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domingo, 28 de febrero de 2021

ALTEA, UNA PERLA EN EL MEDITERRÁNEO

En la costa de Alicante, bañada por el mar Mediterráneo se encuentra la villa de Altea. Una población que ha sido desde hace décadas refugio de bohemios y hippies y que cada año recibe más visitantes dispuestos a dejarse llevar por esas callejuelas repletas de casas pintadas de blanco. 


Aunque a simple vista no lo parezca es una localidad muy turística. Pero es un turismo menos masivo que el de la vecina Benidorm, un turismo más tranquilo. De este modo puede disfrutarse durante todo el año, aunque es en verano cuando esta ciudad está en plena ebullición. 

Podemos dividir el casco urbano de Altea en dos partes: la franja litoral y la parte antigua, que se sitúa en una colina que corona la Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, que es la patrona de Altea. La visita la vamos a empezar precisamente por aquí, por todo lo alto. 

El centro histórico


Si vais con vuestro vehículo seguid las indicaciones que desde la carretera N-332 (que atraviesa todo el casco urbano de Altea) indican "poble antic" (pueblo antiguo), Palau Altea o Universidad Miguel Hernández. En la parte más elevada de Altea hay suficiente aparcamiento. Si no siempre podéis acudir en autobús o con el TRAM, que os deja en pleno centro de la ciudad.

Probablemente el haber sido refugio de numerosos artistas que, bien veranearon en Altea, bien residieron temporadas en la ciudad, hizo que la Universidad Miguel Hernández estableciera aquí su facultad de Bellas Artes. Esta universidad que tiene su sede en Elche, cuenta con campus en otras localidades de la provincia de Alicante, como Sant Joan d'Alacant y Orihuela.

Lo más seguro es que desde el aparcamiento desemboquéis en la calle San Miguel, que lleva a la plaza de la Iglesia. Esta es la calle que sale en el 90% de las fotos que veréis de Altea. Nosotros no íbamos a ser menos, por supuesto. Su suelo empedrado, sus paredes encaladas, sus macetas con flores, sus tiendas. Es de esas calles encantadoras por las que nos gustaría pasear a cualquier hora. 


Nuestro destino lo guían las dos cúpulas de la Iglesia del Consuelo, que son el símbolo más reconocido de Altea. Tanto que es su marca. Cubiertas de cerámica vidriada de azul cobalto con decoración geométrica en blanco. La plaza está rodeada de bares y cafeterías donde sus terrazas son invitan a sentarnos y tomar algo. Pero antes vamos a acercarnos a dos de los miradores. En primer lugar a nuestra derecha, donde veremos parte de la bahía de Altea con el puerto y, al fondo, El Albir y la Sierra Helada

Si nos dirigimos justo enfrente de la puerta de la Iglesia y bajamos por las callejuelas hasta llegar a la calle Bonavista (buena vista, en castellano), nos encontraremos con el denominado Mirador Blanco. Desde aquí podremos observar una vista panorámica de la costa alteana, desde el Peñón de Ifach de la vecina Calpe, al noreste, hasta la Sierra Helada. El nombre lo toma de las paredes de las casas que nos rodean. 


El frente litoral de Altea es, precisamente, nuestra próxima parada. Para llegar aquí lo mejor es callejear por el centro de la ciudad. Hay varios puntos interesantes si vamos zigzagueando. La Plaza del Agua, la Plaza de la Cruz, o la avenida Rei Jaume I, una de las más importantes de Altea, ya que tiene muchos servicios y se ubica la Casa Consistorial.  

Las playas y calas de Altea


Altea cuenta con un total de 7 playas y calas. Predominan las piedras, lo que puede ser más o menos incómodo para sus usuarios. De sur a norte, la primera playa que encontramos es la de Cap Blanc (cabo blanco), que se extiende como continuación de la playa del Albir hasta el puerto de Altea. La erosión ha hecho que gran parte de la playa haya desaparecido, amenazando seriamente la carretera litoral que une Altea con El Albir. Queda un buen tramo disfrutable junto al Albir, y otro más pequeño junto al puerto. La playa más conocida de Altea es la de La Rada, que discurre por el tramo urbano, al norte del puerto de Altea. A contianuación hay un tramo sin playa, pero donde se puede disfrutar del paseo marítimo, con sus decenas de bares y restaurantes.

Tras el tramo donde no existe playa, encontramos la playa de l'Espigó(n), la más nueva, conseguida tras la regeneración de esta parte de la costa. El límite entre esta playa y la de Cap Negret (cabo negruzco) es la desembocadura del río Algar, un río corto pero bastante conocido por su nacimiento, las Fuentes del Algar, en la vecina Callosa d'En Sarrià. El color oscuro del afloramiento volcánico en Cap Negret, da nombre a esta playa. 

La desembocadura del río Algar es un sitio muy chulo para visitar con los niños. Principalmente por su interés natural, ya que hay especies de aves marinas que habitan aquí, y de vez en cuando se dejan ver especies que están migrando. Hay una ruta senderista circular que recorre el último tramo de este río. A lo largo del camino hay carteles con indicaciones acerca de la flora y fauna que podemos ver en este lugar. Es una ruta muy facilita, especialmente para los niños. 

Ya fuera del casco urbano de Altea encontramos, además de Cap Negret, la cala del Soio, la playa de l'Olla, denominada así porque enfrente tiene el islote de La Olla, un peñasco en el mar que parece que tiene forma de este utensilio de cocina. En esta playa se dispara el sábado más cercano a la festividad de San Lorenzo (10 de agosto) un espectacular castillo de fuegos artificiales, el Castell de L'Olla, que reúne a miles de espectadores cada año. Fiesta de Interés Turístico Autonómico, si queréis verlo deberéis reservar todo el día, porque no es fácil llegar a última hora.

Junto a la playa de l'Olla se encuentra Villa Gadea, una antigua villa de recreo construida en el s. XIX por Vicente Gadea, que fue rector de la Universidad de Valencia. En los últimos años ha tenido varios usos, desde sede de un Centro Internacional de la Música de la  UNESCO a capilla para la celebración de ceremonias de matrimonio. 

Las últimas playas que encontraremos son la de La Solsida y la del Mascarat. El Mascarat es una de las zonas más peculiares de Altea. Además de la cala es un cañón que separa los términos municipales de Altea y Calpe. Hay varios puentes que salvan esta zona, tanto para el ferrocarril como para la N-332, mientras que la autopista AP-7 lo atraviesa con un túnel. Hay algún puente en desuso que se utilizó para realizar puenting hace años. Por la base del cañón discurre una ruta senderista, no muy larga, que se ha puesto de moda en las últimas semanas (o eso nos parece a tenor de las fotos que vemos en Instagram). La ruta puede alargarse por el cercano Morro de Toix, pero no se recomienda para niños. Dice la leyenda que el curioso nombre de esta zona proviene de un bandolero, "El Mascarat" (el enmascarado) que atacaba en esta zona por su estrechez, ideal para emboscadas. Aquí también encontraremos un puerto deportivo, denominado Puerto Greenwich, ya que el Meridiano 0 pasa por este punto.

Un poco antes, siguiendo la carretera N-332 en dirección a Calpe, tras una de las numerosas curvas de este tramo, nos encontraremos con una de las sorpresas que esconde esta zona. Estamos hablando de la Iglesia Ortodoxa Arcángel San Miguel. Por su aspecto parece que la hayan trasladado desde la mismísima Rusia. Y más o menos es así. El promotor es un empresario ruso afincado en Altea, los materiales se importaron desde Rusia, y fue construida por obreros rusos. 


Solo nos quedaría por conocer una zona de Altea, la denominada Altea la Vella (Altea la Vieja). Es el núcleo de población primitivo de Altea. Separado unos kilómetros del casco urbano, se llega a través de una carretera que a ambos lados tiene huertos de nísperos y limoneros. Es un lugar muy tranquilo. Desde aquí se puede iniciar la ruta circular que recorre la sierra de Bèrnia, que vigila sin cesar a Altea. 

Por último, volviendo al casco histórico de Altea, vamos a citar uno de los restos de lo que pudo ser una importante infraestructura hidráulica. Es el acueducto dels Arcs (los Arcos, vaya, que original) situado en la partida del mismo nombre, a espaldas del Club de Tenis. Solo se conservan tres pilares de sillares irregulares y mortero. Algunos expertos creen que podría haber servido para llevar agua del río Algar a la Villa Romana del Albir, un importante centro económico en esta zona, y que ya vimos en otro post. 

Queda reseñar que en Altea se come muy bien, y sería un pecado no darse una vuelta por cualquiera de sus restaurantes. La especialidad de la zona son los arroces, especialmente los marineros, que cuentan con una magnífica materia prima. Ca Joan, cerca de la playa de L'Olla, el Cantó de Palasiet, o el restaurante del Club Náutico, son buenos ejemplos. Si buscáis una cocina más vanguardista, cerca de la iglesia del Consuelo está Oustau. Por otro lado, en la calle San Miguel se encuentra la pastelería De Sabors, donde trabajan con chocolate belga y mantequilla traída directamente de Francia. 

Como veis Altea merece una visita. Ya sea para pasar el día, o una temporada, ofrece un montón de recursos para toda la familia. Además cuenta con numerosas opciones muy cerca, tanto en el vecino Benidorm, como en El Albir, Calpe o Callosa d'En Sarrià. Durante todo el año es un destino perfecto para aquellos viajeros que busquen tranquilidad. ¿No os parece? Pues será mejor que no os lo perdáis.