la India, al este del golfo de Bengala. Son 66 horas de travesía. De aquí deberíamos alcanzar Phuket, en Tailandia, en 2 días (en octubre este trayecto lo cubrirá el final de un crucero entre Ciudad del Cabo y Phuket; precio total del crucero: 4199 €). También se puede alquilar un yate entre los dos puertos. 


Desde Phuket enlazaríamos Yokohama con un crucero que conecta ambas ciudades partiendo desde Dubai, y tarda 17 días. Se fondea en Hong Kong, así que en puridad estaríamos cumpliendo con el recorrido de Fogg. Otras alternativas serían salir de Singapur a Yokohama, con escalas en Hong Kong y Shangai como en la obra de Verne tardando y en 14 días. Para salvar la distancia entre Phuket y Singapur hay un barco que completa el recorrido en 9 días. También hay un crucero que une Singapur y Hong Kong en 13 días, por 4269 € cada pasaje. De Hong kong a Yokohama necesitaríamos otros 8 días de navegación, desde 3000 euros. El total de días invertidos harían inviable completar la vuelta al mundo en 80 días, y eso teniendo en cuenta que deberían de ser todo transbordos directos. 


Desde Yokohama a San Francisco existe un crucero que tarda 28 días en completar el recorrido porque va caboteando por toda la costa oeste desde Alaska, pasando por Canadá, hasta California. El pasaje cuenta 3589 €, y lo más importante, perderíamos la apuesta. Una alternativa es alcanzar Seattle desde Yokohama (tarda 14 días) y desde Seattle llegar a San Francisco. En barco son 5 días, en tren 23 horas y media.

En la novela de Verne, Phileas Fogg tomaba un tren desde San Francisco hasta Chicago y de ahí a Nueva York, con la pega que en Nebraska le sorprende una nevada y debe salvar los 300 kilómetros que separa Kearny de Omaha en un trineo tirado por perros. Es bastante complicado eso suceda en la actualidad (a menos que sea una autovía española, claro) así que viajaremos de costa a costa de Estados Unidos tal y como lo hizo Fogg. La ruta es muy sencilla, ya que Amtrak, la principal operadora ferroviaria estadounidense une San Francisco (Emeryville) con Chicago con un tren diario en la ruta denominada California Zephyr que tarda 51 y 20 minutos. Saliendo a las 9:10 h. y llegando a las 14:50 dos días después (ambas en horario local). A las 21:30 saldremos de Chicago rumbo a New York, en el Lake Shore Limited. En 19 horas llegaremos a NY, a las 18:35 (hora local). En cuatro días hemos atravesado todo Estados Unidos. 


Estamos en la recta final del viaje. De Nueva York viajaremos en barco hasta Southampton. Pero no un barco cualquiera, si no en el Queen Mary 2, uno de los transatlánticos más grandes y lujosos del mundo. 8 días de travesía, si no nos topamos con ningún iceberg por el camino, por unos 1.400 €. Llegaremos a las 6:30 al puerto y en unos 12 minutos, en taxi, llegaremos a la estación de tren. El próximo convoy tardará cerca de hora y media en llegar a la estación londinense de Waterloo (el billete cuesta 44,80 libras, unos 49 €). De ahí solo nos queda ir al Reform Club... y cobrar la apuesta.


En el mejor de los casos hemos tardado:


- De Londres a Suez por el Monte Cenis y Brindisi, ferrocarril y vapores: 6 días (frente a 7 en la novela) 
- De Suez a Bombay, vapores: 14 días (18 en la novela) 
- De Bombay a Calcuta, ferrocarril: 2 días (8 en la novela) 
- De Calcula a Yokomaha por Phuket, Singapur, Hong Kong y Shangai, en barco: 22 días (en la novela son dos etapas, por una parte de Calcuta a Hong Kong (China), en vapores durante 13 días; y de Hong Kong a Yokohama (Japón), en vapor: otros 6 días; 19 en total)
- De Yokohama a San Francisco, vapor: 19 días (22 en la novela) 
- De San Francisco a Nueva York, ferrocarril: 4 días (7 en la novela) 
- De Nueva York a Londres, vapor y ferrocarril: 8 días (9 en la novela)
TOTAL: 75 días


Con esto se pueden extraer varias conclusiones: 

- La novela de Verne es ficción. ¿Era posible dar la vuelta al mundo en 80 días en 1872? Puede que sí, pero parece más una idea teórica que lo que suponía hacerlo en realidad. 
- Dar la vuelta al mundo tal y como hace Fogg saliendo de repente de casa es imposible. En momentos puntuales, como por ejemplo con los trenes, es posible comprar un billete sobre la marcha ya que las reservas online hacen milagros respecto a la compra de billetes hace apenas unos años. Pero en lo concerniente a los barcos es absolutamente imposible, máxime con nuestra licencia de coger un crucero a mitad de recorrido, los permisos necesarios y sus plazos lo hacen inviable sin contar con cierta antelación. 
- Si nos propusiéramos hacer la vuelta al mundo en 80 días (o menos) por la ruta de Fogg deberíamos hacer un tremendo desembolso económico, además que de en ningún momento viajaríamos al sur del ecuador.
- Mientras que los trenes sí que han experimentado una notable mejora en el último siglo y medio, al menos en la velocidad de ciertas líneas, los tiempos de navegación no han experimentado una mejora similar. Evidentemente la alternativa a la navegación es el avión.
- De hecho sólo mejoramos en 5 días el tiempo de viaje en 1872. El motivo es el "atasco" en Asia, entre Calcuta y Hong Kong/Yokohama.
- El recorrido atraviesa regiones del mundo donde hay una tremenda inestabilidad política y social. En el sudeste asiático se practica la piratería, en el mar Rojo hay bastante tensión a cuenta del petróleo y en Hong Kong hay manifestaciones más o menos pacíficas, por ejemplo. En 1872, Fogg viaja por buena parte del Imperio Británico.
- Tras toda la investigación que he realizado para escribir este artículo aún tengo más ganas locas de emular a Fogg.