No es la primera vez que comentamos que la provincia de Teruel es una de las más chulas de España y al mismo tiempo una de las más desconocidas. Su cercanía a la Comunidad Valenciana hace que hayamos ido varias veces y que cada vez nos guste más. En esta ocasión vamos a recomendaros dos municipios que, por su nombre, podría parecer que tanto monta, monta tanto, pero cada uno tiene sus características especiales que las hacen singulares. Son Mora de Rubielos y Rubielos de Mora.
Nosotros comenzamos la visita desde nuestro “campamento base” situado en el camping Casa Fausto en Formiche Alto del que ya os hablamos en otro artículo. Después de pasar por El Castellar, y de tener el segundo susto en este pueblo con nuestro coche, y decidir que nunca más volveríamos a pisar este bello municipio, cogimos la carretera que nos dirigía a Mora de Rubielos. Es una carretera secundaria de esas que ya no quedan con el firme en algunos puntos en bastante mal estado y una cobertura telefónica bastante deficiente, algo que no tranquiliza mucho después de haber tenido un susto con el coche que se quedó en nada pero podía haber sido bastante serio.
Empezamos por su Iglesia. Dedicada a Santa María, demuestra la importancia que tuvo Mora hace unos cuantos siglos. De estilo gótico pleno, su impresionante puerta, que nos recuerda otras como en la Catedral de Valencia o la de Morella, nos invita a entrar. El interior es ancho pero bastante desnudo. La decoración más importante la encontramos en el altar y en el coro, donde se sitúa el órgano. Tuvimos la gran suerte de coincidir con un visita guiada que estaba realizando un colaborador del templo (que no un sacerdote) y que conocía bastante bien la historia del edificio. Acabó con la visita al claustro que se encuentra en bastante mal estado y no se puede visitar habitualmente. Hubo incluso un momento para historias dignas de Iker Jimenez...
Aprovechad la visita a Rubielos para entrar en sus tiendas y descubrir los productos de la tierra que ofrecen, en especial los embutidos, la miel y la trufa negra, que se localiza en estas montañas y que son un verdadero manjar. El pueblo os invita a que no tengáis prisa, a que disfrutéis olvidando por un tiempo aquello que arrastramos en nuestro día a día. La oferta la complementan varios museos y una subsede de Dinópolis, Región Ambarina, que está sobre un antiguo lago fosilizado, de los pocos que hay en todo el mundo, en el que se ha encontrado ámbar fósil (¿recordáis Jurassic Park?).