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jueves, 28 de enero de 2021

DISFRUTANDO DEL ÁREA RECREATIVA DE LA FONT DE PARTEGAT

A los pies de la Sierra de Aitana, en el municipio alicantino de Benifato se encuentra el área recreativa de la Font de Partegat. A poco más de 1.000 msnm, esta es una de las zonas más bonitas y sorprendentes de la provincia de Alicante. Sobre todo porque a unos 25 kilómetros tienes las playas de Benidorm, El Albir o Altea, y puedes pasar de un paisaje casi de alta montaña al mar en poco tiempo.

También es posible que encontréis otros nombres como “Partegàs”, “Partagat” o “Partegaz”. Pero si en la fuente que da nombre a este lugar pone “Partegat” pues así nos referiremos a ella. Esta fuente es la que nos dará la bienvenida. Sus tres caños vierten agua fresca que surge de Aitana. No está potabilizada, pero tampoco tiene una prohibición explícita de consumo. Yo no lo aconsejaría, pero vuestro criterio. A pesar de que en la placa pone 1935, esta placa tiene unos dos años. Lo que no implica que se canalizara en ese año. A continuación el agua discurre por un canal secundado por unas escaleras a ambos lados.   

Quizás os suene esta área recreativa. Si recordáis, hace poco publicamos un post sobre la ruta senderista a la cima de Aitana. Bien, la ruta comienza en este punto. Hay un aparcamiento bastante amplio y se puede descansar en sus mesas una vez se concluye la ruta.

Para llegar hay que dirigirse hacia Benifato por la carretera CV-70, bien desde Alcoi, bien desde Benidorm. Si llegáis desde Alcoi preparaos para las curvas, así que si algún miembro de la familia se marea no vayáis muy deprisa. En el km. 28 está el desvío hacia Benifato. Tras tomarlo, a unos 350 metros se abre un camino a mano derecha, antes de entrar en el casco urbano de Benifato. Empieza un ascenso de unos 4 kms. por un camino que tiene tramos perfectamente asfaltados y otros que no merecen ni el nombre de camino, totalmente bacheados. 


A nosotros nos gusta mucho esta área recreativa y, al menos una vez al año, solemos ir a hacer un picnic. Aunque el área recreativa pincha en el tema de que carece de juegos infantiles (columpios, para entendernos) tiene muchísimo espacio y los niños pueden jugar con bastante libertad. Además solo por el paisaje ya merece la pena llegar hasta aquí.


Podríamos dividir esta área recreativa en dos partes. En primer lugar una zona totalmente despejada, donde hay varias mesas de picnic y dos zonas para realizar fuego. Las mesas de picnic son de piedra y tienen una capacidad de hasta seis personas. Respecto a la zona de fuegos, recordamos que si está prohibido no os empeñéis. Podéis ocasionar un desastre medioambiental. Por eso nosotros solemos optar por bocatas y tuppers para comer.


La otra zona es una arboleda, no demasiado grande pero sí bastante espesa. Los árboles son de hoja caduca, así que si queremos verlo en todo su esplendor habrá que ir en primavera o verano. A nosotros nos recuerda a los bosques de los cuentos clásicos donde el lobo, o la bruja, acecha a los inocentes niños protagonistas. Cruza un arrollito que es el que desemboca en la fuente. Entre las dos zonas hay un edificio que hace poco han remodelado, que contiene los servicios (aunque no suelen estar abiertos) y lo que creemos que son almacenes. 


Lo más impresionante de la Font de Partegat es el paisaje que rodea este lugar. El área recreativa se encuentra en una especie de circo que se forma al estar rodeado de paredes casi verticales. Recuerda, en cierto modo, a otros paisajes de alta montaña y la verdad es que impresiona bastante.

Cada época es especial para visitar la Font de Partegat porque se pueden observar los cambios que cada estación del año aplica al paisaje. También en verano, ya que es una zona muy fresca y os podréis librar, en parte, del asfixiante calor que suele hacer en esta zona y, como ya hemos comentado, los árboles tienen todas las hojas de su follaje.

Uno de los grandes atractivos es visitar la Font del Partegat en invierno, cuando ha nevado. No es extraño que al menos una vez cada invierno llegue a nevar. Nosotros quisimos verlo con las abundantes nieves que trajo el ya famoso temporal Filomena. Sí, aquí también nevó, y bastante. Tanto que una semana después seguía habiendo una buena cantidad de nieve.  

Bueno, nieve y sobre todo mucho hielo. Nosotros fuimos advertidos por Fran Mercader, del blog Más allá de la ciudad, de que era difícil llegar en coche hasta la Font del Partegat por las placas de hielo. Así que en cuanto vimos una aparcamos inmediatamente, a una distancia prudente. Pero había tanto hielo incluso andando era muy difícil llegar. No nos la jugamos, lo único que podíamos conseguir es fracturarnos algún hueso y colapsar aún más los centros hospitalarios.

Así que nos conformamos con andar hasta donde pudimos, apenas 200 metros. Nos hicimos unas fotos en un ambiente totalmente exótico para nosotros y nos volvimos al coche con sumo cuidado. Mejor prevenir que curar.

Así que ya sabéis, tanto como “campo base” para iniciar la ruta senderista a la cima de Aitana, como para pasar un rato agradable al aire libre en compañía de la familia y/o amigos, la Font del Partegat es un lugar estupendo. ¡Disfrutadlo!

martes, 8 de diciembre de 2020

ALPUENTE: TAN CERCA, TAN DESCONOCIDO

La actual situación de pandemia en la que las distintas autoridades han decretado diversos cierres perimetrales, ha hecho que tengamos que centrarnos en visitar, siempre que se pueda, lugares cercanos. El cierre perimetral de la Comunidad Valenciana nos llevó a buscar una escapada en los límites permitidos en nuestra comunidad autónoma. Así es como, grosso modo, fuimos a parar a Alpuente. 

Lo primero: Alpuente ha sido un descubrimiento mayúsculo. Nos ha fascinado, nos ha cautivado. Un lugar del que sabíamos muy poquito antes de reservar, apenas que había un museo paleontológico, pero que tiene un montón de actividades para toda la familia. Este municipio está en el interior de la provincia de Valencia, en la comarca de los Serranos, y su término municipal limita con Aragón, concretamente con la provincia de Teruel. Se notaba en el frío que hacía. 

Aunque la historia de Alpuente se remonta a los primeros asentamientos humanos en la Edad de Bronce, su momento de máximo esplendor viene de mano de la conquista musulmana. Alpuente llegó a dar nombre a uno de los reinos de taifas en los que se dividió el califato de Córdoba. Tras la reconquista cristiana por parte del rey aragonés Jaume I, Alpuente vive otro de sus momentos de máximo apogeo ya que cruzaba su casco un Camino Real por el que se comerciaba con trigo y lana y la lonja de Alpuente era muy importante en el comercio de estos productos.

Alpuente se encuentra en una depresión entre dos muelas, la del Castillo y la de San Cristóbal. El paisaje es absolutamente espectacular, con un cañón con unas paredes casi verticales por el que transcurre el río Reguero, un río de poco caudal y que es afluente del Tuéjar, que a su vez es afluente del Turia. Estas muelas están cubiertas por frondosos bosques de pinos que contrastan con los llanos donde hay extensos campos donde se cultivan cereales o viñas. De vez en cuando es posible ver alguno de los buitres que viven en este hábitat, un descubrimiento fabuloso por la enorme envergadura de esta ave.

En la parte superior de una de las dos muelas, la del Castillo, se localizan los restos del… (tachán) antiguo castillo de Alpuente. Esta fortificación se construyó alrededor del s. X, durante el Califato de Córdoba. Este castillo vigilaba el Camino Real, por lo que, como os hemos contado anteriormente, era muy importante para el comercio de productos esenciales. Una muralla rodeaba las estancias de este castillo y otra muralla guardaba la villa de Alpuente. La entrada principal del castillo era bastante inexpugnable, ya que estaba junto a un cortado y solo se podía acceder a través de un puente levadizo. 


El castillo fue reconstruido durante las primeras Guerras Carlistas, ya que Felipe V mandó derruirlo tras la Guerra de Sucesión en represalia por la falta de apoyo de Alpuente. Esta guerra, la Carlista, fue muy dura y el asedio a Alpuente y su castillo supuso la destrucción del 60% de la villa. Esto provocó que al finalizar esta guerra los propios alpontinos derruyeran los restos del castillo para evitar que otro ejército quisiera apostarse en este lugar en el futuro. Muerto el perro se acabó la rabia, pensarían.

La visita al castillo de Alpuente es gratuita y libre. Es cierto que quedan muy pocos restos. Lo más interesante son los antiguos aljibes, que se reconvirtieron en dormitorios por los carlistas y que pueden ser visitados. Hace poco también se ha restaurado y puesto en valor el área palatina y hay paneles explicativos. Pero si por algo merece la pena subir hasta el castillo es para disfrutar de las impresionantes vistas. Enseguida comprendimos porqué el castillo estaba donde estaba. Nosotros, además, tuvimos la suerte de ver un par de buitres volando. Para llegar arriba hay que subir por una escalera y cuesta muy empinada, por lo que preparaos para poner a prueba las piernas. Os recomendamos llevar calzado cómodo ya que hay partes un poco escarpadas y con tacones u otro calzado podría ser peligroso. 


A pesar del pasado islámico de Alpuente, la inmensa mayoría de los monumentos que se pueden visitar son posteriores a la reconquista cristiana. El más importante es la Torre de la Aljama que, a pesar de su origen islámico, se transformó profundamente en el s. XVI y posteriores. Hasta hace diez años alojaba la casa consistorial, incluido el antiguo Salón de Cortes, en el que los reyes de Aragón reunieron dos veces las Cortes. Generalmente lo hacían para pedir dinero. En sus bajos se encuentra temporalmente la Tourist Info. Aquí Jan os informará de todo lo que podéis hacer en Alpuente y sus alrededores.

Nosotros nos decidimos por realizar la denominada “Ruta de la Taifa”, a cargo del propio Jan. Esta visita guiada permite recorrer el centro de Alpuente e incluye visitar la Torre de la Aljama, el Museo Etnológico y el Museo Paleontológico. Tiene un coste de 5€ para adultos y 3€ para niños mayores de 4 años. Tiene una duración de unas 2h y cuarto y es muy interesante por la cantidad de secretos que esconde Alpuente. 

Entre el arranque del camino que lleva al Castillo y la Torre de la Aljama está la Iglesia de la Virgen de la Piedad, que no es la patrona de Alpuente. Es una iglesia de un gótico muy temprano. Si la rodeamos encontraremos un pequeño altar en el lugar donde se encontró la figura de la, ahora sí, patrona de Alpuente, la Virgen de la Consolación. La mayor parte del año se encuentra en la iglesia de la aldea de Corcolilla. Es una iglesia muy sencillita y su entorno está muy chulo. Si os fijáis en alguno de sus sillares descubriréis marcas de canteros, incluso metralla incrustada en tiempos de las Guerras Carlistas. 

El museo etnológico se encuentra junto a los restos de la muralla que rodeaba la villa de Alpuente. De esta infraestructura que medía unos 800 metros, quedan pocos restos, apenas unos lienzos de la muralla y las bases de algunas de las torres que servían para vigilar y defender la plaza. Esta muralla se ve mejor desde la CV-345, que en este punto a su paso por Alpuente se convierte en la calle San Blas. El museo etnológico, por su parte, se encuentra en un edificio construido en el s. XIV y aquí se situaba el horno comunal del pueblo. En este museo se explica la vida, sobre todo, durante el s. XX pero que podría también ser la forma de vida de los habitantes de Alpuente durante los últimos siglos. Es curioso ir con niños para ver su sorpresa ante aquellas labores agrícolas que los alpontinos intentaban poner en común para poder atender otras tareas y subsistir un poco mejor. No os perdáis la historia de los ataúdes comunales… y hasta aquí puedo leer, digo, contar.

Os acabamos de contar que los restos de la muralla se ven mejor desde la CV-345, pero otro punto fantástico es desde uno de los extremos del camino de los huertos medievales. Este paseo discurre entre los antiguos huertos que se situaban extramuros. Aunque no es un paseo muy largo (poco más de 500 metros), tendréis otra perspectiva del paisaje que rodea este municipio. Junto a los restos de la muralla se encuentra el antiguo lavadero, que era alimentado por las aguas que llevaba la Acequia Mayor. En realidad antes del lavadero pasaban por un abrevadero y un lavadero más pequeño destinado a los cacharros de la cocina y domésticos. El agua llegaba a Alpuente desde las fuentes Nueva y Marimacho (sic) gracias, en parte, al Acueducto de los Arcos, un acueducto medieval (sus arcos apuntados lo delatan) que está apenas a 2 kms del núcleo urbano de Alpuente y que estuvo en uso hasta los años 60, cuando se canalizó la conducción del agua.

Una de la actividades que más nos gustaron fue la visita al Museo Paleontológico de Alpuente. Es un museo pequeñito, ubicado en una antigua ermita del siglo XVI, hoy embutida entre otros edificios. Pero tiene una colección importante. Antes de que abriera sus puertas en 2006 los fósiles que se localizaban en esta zona se depositaban en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Esto ha hecho que este museo sea motivo de orgullo para los alpontinos. En esta zona se han localizado numerosos restos de tres tipos de dinosaurios: por una parte una especie de dinosaurio bípedo carnivoro, tipo T-Rex, para entendernos, pero de tamaño medio; un tipo de estegosaurio; y de un enorme herbívoro similar a los braquiosaurios. Al inicio de la visita un bonito y didáctico audiovisual contextualiza algunos conceptos sobre la época en la que vivieron estos maravillosos animales.

Pero no solo se han localizado huesos fosilizados en los yacimientos de Alpuente, ya que también se pueden visitar dos yacimientos de icnitas. Esto es, huellas que los dinosaurios dejaron marcadas en el fango y que han llegado petrificadas hasta nuestros días. Hace 140 millones de años, al igual que otras zonas de Cuenca, Teruel o Morella, aquí estaba la costa del mar de Tetis, antepasado del Mediterráneo. Uno de los yacimientos, el de Cañada París, se encuentra en un camino asfaltado que desemboca en la aldea de Corcolilla, y el otro también en Corcolilla, pero junto a la CV-345, en el kilómetro 7. Cuando visitéis este último os pedimos especial prudencia, ya que el aparcamiento se encuentra al otro lado de la carretera y hay que cruzar. En ambos localizaron huellas de carnívoros y de herbívoros. El de Corcolilla es más grande y tiene incluso un tejado que lo protege en parte de las inclemencias del tiempo. Además han marcado las huellas para facilitar su visión. 

Corcolilla es una de las 15 aldeas que hay dentro del término municipal de Alpuente, uno de los más extensos de la Comunidad Valenciana. Algunas llegaron a tener más habitantes que la villa de Alpuente, ya que sus características orográficas no le permiten crecer. También hay unas cuantas aldeas que no tienen población estable y están deshabitadas gran parte del año. En Corcolilla encontraréis un horno moruno que sigue elaborando pan desde el s. XVI. Es posible comprar pan encargo. Recomendamos las boyas, un pan con aceite típico de la zona, y las tortas saladas, especialmente la de jamón que está exquisita. En cuanto al dulce, que también hacen, las madalenas están muy buenas. Un consejo, si os gusta la miel preguntad en el horno donde podéis comprar ya que por la zona hay una buena producción apícola.

Alpuente se encuentra en una reserva Starlite. Esto no es ninguna cochinada, al contrario, esto significa que su cielo tiene unas condiciones excepcionales para poder realizar observaciones astronómicas. Quizás nunca hayáis visto unos cielos tan azules como los de Alpuente. Nosotros quisimos hacer la observación, acompañados de Alejandro, un guía que nos ayuda en esta tarea, pero las nubes no nos lo permitieron. Esta actividad se realiza en el observatorio que se encuentra en Aras de los Olmos, una población a unos 20 kms que en el s. XVIII se independizó de Alpuente. Otro lugar en el mismo Alpuente para observar el cielo nocturno es el mirador de San Nicolás, que está en lo alto de la otra muela que encaja Alpuente. Las vistas desde aquí son también extraordinarias y os la recomendamos tanto de noche como de día, pero el momento clave es el atardecer. Se llega a través de un camino de tierra que está bastante bien incluso para circular en coche. Otros lugares de observación se encuentran junto a los yacimientos de icnitas, con unos paneles con mapas del cielo nocturno. 

Como podéis ver no os mentíamos cuando os decíamos que Alpuente tiene un montón de actividades para toda la familia. Y más que no hicimos por falta de tiempo como las rutas senderistas o unacata de vino en bodega. Un pueblo que no llega a los 900 habitantes pero que es muy acogedor. Nosotros nos alojamos en uno de los apartamentos rurales de Rustikalpuente, concretamente en uno de la Casa de la Cultura, en el mismo casco urbano de Alpuente, a un paso de todo.

No podemos tener queja alguna de la estancia. El apartamento está muy bien equipado para pasar unos días en familia (¡incluso tiene cafetera Nespresso!). Jesús es un encanto, os hará sentir mejor que en casa y os dará un montón de consejos que os serán útiles en vuestra visita. Si entráis en su página web podéis ver los distintos apartamentos que tienen para comprobar cual se adapta mejor a vuestras necesidades.

Nosotros hemos vuelto encantados de Alpuente. Ha sido uno de los grandes descubrimientos que hemos hecho recientemente. Nos ha enamorado todo de esta villa y sus alrededores. Y eso que nos ha faltado realizar alguna actividad o probar alguno de sus platos típicos, pero de esta manera nos obligaremos a volver, porque volveremos. Un lugar así, tan cercano, no merece ser tan desconocido.

sábado, 28 de noviembre de 2020

ESCAPADA AL CASTILLO DE ONDA

En una de nuestras últimas escapadas, queriendo huir un poco de lugares masificados y optando por visitar sitios al aire libre, hizo que recayéramos en la localidad castellonense de Onda, donde visitamos su famoso castillo: el de las 300 torres.

Evidentemente esto fue una exageración de las gordas. Se atribuye a Ramón Muntaner, un escrito y caballero de la época del rey aragonés Jaime I, y a su “Crónica” ese poderío de torres, ya que se decía que tenía “tantas torres como días tiene el año” en su momento de máximo esplendor.

El castillo de Onda está situado en un montículo que domina sobre la población y que está estratégicamente situado. Desde su recinto se divisa el mar y la costa, que se encuentra a unos 20 kilómetros del castillo, y las montañas que rodean Onda, principalmente la sierra de Espadán, la “plana” (llanura) y el curso del río Mijares.

En este mismo lugar hubo asentamientos prehistóricos e íberos, pero fue durante la época musulmana cuando se construyó la fortificación que ha llegado a nuestros días. Como en tantas otras fortificaciones, sobre todo de un tamaño tan considerable como esta, en el interior se encontrarían las viviendas de las tropas militares y demás servicio del sultán. El castillo de Onda tiene tres líneas de murallas lo que unido al gran número de torres les daría un aspecto realmente imponente. 

Si vais con vuestro propio vehículo, en el mismo pie del castillo se encuentran dos zonas de aparcamiento, no muy grandes pero suficientes. La entrada del castillo está formado por una puerta bastante alta flaqueada por dos torres adelantadas, como en otras puertas como en Valencia las de Quart y Serranos, o el Portal de Sant Miquel en Morella. Tiene restos de baldosas cerámicas, que es una de las industrias más potentes de la zona.

Nada más entrar se encuentra, en una posición elevada el antiguo edificio de la Escuela, un edificio que, construido por los frailes carmelitas a principios del s. XX, ubicaba el colegio de Onda. Actualmente este edificio acoge la oficina de información turística y centro de recepción de visitantes del castillo de Onda, aseos, y salas multiusos.   

Si iniciamos la visita hacia nuestra izquierda nos toparemos enseguida con el ábside de la iglesia del castillo. Este edificio también fue construido por los carmelitas, en la misma época que la escuela. De hecho se parecen bastante los dos edificios. En su interior alberga el Museo de Historia y Arqueología de Onda. Este Museo tiene una serie de vitrinas que muestran los restos que se han encontrado en los yacimientos arqueológicos de la localidad. La visita al Museo se realiza por turnos para poder ver un audiovisual que, a través de la historia de Onda y su castillo, guía la visión de las vitrinas. En la entrada, a la izquierda, podréis ver una maqueta del castillo.

La historia que se relata en este museo (pequeño, pero completo) llega hasta el s. XX, ya que el castillo de Onda fue testigo de enfrentamientos durante la Guerra Civil Española. Aunque su recorrido abarca desde los primeros asentamientos prehistóricos, la parte más completa es la que afecta al momento de mayor esplendor del castillo, en la época musulmana. Una de las mejores piezas es la fachada de una casa que se expone en el centro del museo y sobre la que se proyecta el audiovisual a modo de mapping.

En el exterior del museo-iglesia se extiende una enorme plaza interior, también denominada albacar. Desde esta plaza se tiene una fantástica vista panorámica tanto del centro de Onda como de los alrededores. Es desde aquí desde donde se divisa el mar, allá a lo lejos. Junto a la muralla hay unas escaleras que llegan a la parte más alta del castillo. Si vais con niños tened cuidado porque no lo veía muy seguro. Mejor seguir por el camino pavimentado.

Por este camino llegamos a la alcazaba, el edificio más importante de todo el conjunto. Se trata de un palacio construido en el s. XI y en el que residía el sultán y desde el que también se administraban los territorios. Más adelante serviría de residencia a los siguientes señores y alcaides que gobernaron el castillo de Onda.

Es un edificio de forma rectangular con una torre circular en cada esquina, tres torres más en cada lado largo y una en cada lado corto, siendo un total de doce torres (ya nos quedan menos para llegar a 300). El interior, totalmente arruinado, presenta la distribución de las diversas estancias, y se pueden diferenciar gracias a las distintas gravas de colores utilizadas. En el audiovisual del museo se muestra una recreación de cómo pudo ser este palacio.

El resto de la visita consiste en transitar por el resto de zonas, recorriendo las murallas, visitando los restos... Se han realizado parterres con arbusto y plantas aromáticas para decorar el interior del castillo. En la parte sur del recinto hay una pinada con bancos de picnic en los que se puede descansar durante un rato.

A nosotros nos resultó una visita bastante agradable. La verdad es que es un recinto muy grande y a los niños les gustó mucho. Es un buen recurso para enseñar historia, ya que muchos de los hechos relevantes (sobre todo las guerras) sucedidos en los últimos nueve siglos tienen relación con el castillo de Onda.

La entrada es libre y la visita es gratuita. Abre todos los días del año, excepto durante las fiestas patronales de Onda (a partir del tercer viernes de octubre), Navidad, Año Nuevo y Reyes. La apertura de puertas es siempre a las 10:30 y, dependiendo de la época del año, el cierre es entre las 20:30 (en verano) y las 17:00 (invierno). Pero para mayor seguridad (porque hay días que cierran a mediodía) consulta la web de Turismo de Onda

Tenéis la posibilidad de hacer una visita guiada. Entre octubre y marzo son a las 12:00, todos los días, y, además, de lunes a sábado también a las 16:00. Son gratuitas y solo hay que inscribirse 15 minutos antes en el mismo castillo. Por las condiciones provocadas por el Covid están limitadas a cinco personas, así que tendréis que estar atentos.

Por último, y para completar la visita, os recomendamos dar una vuelta por el casco histórico de Onda. Es una ciudad con mucha historia y eso se nota. Si todavía tenéis ganas de más, os recomendamos ir al Ermitorio del Salvador, y a solo unos kilómetros de Onda se encuentra Fanzara, un pequeño pueblo que se ha convertido en referencia mundial del arte urbano. Como veis, hay muchas y completas opciones.

viernes, 28 de agosto de 2020

EN HAPIK VALENCIA LLEGAMOS A LO MÁS ALTO

Desde hace un tiempo teníamos ganas de probar un nuevo lugar que aúna dos de las características principales que buscamos en cualquier lugar al que queremos ir con nuestros hijos: diversión y cansancio. Este lugar se llama Hapik. ¿Queréis conocerlo?

Hapik Valencia

Hapik es un parque de ocio con un montón de rocódromos indoor para escalar. Se dividen en dos niveles de dificultad. Si no estáis muy acostumbrados a escalar, como nosotros, os parecerá que la dificultad es difícil y muy difícil, pero al poco ya empezareis a trepar como gatos.


Nada más entrar se ven unas cuantas estructuras para escalar y unos puentes de cuerdas que cruzan el local a unos cuantos metros de altura. Luego entraremos en que son estos puentes. También un pequeño kiosco con aperitivos y bebidas, donde nos reciben. Aquí hay gel hidroalcohólico para desinfectarse. Porque en Hapik fueron muy escrupulosos con las medidas higiénicas para evitar el coronavirus.

Tras comprobar nuestra reserva pasamos al punto donde te ponen un arnés de seguridad y dan una charla explicando las medidas de seguridad a seguir para evitar accidentes. Os recomendamos que reservéis previamente a través de la web de Hapik, ya que el aforo está limitado por motivos sanitarios.


Pero no os asustéis porque Hapik es muy seguro, en todos los sentidos. En primer lugar, hay un montón de dispensadores de desinfectante en la zona de escalada. Tened cuidado y antes de empezar a escalar un rocódromo esperad a que el gel está completamente seco para que no os resbaléis. Pero la verdadera seguridad viene en los cables que se enganchan a los arneses que llevan todos los participantes. Este cable está unido a una especie de cabestrante con freno magnético, por lo que si quieres bajar o te caes, te frena y llegas al suelo haciendo rápel.


Bajar es la mayor dificultad en Hapik. Pero no por el sistema, sino por uno mismo. Yo fui el primero que dudé la primera vez que debía bajar lanzándome, ya que no me acaba de fiar, pero el sistema funciona perfectamente y después de acostumbrarte lo disfrutas más que la propia escalada.


Respecto a la escalada: son muros de ocho metros de alto. Tanto padres como hijos pueden escalar. Y de hecho deben escalar, porque es muy divertido. No solo hay rocódromos en las paredes, también una serie de estructuras exentas. Yo me quedé con las ganas de probar la única zona de escalada que no necesita las manos, que bautizamos como “los tubos de Super Mario".


Si creéis como yo que 8 metros no es mucho, probad a escalar. Y es que en algunos cuerpos (el mío, lo confieso) el confinamiento ha dejado olvidado algún kilo de más. Pero con paciencia y tesón lograreis llegar a lo más alto. Como hemos comentado, al principio no es fácil, pero una vez hayamos calentado y tengamos confianza (la técnica es lo de menos) treparemos como gatos.


Ya hemos dicho que hay dos niveles de dificultad. También cada persona debe saber si puede, si los agarres se adaptan a su estilo, etc. También es un tema de gustos, y si me apuráis de competitividad. Porque hay varios rocódromos enfrentados. Destaca uno que es un policarbonato transparente, en el que dos personas pueden verse cara a cara mientras escalan. O los dos rocódromos que tienen un cronómetro. Hay una pizarra con los récords en éstos. No, nos quedamos a años-luz de entrar. Pero somos muy del barón Pierre de Coubertin y lo importante es participar.


Si llegáis a lo más alto de tres rocódromos… ¡premio! Podéis acceder a la parte de multiaventura. ¿Recordáis lo de los puentes que cruzan el local? Pues eso mismo. La verdad que es muy divertido. Y muchísimo menos cansado que escalar, para que vamos a engañarnos. Está a varios metros del suelo, eso sí, pero las medidas de seguridad evitarán que caigamos. Hay puentes de varios tipos: de cable de acero, de plataformas, de red de cuerdas, tibetanos… Hay dos recorridos, uno corto y otro largo, que tiene una tirolina. Nosotros hicimos el corto, aunque queríamos hacer el largo, pero se acabó el tiempo de la sesión y no pudimos.


No se necesita de ningún tipo de equipo especial para escalar en Hapik. Únicamente zapatillas de deporte y ropa cómoda. A mi hija, que iba con pantalón corto (como todos, por otra parte) el arnés le rozaba y le hizo una pequeña rojez en la parte posterior de un muslo, sin importancia. La próxima vez iremos con chándal y listo.

La actividad dura una hora, más 15 minutos de charla de seguridad. Desde 11,50 € podréis disfrutar de este centro. Tienen otras ofertas como bonos y también celebran cumpleaños. Hapik está en Alfafar (Valencia) en ese megaparque comercial que está a caballo entre los términos municipales de Sedaví, Alfafar Massanassa, Benetusser, etc. Concretamente está en la manzana que ocupa el Centro Comercial MN4, pero junto a la autovía V-31 (la pista de Silla), al lado de Prenatal.


Fuimos con unas expectativas muy altas y… ¡las cumplimos! Nos lo pasamos muy bien. No creíamos que pudieramos hacer tantas cosas en una hora y te da un subidón de ánimo. Dentro de un tiempo, cuando estemos totalmente recuperados, repetiremos la experiencia.

martes, 18 de agosto de 2020

VIAJAR CON EL PALADAR: COQUES DE LA MARINA

Existe una receta en la costa mediterránea que es común a todos los territorios pero lo suficiente extensa en cuanto a versiones, interpretaciones, incluso ingredientes y formas de prepararlas, que por sí sola genera una deliciosa cultura única. Esta receta es la de la coca.

Coques de la Marina


Porque con el término “coca"; se conocen un sinfín de recetas a lo largo y ancho de la costa mediterránea, con conexiones en otros puntos del Mediterráneo y de Europa. Recetas dulces y saladas. Cubiertas o con los complementos sobre la masa. Incluso cocas que no se llaman cocas.

Para empezar, ¿qué es una coca? Es una masa que se realiza con harina, agua, aceite, algo de levadura y sal o azúcar. A partir de aquí tiene un papel importante la tradición, el gusto personal o la imaginación de quien prepara este plato. En nuestro caso vamos a referirnos a las cocas de La Marina, una comarca que se encuentra al norte de la provincia de Alicante. Los dos municipios más importantes son Denia y Jávea (Xàbia), pero también conoceréis Calpe, Pego, Pedreguer o Vall de Gallinera, de la que hemos hablado en alguna ocasión.


Las cocas de La Marina tienen tamaño de ración. Algo que a los niños seguro que les resulta divertido, y es que nos pueden ayudar a preparar este rico plato. Necesitaremos, como ya hemos dicho, harina (de trigo), agua, sal, aceite (preferiblemente de oliva) y un poco de levadura. 

Vamos con la receta. Para nosotros, una familia con dos adultos y tres niños que no comen demasiado, utilizaremos 1/2 kilo de harina de trigo (mejor si es fuerza, pero no es imprescindible), 250 ml de agua tibia, 125 ml de aceite de oliva (si el sabor os parece muy fuerte podéis mezclarlo con algo de aceite de girasol), unos 7-8 gr de sal y levadura. La levadura depende de las indicaciones del fabricante. Si necesitáis más o menos masa, las proporciones son la mitad de agua que de harina, teniendo en cuenta que la harina se pesa en gramos y el agua se mide en ml. Es decir, para 1 kg de harina, 1/2 litro de agua, etc. Respecto al aceite, la mitad que de agua. Y de sal son unos 15 gramos por kilo de harina. 

Con todos los ingredientes ya listos amasamos, mezclando primero los secos (harina, sal y levadura) y añadiendo el agua. Amasamos como creamos oportuno, con maquina, thermomix o a mano (mi preferida). cuando ya se haya mezclado bien el agua y la harina, añadimos el aceite, mejor poco a poco. Amasamos hasta conseguir una masa firme y elástica. Tapamos y dejamos reposar una media hora, preferiblemente en un lugar templado, para que suba. Si no le hemos añadido levadura, o le ponemos muy poca, se puede tapar con film y meterlo en la nevera toda la noche. 



Tras el tiempo para levar, lo volvemos a amasar ligeramente y lo dividimos en raciones iguales. Con cada ración formamos una bola, un poco más pequeña que una pelota de tenis. Las aplastamos con un rodillo dándole forma redondeada, pero sin aplanarlas mucho. Con los dedos en el centro haremos una hendidura para que no se salga el relleno. Las ponemos en la bandeja del horno y las tapamos con un trapo para que reposen 10-15 minutos más. A continuación las rellenaremos. Las cocemos en el horno a 200 ºC unos 10-12 minutos, cuando veáis que la masa está dorada. Se pueden comer calientes o frías, pero recién hechas están mucho mejor. 

El relleno tradicional es pisto con tomate, salazones (mojama, melva o sardinas) o el esgarraet o aspencat, que consiste en tiras asadas de pimiento, cebolla y berenjena (la receta puede variar) con migas de bacalao seco o mojama. Para los niños solemos hacer una mezcla con atún de lata y salsa de tomate. También se puede poner embutido, solo o con rodajas de pimiento o tomate; o lo que vuestro gusto o la imaginación os dicte. ¡Hay un sinfín de posibilidades! 


Las variantes de la receta son inmensas. Hay cocas destapadas, como estas, o cubiertas, como si fueran empanadas. Respecto a las destapadas las más tradicionales son las que tienen una masa de unos 4-5 cm de grosor con embutido o salazón por encima. Suelen ser rectangulares y, más o menos grandes, dependiendo del horno que utilicemos. También hay una coca, denominada de mollitas, que tiene por encima una mezcla de harina y agua, como si fueran grumos. A mí se me hace un poco de bola, para que nos vamos a engañar. Las encontraréis sobre todo en la zona de la ciudad de Alicante y sur de la provincia. 

La coca tapada más famosa es la de atún con cebolla (coca amb tonyina) que se come por toneladas durante las Hogueras de Alicante. Hasta se celebran concursos para premiar la mejor. Otra que tiene un gran predicamento es la de pisto con atún. Cuando está bien hecha es una auténtica delicia. 

Otras versiones de la coca, son los bollos a la paleta o a la loseta, típicos de algunos municipios de la comarca alicantina de la Marina Baixa como Benidorm, La Vila Joiosa y Altea. Esta vez la masa se elabora con harina de maíz, se rellena con acelgas sofritas y migas de melva desalada (un pez de la familia del atún) y se cocina a la plancha o sobre una sartén caliente. En Finestrat se denomina coca girà (coca girada) y se hacen con embutido. En los pueblos del interior de la comarca también se le denomina minxos y pueden freírse. 

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Si pensáis que no pueden haber más variantes os equivocáis. Queda hablar de las cocas dulces. En la Comunidad Valenciana por coca dulce se entiende una gran variedad de bizcochos, desde la más simple, denominada coca de llanda (lata, por la bandeja del horno) o boba, pasando por la coca de naranja, chocolate, almendra, yogur… En Cataluña es muy típica la coca de San Juan, que tradicionalmente se come para festejar la noche más mágica del año. Por encima puede llevar piñones, fruta escarchada, chocolate o crema pastelera. 

Al principio comentábamos que la coca tiene conexiones con otras recetas del Mediterráneo y Europa. Si ir muy lejos, tenemos el ejemplo de las empanadas gallegas. Por otra parte tanto las pizzas como las foccacias son primas hermanas de las cocas. En las zonas limítrofes de Francia y Alemania (Alsacia, Lorena, Sarre, Baden) se prepara un plato denominado tarte flambeé o flammkuchen, que consiste en una base de masa de trigo cubierta con nata y cebolla, panceta, o queso gratinado, dependiendo de la receta. Por último parece que la palabras inglesas y alemanas para los pasteles (cake y kuchen, respectivamente) derivarían de coca. Vamos, que esta receta es de lo más viajera. 


Y veis que no os mentíamos al afirmar al inicio del post que la coca forma una cultura por si misma, como explica en este artículo Paco Alonso, con su historia y sus múltiples variaciones y formas de prepararlas. Seguro que nos hemos dejado muchas variantes. Os toca a vosotros descubrirlas y disfrutarlas. Os animamos a cocinar un plato sencillo pero muy sabroso. Y a que le pongáis cariño y, sobre todo, imaginación. ¡Qué aproveche!

miércoles, 8 de julio de 2020

RECORREMOS LA RUTA CIRCULAR DEL EMBALSE DE GUADALEST

En este nuevo tiempo en el que estamos intentado recuperar ese tiempo en el que hemos estado confinados, una de las cosas que más nos apetecían era volver a la montaña a realizar esas rutas que periódicamente hacíamos. Por suerte vivimos en una localidad, Benidorm, que cerca dispone de bastantes lugares para practicar senderismo. Ya os hemos contado alguna salida, como la que hicimos por Serra Gelada, o en la que coronamos el Puig Campana.


Esta vez realizamos la ruta que rodea el pantano de Guadalest. Hace tiempo os hablamos del pueblo, que está en la asociación de los Pueblos más Bonitos de España, y ahora tocaba disfrutarlo de otra manera. Es una ruta muy facilita, de unos 10 kms de longitud. Tan fácil que pueden participar los niños sin ningún problema, siempre y cuando sean capaces de aguantar una caminata de ese recorrido (si no pues recortad y en paz). También muy importante, la ruta es circular (acaba donde empieza) con lo que la logística se reduce mucho al no necesitar dos coches, al menos no los necesitamos en nuestro caso.


Podemos dividir esta ruta en dos partes, una parte de unos 7 kms donde el camino está totalmente asfaltado, y otra de unos 3 kms donde la pista es de tierra. La división entre estas dos partes se produce llegando al casco urbano de Beniardà. Pero vayamos por partes.

La ruta la iniciaremos junto a la presa. Hay un parking para una veintena larga de coches, más los que caben a ambos lados de la carretera de acceso. Os recomendamos ir pronto, sobre todo en días de temporada alta o fines de semana. La mayoría de las personas que hacen esta ruta empiezan por la presa y siguen el camino en sentido antihorario. También se puede iniciar desde el pueblo de Castell de Guadalest, alargando la ruta casi 4 kms (2 kms de ida y otros 2 de vuelta).


Como hemos comentado anteriormente esta parte del camino está asfaltado. De vez en cuando pasa algún coche, moto o bicicleta, así que hay que tener un poco de precaución. Hay un par de pendientes pero en ningún caso son excesivas y se salvan sin ninguna dificultad. El camino atraviesa bosques de pinos y algún que otro campo de olivos (y algunas casas que nos sorprenderán). Siempre circulamos en paralelo al pantano, por lo que la vista es muy chula. Los alrededores son igualmente bonitos, ya que el valle de Guadalest está flanqueado al norte (de oeste a este) por las sierras de la Serrella, Aixortà y Bernia, y al sur por la sierra de Aitana. En esta dirección veremos a lo lejos, además de Beniardà, los pueblos de Confrides, Banifato o Benimantell.


Al cabo de unos 7 kilómetros llegaremos a Beniardà. Este es el pueblo que está a la cola del embalse. El río Beniardà, un pequeño cauce, es el principal aporte al pantano, además de otra rambla que nos encontraremos unos metros atrás. Precisamente en este punto, en un puente, hay que girar a la izquierda. Encontraremos una fuente a nuestra derecha y la piscina municipal a nuestra izquierda.


Teniendo en cuenta que casi llegamos al casco urbano de Beniardà, una de las opciones que tenemos es empezar la ruta desde este pueblo y hacerla en cualquiera de los dos sentidos posibles. Al finalizar podemos tomar algo en alguno de los bares del pueblo. Además de esta variante se puede hacer esta ruta desde la presa pero en sentido de las agujas del reloj.

No llegaremos a entrar al pueblo y antes de llegar hay un desvío hacia la izquierda. Si llegáis al poste con el cartel que anuncia de la entrada del pueblo, os habéis pasado. A partir de aquí empiezan los tres kilómetros de recorrido por pista de tierra. Nosotros encontramos un grupo de coches aparcados de un grupo de jóvenes acampados junto al embalse y de unos cuantos pescadores que pasaban allí la mañana.


Quizás este punto sea el único complicado de todo el trazado. La pista no está muy clara ya que hay bastante vegetación y tapan el camino. Hay que hacer un poquito de explorador, pero en ningún caso vamos a encontrar un nuevo continente ni nada por el estilo. Se cruza el río Beniardà, que para ser ya el mes de junio bien entrado llevaba bastante agua (después nos enteramos que unos días antes había caído una buena tormenta de primavera), y seguimos sin ningún problema. Para cruzar el río lo haremos saltando, no encontraréis ningún puente.


Y seguimos nuestro recorrido, que hasta el final es completamente llano. Estaremos más cerca del agua y podremos ver mejor las carpas que viven aquí, y que son el reclamo de los pescadores. Al final, junto a la presa, pudimos ver un banco bastante más numeroso. Apenas a unos doscientos metros del final del recorrido encontraremos los restos de un embarcadero que hace unos años utilizaba un barco turístico solar que hacía un pequeño crucero por el embalse. 


Cuando lleguemos a la valla que se encuentra junto al aparcamiento habremos finalizado el recorrido. Como os decimos, una ruta fácil que se puede disfrutar en familia. Los diez kilómetros de la ruta en ningún caso se nos hicieron pesados. Tampoco la hicimos a un ritmo demasiado alto, fue un paseo. Almorzamos nuestro bocadillo y nos dispusimos a volver a casa, pensando por el camino cual sería nuestra próxima ruta.


PD: Junto a la presa encontramos bastantes cañas arrastradas y, lo que más nos dolió, un montón de botellas de plástico, algunas de lejía (con su característico color amarillo). No hace falta que os comentemos la indignación que nos produce que el ser humano sea tan guarro y que se contamine de esta manera el medio ambiente. Así nos cargamos el planeta, el único que tenemos.