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martes, 8 de agosto de 2023

SEGORBE, DONDE EL TIEMPO DEJÓ SU IMPRONTA

Es interesante visitar lugares que se sientan orgullosos de su historia, de su pasado y que lo conserven y protejan. También, que sepan honrar a aquellas personas que han llevado el nombre de su población lejos, más allá porque lo más común es que nadie sea profeta en su tierra. Por ese motivo nos gustó Segorbe, porque sabe mirar atrás en el tiempo y agradecer a quienes estuvieron aquí antes que nosotros.

Segorbe, donde el tiempo dejó su impronta

Segorbe se encuentra en el primer interior de la provincia de Castellón. Por autovía (A-23, Autovía Mudéjar) está apenas a menos de 40 kilómetros del mar. Las sierras de Espadán y Calderona escoltan el término municipal de Segorbe, mientras que el río Palancia atraviesa la población camino del mar Mediterráneo. Esta situación fue clave para que desde la antigüedad hubiera asentamientos humanos en este punto.


LA VISITA A SEGORBE



Iniciamos nuestra visita en la oficina de turismo, donde nos ofrecieron muy buena información. Sobre todo el consejo para descargar la app turística oficial de Segorbe, que está muy bien y nos ayudó un montón. Otra razón es que en el subsuelo hay un parking público que los fines de semana es gratuito, ¡y en pleno centro!

Teníamos intención de visitar alguno de los museos que hay en Segorbe pero ninguno, a excepción del Museo de la Entrada de Toros y Caballos que se encuentra en el mismo edificio de la oficina de turismo, estaba abierto. Cosas de las tardes de verano. 

Hay que detenerse un segundo en la Entrada de Toros y Caballos, ya que es el acto más importante de las fiestas de Segorbe, que se inician el último sábado de agosto y duran dos semanas. Las Entradas se celebran durante la segunda semana a las 2 de la tarde y está declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. A pesar de todo, y aunque era el único museo abierto, el tema no nos interesaba demasiado, por lo que declinamos entrar.

La visita continuó por la plaza del Agua Limpia. Es un nombre curioso, más si tenemos en cuenta que es una de las más importante de la localidad, ya que aquí se encuentra el Ayuntamiento. El viene de que, antiguamente, a partir de este punto había talleres de curtidores de piel y de tinción textil, por lo que los vertidos de estos negocios ensuciaban el agua.


LOS MONUMENTOS DE SEGORBE


https://www.youtube.com/watch?v=2-Ote8eZ7OI

El primero de los monumentos que vimos en la visita fue el Ayuntamiento. El edificio fue construido en el s. XVI como residencia de los duques de Segorbe y Medinaceli (ojo con la casa). El municipio lo compró y reformó en el s. XIX. Fijaos, además, en las dos fuentes que hay en la plaza. Una justo enfrente de la entrada del Ayuntamiento y otra en un extremo de la plaza, tal vez más antigua.

Continuamos la visita a través de la calle de Julio Cervera, otro de los prohombres segorbinos, para llegar al cruce con la calle Colón. Esta es la vía en la que se ejecuta la Entrada de Toros y Caballos. Cruzando nos adentramos en lo que antiguamente era la parte intramuros de la ciudad. En este tramo de calle hay varios de los edificios más representativos de Segorbe: las criptas de la Catedral y el (antiguo) Seminario. Y es que Segorbe fue un importante centro religioso durante siglos.

Al final de la calle vemos la plaza de la Cueva Santa, que en unas semanas transformará su fisonomía debido a las fiestas. Durante el resto del año es centro neurálgico de celebraciones y el lugar donde semanalmente tiene lugar el mercadillo, que es otro ritual laico y social.


A media calle hemos visto el arco de la Verónica. Su aspecto lo delata como una de las antiguas puertas de la muralla, que permitía el acceso (y la salida) a la villa. Por el interior una recreación del paño de la Verónica con el rostro de Jesús da nombre a esta entrada. Atravesamos el arco de piedra e inmediatamente el urbanismo cambia. Son calles estrechas, retorcidas y serpenteantes, herederas del pasado andalusí de la villa. Hoy tienen un planeamiento racional más que el crecimiento natural que la localidad fue viviendo a lo largo de los siglos.


DENTRO DE LAS MURALLAS


https://www.vacacionesnumerosas.com/2018/06/morella-recomendaciones-para-toda-familia.html

Tras atravesar el arco de la Verónica giramos a la izquierda y sus calles nos llevan a rodear la Catedral. Sí, Catedral, porque Segorbe fue la sede de la diócesis durante siglos. De ahí su importancia religiosa y que a muy poca distancia encontremos un Seminario.

Vamos siguiendo los muros de la Seo hasta llegar a su fachada. Ésta se abre en lo que suponíamos un lateral, frente a una pequeña plaza. Es una fachada muy sencilla, con muy pequeños elementos decorativos. Las cercanas murallas no permitieron mucho más espacio para construir y sus arquitectos tuvieron que trabajar con el espacio que había. Llama la atención el campanario que tiene una planta irregular. También nos sorprende ese pasillo en voladizo sobre un arco que ejerce de puerta y que conecta la Catedral con los edificios en la otra parte de la plaza. Frente al arco unas escaleras cuyos escalones se suben de dos en dos pasos.


Volvemos atrás sobre nuestros pasos para seguir por el casco histórico de Segorbe. Pasamos junto al Museo de Personajes Ilustres Segorbinos. Estaba cerrado. Ya hemos comentado al principio que nos gustó que homenajeen a aquellas personas nacidas en Segorbe y que destacaron en sus campos. Nuestra siguiente parada está a la vuelta de la esquina. 

Se trata de la torre de la Cárcel. Junto a la torre del Botxí (del verdugo), testigos de la antigua muralla de Segorbe. Es una torre de planta circular, que por su parte trasera nos recordó a las Torres de Serranos de Valencia. Se sitúa junto al portal de Teruel, y servía para proteger esta entrada a la villa. Hace siglos albergó celdas, de ahí su nombre.


FUERA DE LAS MURALLAS DE SEGORBE


Segorbe, donde el tiempo dejó su impronta

Remontamos los últimos metros de la calle Colón para llegar a otro de los monumentos más representativos de Segorbe. Se trata de su acueducto. Sus arcos ojivales (apuntados) nos recuerda a otros ejemplos de acueductos más o menos contemporáneos a éste. En primer lugar pensamos en Morella, localidad que se encuentra en el norte de la provincia de Castellón, y el acueducto que se levanta a las afueras. También nos viene a la memoria la localidad valenciana de Alpuente, que visitamos hace algún tiempo. Por último, no podemos dejar de recordar el acueducto de los Arcos que se encuentra en Teruel, que se conecta con Segorbe a través de la Autovía Mudéjar. 

Nos llama poderosamente que falte un arco, pero entendemos que son cosas del “progreso”, que la necesidad de abrir la carretera nacional hizo que se tuviera que derribar. Un canal de hierro permitió que el agua siguiera llegando a los barrios de Segorbe. A los pies de un arco se ve un tramo original de ese canal. También a pie de acueducto está el museo de Arqueología y Etnología de Segorbe, que en su fachada tiene una inscripción conmemorativa a Carlos IV. Este punto también es el lugar donde se colocan los corrales para los toros que esperan antes de la entrada.

Seguimos los arcos del acueducto y dejamos atrás la torre del Verdugo, para, siguiendo la muralla, tomar el paseo (no es peatonal, cuidado con los coches) que nos permite una primera vista de los paisajes que rodean Segorbe. Vamos a encontrar un fantástico mirador junto a los arcos de Argen, que son los posibles restos de un espacio defensivo de origen andalusí.


ENTRE LA LUNA Y LA ESTRELLA



Volvemos a adentrarnos en la antigua ciudadela de Segorbe. Tras atravesar la plaza de la Judería, y camino del Castillo de la Estrella, que corona la población, encontramos la plaza de las Monjas. Aquí encontramos la iglesia de San Martín, un magnífico edificio. La plaza es fresca, y como el día es bastante caluroso nos sentamos un rato a descansar en uno de los bancos antes de que afrontemos la última parte de la visita. 

Nos acompaña en nuestro descanso el busto de María de Luna, que fue señora de Segorbe y reina de Aragón tras su matrimonio con Martín I de Aragón. Perteneció a una familia ya emparentada con la realeza, aunque los Luna fueron una casa destacada. El miembro más conocido fue Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, que coincidió en su papado con el reinado de María.  

Por si nos quedaba alguna duda, las calles vuelven a ser estrechas y se adaptan al terreno con constantes cuestas, tanto de subida como de bajada. Dejamos de lado el Museo del Aceite, una antigua almazara, para tomar la plaza del Ángel en dirección al castillo de la Estrella. En esta plaza la banda municipal (o una de las bandas) está ofreciendo un concierto. Al cabo de un rato, bajando del castillo de la Estrella volveremos a pasar por aquí, en el preciso momento que interpreten el tema principal de la banda sonora de "El viaje de Chihiro". ¡Qué maravilla!


FINAL DE TRAYECTO


Segorbe, donde el tiempo dejó su impronta

Menos mal que hemos descansado un poco, pensamos, porque el castillo de la Estrella se levanta sobre el empinado cerro de Sopeña que domina todo Segorbe. Las rampas nos indican donde está la entrada a esta fortaleza. Su importancia estratégica no casa con su historia, ya que desde el s. XV fue progresivamente abandonado. De su interior apenas se conservan restos, ya que se utilizó como “almacén” de material de construcción. El muro exterior y las torres que protegían los vértices se reforman para las II Guerras Carlistas. Su nombre, probablemente, proceda de esa forma tan característica de bastión con ángulos adelantados para mejorar la defensa.

Los pinos nos dan algo de sombra y la brisa nos ayuda a minimizar la sensación de calor. En varias de las torres corroboramos, una vez más, que es imposible creernos los más listos del universo, que hace siglos ya sabían hacer muy bien las cosas. La pena es que desde aquí no se ve el mar, pero que le vamos a hacer, hay imposibles a los que nos debemos enfrentar.


Y de esta manera hemos acabado, prácticamente, nuestra visita a Segorbe. Creíamos que nos quedaba una largo paseo callejeando por el casco histórico hasta llegar al coche, y en unos minutos ya hemos llegado a la calle Colón. Volviendo al coche comentamos que es una pena que los museos estuvieran cerrados. Pero es una excusa perfecta para volver a Segorbe. Y lo haremos.

lunes, 18 de enero de 2021

VISITAMOS EL ACUEDUCTO DE FERRERES DE TARRAGONA

Desde hace siglos el contínuo abastecimiento de agua ha sido una de las preocupaciones constantes. No sólo para beber o cocinar, también para otra serie de actividades inherentes al ser humano. Ello derivó en encontrar diversas soluciones para transportarla. Una de las construcciones más impresionantes usadas para este menester son los acueductos. Uno de los mejores ejemplos es el acueducto de Ferreres, en Tarragona.

Aunque ya hablamos de él en el post dedicado a los monumentos de la Tarraco romana, nos gustó tanto que merece un artículo para él solito. En toda Hispania tenemos grandes ejemplos de estas obras de ingeniería. Por encima de todos destaca el de Segovia, tanto que si aparece en mayúscula se entiende que 'Acueducto' se refiere al segoviano. 

El acueducto de Les Ferreres no tiene nada que desmerecer al de Segovia. Se encuentra a unos 3 kilómetros de la antigua ciudad romana, hacia el noroeste. Para visitarlo podemos llegar con nuestro coche desde la AP-7, únicamente en sentido Tarragona-Castellón (por ejemplo desde Torredembarra). Está indicado en un área de descanso. Esta área no es muy grande, y es fácil pasársela de largo. Además suelen haber coches aparcados y dificultan el paso. Mucha precaución. También se llega (en coche o caminando) desde el centro de Tarragona mediante la N-240 (C/ de Valls, Av. Principat d'Andorra, ...) y siguiendo a pie por el camino del barranco del Diablo, que es el que salva el acueducto. 


Ya sea desde el cauce del barranco del Diablo o desde el área de descanso, donde hay un mirador para observarlo, enseguida nos maravillaremos de los 36 arcos que presenta el acueducto. Están dispuestos en dos niveles, el inferior cuenta con 11 arcos y el superior con 25. El acueducto mide 217 metros de longitud y tiene una altura máxima de 27 metros. Como curiosidad, tiene un desnivel de 40 centímetros para facilitar que el agua corriera hacia Tarraco. 

Fue construido en el s. I d. C., en tiempos del emperador Augusto. Éste pasó una buena temporada en Tarraco durante las guerras cántabras recuperandose de sus achaques. La función del acueducto, como no podía ser de otra manera, era llevar agua desde el río Francolí hasta la ciudad de Tarraco. Para ello se servía, además, de una serie de túneles y canalizaciones. De hecho en el extremo norte se puede ver la curva que realizaba el canal para entrar en el acueducto. En realidad todo el conjunto es el acueducto, ya que la palabra significa eso, precisamente: conducción de agua. Pero por regla general entendemos por acueducto la infraestructura de arcos y arquerías que salvan un terreno irregular. 


La buena conservación del acueducto de les Ferreres se debe a que hasta el s. XVII estuvo en funcionamiento transportando agua. De esta manera se sometía a un constante mantenimiento. Por otra parte se le sometió a una restauración entre 2009 y 2011, tras la declaración como Patrimonio de la Humanidad del conjunto arqueológico de Tarraco en el año 2000.

Esta restauración ha permitido que los visitantes puedan recorrer del specus, es decir, el canal que servía para transportar el agua en la parte superior. Además de permitir cruzar de un lado a otro del barranco, podremos ver el fantástico bosque mediterráneo que rodea el acueducto. Porque estas vistas son otro de los grandes atractivos de la zona. Me hizo gracia que en las losas sobre el canal hayan simulado unas colas de milano, unas piezas con forma de reloj de arena con las que engarzaban los sillares para que no se soltaran. 

En la base, por el barranco del Diablo, vimos bastante gente practicando deporte por la zona, tanto corriendo como en bicicleta de montaña. Y desde luego que esa parte de Tarragona nos parece increíble a quienes llegamos de fuera, muy sorprendimos por la frondosidad vegetal. 


Muy cerca del acueducto hay unos jardines modernistas creados a principios del s. XX por los hermanos Puig i Valls en su villa de verano. Mariano era poeta y Rafael ingeniero forestal. Estos jardines forman parte del Parque Ecohistórico Puente del Diablo, que incluye al acueducto como la parte más destaca. La antigua casa del guarda del Mas dels Arcs, o del Angel (la villa de los Puig i Valls) acoge hoy día un restaurante.

¿Qué es eso del "Puente del Diablo"? Pues el nombre por el que es más conocido el acueducto de Ferreres en Tarragona. El nombre proviene de la creencia popular de que el diablo lo construyó en una sola noche. Hay varias leyendas que visten esta historia con diversos protagonistas: una matrimonio de ancianos, una doncella o un jugador empedernido, entre otros. Las historias de diablos que construyen puentes en una noche son habituales, y si buscáis en Google encontraréis un montón de puentes del diablo.

No os lo penséis. Si estáis cerca de Tarragona no dejéis de visitar este acueducto. Os va a impresionar tanto como a nosotros y, además, la gran riqueza natural que lo rodea os va a sorprender. Sin duda esta es una excursión top para toda la familia. 

martes, 8 de diciembre de 2020

ALPUENTE: TAN CERCA, TAN DESCONOCIDO

La actual situación de pandemia en la que las distintas autoridades han decretado diversos cierres perimetrales, ha hecho que tengamos que centrarnos en visitar, siempre que se pueda, lugares cercanos. El cierre perimetral de la Comunidad Valenciana nos llevó a buscar una escapada en los límites permitidos en nuestra comunidad autónoma. Así es como, grosso modo, fuimos a parar a Alpuente. 

Lo primero: Alpuente ha sido un descubrimiento mayúsculo. Nos ha fascinado, nos ha cautivado. Un lugar del que sabíamos muy poquito antes de reservar, apenas que había un museo paleontológico, pero que tiene un montón de actividades para toda la familia. Este municipio está en el interior de la provincia de Valencia, en la comarca de los Serranos, y su término municipal limita con Aragón, concretamente con la provincia de Teruel. Se notaba en el frío que hacía. 

Aunque la historia de Alpuente se remonta a los primeros asentamientos humanos en la Edad de Bronce, su momento de máximo esplendor viene de mano de la conquista musulmana. Alpuente llegó a dar nombre a uno de los reinos de taifas en los que se dividió el califato de Córdoba. Tras la reconquista cristiana por parte del rey aragonés Jaume I, Alpuente vive otro de sus momentos de máximo apogeo ya que cruzaba su casco un Camino Real por el que se comerciaba con trigo y lana y la lonja de Alpuente era muy importante en el comercio de estos productos.

Alpuente se encuentra en una depresión entre dos muelas, la del Castillo y la de San Cristóbal. El paisaje es absolutamente espectacular, con un cañón con unas paredes casi verticales por el que transcurre el río Reguero, un río de poco caudal y que es afluente del Tuéjar, que a su vez es afluente del Turia. Estas muelas están cubiertas por frondosos bosques de pinos que contrastan con los llanos donde hay extensos campos donde se cultivan cereales o viñas. De vez en cuando es posible ver alguno de los buitres que viven en este hábitat, un descubrimiento fabuloso por la enorme envergadura de esta ave.

En la parte superior de una de las dos muelas, la del Castillo, se localizan los restos del… (tachán) antiguo castillo de Alpuente. Esta fortificación se construyó alrededor del s. X, durante el Califato de Córdoba. Este castillo vigilaba el Camino Real, por lo que, como os hemos contado anteriormente, era muy importante para el comercio de productos esenciales. Una muralla rodeaba las estancias de este castillo y otra muralla guardaba la villa de Alpuente. La entrada principal del castillo era bastante inexpugnable, ya que estaba junto a un cortado y solo se podía acceder a través de un puente levadizo. 


El castillo fue reconstruido durante las primeras Guerras Carlistas, ya que Felipe V mandó derruirlo tras la Guerra de Sucesión en represalia por la falta de apoyo de Alpuente. Esta guerra, la Carlista, fue muy dura y el asedio a Alpuente y su castillo supuso la destrucción del 60% de la villa. Esto provocó que al finalizar esta guerra los propios alpontinos derruyeran los restos del castillo para evitar que otro ejército quisiera apostarse en este lugar en el futuro. Muerto el perro se acabó la rabia, pensarían.

La visita al castillo de Alpuente es gratuita y libre. Es cierto que quedan muy pocos restos. Lo más interesante son los antiguos aljibes, que se reconvirtieron en dormitorios por los carlistas y que pueden ser visitados. Hace poco también se ha restaurado y puesto en valor el área palatina y hay paneles explicativos. Pero si por algo merece la pena subir hasta el castillo es para disfrutar de las impresionantes vistas. Enseguida comprendimos porqué el castillo estaba donde estaba. Nosotros, además, tuvimos la suerte de ver un par de buitres volando. Para llegar arriba hay que subir por una escalera y cuesta muy empinada, por lo que preparaos para poner a prueba las piernas. Os recomendamos llevar calzado cómodo ya que hay partes un poco escarpadas y con tacones u otro calzado podría ser peligroso. 


A pesar del pasado islámico de Alpuente, la inmensa mayoría de los monumentos que se pueden visitar son posteriores a la reconquista cristiana. El más importante es la Torre de la Aljama que, a pesar de su origen islámico, se transformó profundamente en el s. XVI y posteriores. Hasta hace diez años alojaba la casa consistorial, incluido el antiguo Salón de Cortes, en el que los reyes de Aragón reunieron dos veces las Cortes. Generalmente lo hacían para pedir dinero. En sus bajos se encuentra temporalmente la Tourist Info. Aquí Jan os informará de todo lo que podéis hacer en Alpuente y sus alrededores.

Nosotros nos decidimos por realizar la denominada “Ruta de la Taifa”, a cargo del propio Jan. Esta visita guiada permite recorrer el centro de Alpuente e incluye visitar la Torre de la Aljama, el Museo Etnológico y el Museo Paleontológico. Tiene un coste de 5€ para adultos y 3€ para niños mayores de 4 años. Tiene una duración de unas 2h y cuarto y es muy interesante por la cantidad de secretos que esconde Alpuente. 

Entre el arranque del camino que lleva al Castillo y la Torre de la Aljama está la Iglesia de la Virgen de la Piedad, que no es la patrona de Alpuente. Es una iglesia de un gótico muy temprano. Si la rodeamos encontraremos un pequeño altar en el lugar donde se encontró la figura de la, ahora sí, patrona de Alpuente, la Virgen de la Consolación. La mayor parte del año se encuentra en la iglesia de la aldea de Corcolilla. Es una iglesia muy sencillita y su entorno está muy chulo. Si os fijáis en alguno de sus sillares descubriréis marcas de canteros, incluso metralla incrustada en tiempos de las Guerras Carlistas. 

El museo etnológico se encuentra junto a los restos de la muralla que rodeaba la villa de Alpuente. De esta infraestructura que medía unos 800 metros, quedan pocos restos, apenas unos lienzos de la muralla y las bases de algunas de las torres que servían para vigilar y defender la plaza. Esta muralla se ve mejor desde la CV-345, que en este punto a su paso por Alpuente se convierte en la calle San Blas. El museo etnológico, por su parte, se encuentra en un edificio construido en el s. XIV y aquí se situaba el horno comunal del pueblo. En este museo se explica la vida, sobre todo, durante el s. XX pero que podría también ser la forma de vida de los habitantes de Alpuente durante los últimos siglos. Es curioso ir con niños para ver su sorpresa ante aquellas labores agrícolas que los alpontinos intentaban poner en común para poder atender otras tareas y subsistir un poco mejor. No os perdáis la historia de los ataúdes comunales… y hasta aquí puedo leer, digo, contar.

Os acabamos de contar que los restos de la muralla se ven mejor desde la CV-345, pero otro punto fantástico es desde uno de los extremos del camino de los huertos medievales. Este paseo discurre entre los antiguos huertos que se situaban extramuros. Aunque no es un paseo muy largo (poco más de 500 metros), tendréis otra perspectiva del paisaje que rodea este municipio. Junto a los restos de la muralla se encuentra el antiguo lavadero, que era alimentado por las aguas que llevaba la Acequia Mayor. En realidad antes del lavadero pasaban por un abrevadero y un lavadero más pequeño destinado a los cacharros de la cocina y domésticos. El agua llegaba a Alpuente desde las fuentes Nueva y Marimacho (sic) gracias, en parte, al Acueducto de los Arcos, un acueducto medieval (sus arcos apuntados lo delatan) que está apenas a 2 kms del núcleo urbano de Alpuente y que estuvo en uso hasta los años 60, cuando se canalizó la conducción del agua.

Una de la actividades que más nos gustaron fue la visita al Museo Paleontológico de Alpuente. Es un museo pequeñito, ubicado en una antigua ermita del siglo XVI, hoy embutida entre otros edificios. Pero tiene una colección importante. Antes de que abriera sus puertas en 2006 los fósiles que se localizaban en esta zona se depositaban en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Esto ha hecho que este museo sea motivo de orgullo para los alpontinos. En esta zona se han localizado numerosos restos de tres tipos de dinosaurios: por una parte una especie de dinosaurio bípedo carnivoro, tipo T-Rex, para entendernos, pero de tamaño medio; un tipo de estegosaurio; y de un enorme herbívoro similar a los braquiosaurios. Al inicio de la visita un bonito y didáctico audiovisual contextualiza algunos conceptos sobre la época en la que vivieron estos maravillosos animales.

Pero no solo se han localizado huesos fosilizados en los yacimientos de Alpuente, ya que también se pueden visitar dos yacimientos de icnitas. Esto es, huellas que los dinosaurios dejaron marcadas en el fango y que han llegado petrificadas hasta nuestros días. Hace 140 millones de años, al igual que otras zonas de Cuenca, Teruel o Morella, aquí estaba la costa del mar de Tetis, antepasado del Mediterráneo. Uno de los yacimientos, el de Cañada París, se encuentra en un camino asfaltado que desemboca en la aldea de Corcolilla, y el otro también en Corcolilla, pero junto a la CV-345, en el kilómetro 7. Cuando visitéis este último os pedimos especial prudencia, ya que el aparcamiento se encuentra al otro lado de la carretera y hay que cruzar. En ambos localizaron huellas de carnívoros y de herbívoros. El de Corcolilla es más grande y tiene incluso un tejado que lo protege en parte de las inclemencias del tiempo. Además han marcado las huellas para facilitar su visión. 

Corcolilla es una de las 15 aldeas que hay dentro del término municipal de Alpuente, uno de los más extensos de la Comunidad Valenciana. Algunas llegaron a tener más habitantes que la villa de Alpuente, ya que sus características orográficas no le permiten crecer. También hay unas cuantas aldeas que no tienen población estable y están deshabitadas gran parte del año. En Corcolilla encontraréis un horno moruno que sigue elaborando pan desde el s. XVI. Es posible comprar pan encargo. Recomendamos las boyas, un pan con aceite típico de la zona, y las tortas saladas, especialmente la de jamón que está exquisita. En cuanto al dulce, que también hacen, las madalenas están muy buenas. Un consejo, si os gusta la miel preguntad en el horno donde podéis comprar ya que por la zona hay una buena producción apícola.

Alpuente se encuentra en una reserva Starlite. Esto no es ninguna cochinada, al contrario, esto significa que su cielo tiene unas condiciones excepcionales para poder realizar observaciones astronómicas. Quizás nunca hayáis visto unos cielos tan azules como los de Alpuente. Nosotros quisimos hacer la observación, acompañados de Alejandro, un guía que nos ayuda en esta tarea, pero las nubes no nos lo permitieron. Esta actividad se realiza en el observatorio que se encuentra en Aras de los Olmos, una población a unos 20 kms que en el s. XVIII se independizó de Alpuente. Otro lugar en el mismo Alpuente para observar el cielo nocturno es el mirador de San Nicolás, que está en lo alto de la otra muela que encaja Alpuente. Las vistas desde aquí son también extraordinarias y os la recomendamos tanto de noche como de día, pero el momento clave es el atardecer. Se llega a través de un camino de tierra que está bastante bien incluso para circular en coche. Otros lugares de observación se encuentran junto a los yacimientos de icnitas, con unos paneles con mapas del cielo nocturno. 

Como podéis ver no os mentíamos cuando os decíamos que Alpuente tiene un montón de actividades para toda la familia. Y más que no hicimos por falta de tiempo como las rutas senderistas o unacata de vino en bodega. Un pueblo que no llega a los 900 habitantes pero que es muy acogedor. Nosotros nos alojamos en uno de los apartamentos rurales de Rustikalpuente, concretamente en uno de la Casa de la Cultura, en el mismo casco urbano de Alpuente, a un paso de todo.

No podemos tener queja alguna de la estancia. El apartamento está muy bien equipado para pasar unos días en familia (¡incluso tiene cafetera Nespresso!). Jesús es un encanto, os hará sentir mejor que en casa y os dará un montón de consejos que os serán útiles en vuestra visita. Si entráis en su página web podéis ver los distintos apartamentos que tienen para comprobar cual se adapta mejor a vuestras necesidades.

Nosotros hemos vuelto encantados de Alpuente. Ha sido uno de los grandes descubrimientos que hemos hecho recientemente. Nos ha enamorado todo de esta villa y sus alrededores. Y eso que nos ha faltado realizar alguna actividad o probar alguno de sus platos típicos, pero de esta manera nos obligaremos a volver, porque volveremos. Un lugar así, tan cercano, no merece ser tan desconocido.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

DESCUBRIMOS LOS MONUMENTOS DE LA TARRACO ROMANA

Año 19 a. C., toda Hispania está ocupada por los romanos. ¿Toda? Sí. Aunque hayamos empezado un poco Astérix aquí acaba la broma porque vamos a darle la vuelta. Es más, si hubiera un Frente Popular de Tarraco (o un Frente Tarraconensis Popular, no sé) y se preguntaran "¿Qué han hecho los romanos por nosotros?" la respuesta es obvia: muchas cosas.

Ya es momento de dejar estas citas más o menos pop y centrarnos en la Tarraco Romana. Porque la Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco fue una de las más importantes ciudades del Imperio Romano, no solo de Hispania. En primer lugar fue capital de la provincia de la Hispania Citerior (que se correspondería, más o menos, con Cataluña, la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia hasta Cartagena) y posteriormente de la Hispania Tarraconensis, que en su momento de máxima extensión comprendía la mayoría de la Península Ibérica, todo lo que quedaba al norte de una línea imaginaria entre el Duero al llegar a Portugal y la zona de Carboneras/Mojácar en Almería.

Esta importancia se demostraba en la cantidad de edificios públicos que existían en la ciudad, y sus alrededores. Vamos a realizar una ruta en la que iremos viendo, poco a poco, los monumentos romanos más importantes de Tarraco que han llegado a nuestros días. Las primeras paradas requieren de vehículo, aunque hay alguna alternativa a través de transporte público. En el año 2000 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el Conjunto arqueológico de Tarraco. Y merece mucho la pena una visita.

Pero no vamos a empezar por Tarraco. En primer lugar vamos a hablar del arco de Bará. Éste es un arco del triunfo que se encuentra a unos 20 kilómetros al norte de Tarragona, en la localidad de Roda de Barà. Localizarlo es muy sencillo. Se encuentra en plena N-340. Recordad que esta carretera nacional comparte gran parte de su trazado con la Vía Augusta. De hecho se puede apreciar unos cuantos metros de esta vía. Nosotros recomendamos que lo veáis en sentido Tarragona, ya que así estaréis en disposición de seguir la ruta que os proponemos. 

Es un arco bastante sencillo, con un solo vano central con un arco de medio punto que sostiene un entablamento rematado por una cornisa. Por su aspecto recuerda al arco de Tito que se encuentra en el Foro de Roma, aunque carece del remate donde se lee la inscripción del arco romano. Además la decoración difiere, ya que no tiene relieves y las semicolumnas han sido sustituidas por pilastras. Pero es un buen ejemplo de arco de triunfo y, sobre todo, siempre sorprende.

Nos dirigiremos hacia el peaje de la AP-7 de Torredembarra para llegar al siguiente punto de la visita. Son poco más de 7 kilómetros. Tranquilos porque el peaje entre Torredembarra y Tarragona es gratuito, y a partir del 31 de agosto de 2021 se libera la AP-7 entre Tarragona y Francia. A unos 4 kilómetros nos detendremos en el área de servicio del Médol. No vamos a repostar, ni hacer pipí, ni tomar algo. Bueno, si lo necesitáis sí, claro, que no obligamos a nada. Pero paramos aquí para visitar la cantera del Médol, de la que se extrajeron 50.000 metros cúbicos de piedra para construir numerosos edificios. Todavía se pueden ver algunos sillares, pero lo más espectacular es un testigo de 16 metros de altura que nos hace una idea de la cantidad de piedra que se extrajo de esta cantera.

No abandonamos la AP-7. Siempre en sentido Tarragona-Castellón. A unos 9 kilómetros del área de servicio del Médol se encuentra un área de descanso. Entrad muy despacio, con mucho cuidado y aparcad, no es muy grande y suele haber gente. Este es el punto más cercano para poder visitar el acueducto de les Ferreres, o Pont del Diable (puente del Diablo). Una maravilla arquitectónica y de ingeniería que estuvo en uso hasta el s. XVII.

A nosotros nos pareció precioso. Puede que los acueductos sean los edificios romanos más bellos por sus arcadas y su esbeltez. Este, además, se encuentra en un entorno paisajístico privilegiado, rodeado de bosque mediterráneo. Podemos recorrer sus 217 metros de longitud y observar los alrededores desde sus 27 metros de altura dentro del canal que transportaba el agua en su momento. Sin duda una experiencia irrepetible. 

Ahora, por fin, llegamos al centro histórico de Tarragona. Vamos al meollo, a lo gordo. Os proponemos que aparquéis (si es que vais con vuestro propio vehículo) en la Rambla Nova o cerca, ya que estaréis en una buena posición para visitar los distintos edificios.

Empezaremos por el teatro romano. Será el primero porque es el edificio del que menos restos nos han llegado. El teatro era uno de los tres edificios, junto al circo y el anfiteatro, que dejaban a las claras la importancia de la ciudad. Y Tarraco tenía los tres. Es posible realizar una visita guiada y gratuita, aunque con motivo de las restricciones por la pandemia de Covid debéis de informaros en la web del MNAT (Museo Nacional Arqueológico de Tarragona) que es quien gestiona las visitas. 

Apenas quedan unas pocas filas de las gradas y algún elemento del escenario. Esto se debe a que, tras un incendio, los bloques de piedra fueron aprovechados para construir nuevos edificios. Este "reciclaje" de materiales es una constante a lo largo de la historia. ¿Bloques de piedra tallada más baratos y más cercanos? ¡Sí, por favor! Una estructura metálica, un poco fea y aparatosa para nuestro gusto, recrea el total del graderío. 

La siguiente visita nos lleva al foro de la colonia, el foro local. En esta parte de la ciudad, junto a una plaza, era donde se encontraban los edificios administrativos y de representación de la ciudad. El yacimiento se divide en dos parcelas, unidas por un puente que salva la calle que se abre entre ambas parcelas. Hasta nuestros días han llegado parte de la basílica, edificio que servía de tribunal, sede de transacciones económicas o mercado; una ínsula (manzana) de viviendas y una calle pavimentada. También hay restos de columnas y estatuas. 

A continuación nos vamos a dirigir a uno de los edificios más impresionantes que nos ha llegado. Este es el anfiteatro. Hace un tiempo ya le dedicamos un post en el blog, por lo que poco más nos queda para añadir. Simplemente decir que era el edificio donde se celebraban las luchas de los gladiadores y que está ubicado en un lugar privilegiado junto al mar. 

Muy cerquita del anfiteatro está el circo. Es decir, el lugar destinado a las carreras de carros (bigas, cuadrigas, etc.). Hacemos esta matización porque hay cierta confusión entre los edificios romanos, errores de hace años que hemos heredado. Con el circo es cuando una ciudad demostraba ser top. Medía 325 metros de longitud por 115 de anchura (en medidas de campos de fútbol, serían más de tres). Tendría capacidad para unos 25.000 espectadores. Alrededor de las dos rectas se situaban las gradas y en el centro la spina separaba ambos "carriles". En uno de los extremos se situarían las caballerizas (carceres) y en la otra una curva para permitir un mejor giro de los carros.

Era uno de los grandes entretenimientos de la época, y los mejores tenían una gran fama y consideración (veis, no hemos cambiado tanto). En Tarraco se conservan varios niveles de gradas en una curva y parte de una recta y varias bóvedas que permitían acceder a las gradas. Es impresionante imaginarse este inmenso estadio, sobre todo porque hay dos calles que coinciden con el recorrido de la pista.

Anexo al circo se visita el edificio del pretorio, que era donde residía el pretor, el encargado de impartir justicia y de gobernar la provincia. Tanto el circo como el pretorio se encontraban dentro del Foro Provincial, que era el espacio donde, alrededor de dos grandes plazas porticadas, se encontraban los edificios que administraban la provincia. Con la importancia que llegó a tener la Tarraconensis, supondréis que era un espacio privilegiado. Se distribuía en tres terrazas. La más baja ocupada por el circo, la media donde estaba las grandes plazas rodeadas de edificios administrativos, y la superior, donde se ubicó el espacio de culto. 

Sobre el pretorio, en época medieval, se construyó un edificio que servía como palacio para los reyes de la Corona de Aragón y, posteriormente, prisión. Para ello se aprovecharon elementos como la llamada bóveda "del Pallol". En el interior de este edificio se pueden ver diferentes restos, del antiguo Foro Provincial, como columnas y capiteles, esculturas, estelas o un bello sarcófago. Especial mención tiene su terraza. Si podéis, subid. Como curiosidad, en un patio hay una réplica de la famosa Loba Capitolina, regalo de la ciudad de Roma, hermanada con Tarragona.

Las entradas para el Foro de la Colonia, el anfiteatro y el Circo-Pretorio (entre otros centros del Museo de Historia de Tarragona) cuestan 3,30 € individualmente. Pero si compráis una entrada conjunta para 4 edificios cuesta 7,40 € u 11,05 € para todos los edificios gestionados por el Museo de Historia de Tarragona. Las familias numerosas pagaríamos lo mismo, con la salvedad que la misma entrada sería conjunta para toda la familia y no individual. Pero hay más descuentos para pensionistas y jubilados, desempleados, discapacitados, grupos, estudiantes mayores de 16 años y familias monoparentales, que pagarían 1,70 €, 3,65 € o 5,50 €, dependiendo del tipo de entrada. Además los menores de 16 años, grupos escolares y (¡ojocuidao!) visitantes de Port Aventura presentando la entrada del parque, entrarían gratuitamente.


Todo el conjunto de Tarraco, estaba rodeado de una muralla, uno de las primeras estructuras que se construyeron en la ciudad. Gran parte de éstas todavía se conservan, incluyendo las torres que servían para vigilar y defender. Es posible pasear por el denominado paseo arqueológico que incluye los jardines del Campo de Marte

Por último vamos a mencionar el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona. Se encuentra en una zona de la ciudad junto al río Francolí. En el exterior del museo se encuentra una necrópolis paleocristiana con cerca de cincuenta tumbas excavadas. Como curiosidad, en el parking del Centro Comercial Parc Central, que se encuentra junto al MNAT, cruzando la calle, se halló parte de la necrópolis y de restos urbanos. Los restos son visitables. Si no me falla la memoria creo que es la primera vez que veo un yacimiento arqueológico (visitable) en el parking de un centro comercial.   

Como veis Tarragona tiene muchas cosas para visitar. ¡Y solo hemos hablado de los monumentos romanos! Evidentemente son los más importantes de la ciudad pero no podemos dejar de visitar muchas otras cosas de Tarragona. Pero de eso ya hablaremos en otro post. 

jueves, 18 de julio de 2019

DESCUBRIENDO ALBARRACÍN EN FAMILIA

Si Teruel es una de nuestras provincias favoritas, es por el atractivo que reside en sus municipios, algunos de ellos tan pintorescos (que decían las guías de viaje antiguas) como Albarracín, una villa que cada año recibe miles de turistas atraídos por la belleza de su arquitectura y los paisajes que la rodean.


Su centro histórico se encuentra cerrado al tráfico algo que las familias nos relaja bastante ya que no tenemos que andar esquivando coches ni sufriendo por nuestros hijos. Por ello estaréis casi obligados a estacionar en el parking municipal que se encuentra junto al río Guadalaviar, que en este punto de su recorrido todavía no se ha convertido en el Turia. A escasos metros tenemos la oficina de turismo y justo enfrente la primera de las muchas cuestas que vamos a tener que subir y bajar durante nuestra visita a Albarracín, debido a su indómita orografía, ya que todo el pueblo se encuentra sobre la ladera de una colina coronada por sus famosas murallas.


Uno de los primeros lugares emblemáticos que vamos a visitar en Albarracín es la Plaza Mayor. Aquí se encuentra el Ayuntamiento de la ciudad. Tres de los cuatro lados de la plaza se encuentran porticados y uno de los elementos más singulares son sus balcones de madera, con unas vistas panorámicas al valle que surca el Guadalaviar, además de a los edificios más conocidos del municipio.


Para proseguir la visita podemos dirigirnos hacia el noroeste por la calle Santiago. A través de su intrincado recorrido llegaremos hasta el portal de Molina una de las aberturas que existen en la muralla, flanqueada por torreones para poder entrar y salir de la ciudad en su momento. Frente al portal nos encontramos con una de las edificaciones más conocidas de Albarracín, la casa de Julianeta, que adquiere forma de una especie de Flat Iron Building medieval.

Pasando el Portal de Molina a mano derecha encontramos la indicación que nos señala el camino para poder visitar la muralla de Albarracín. No hacemos ningún spoiler si os decimos que necesitaréis dos cosas: en primer lugar unas buenas piernas y, sobre todo, mucho ánimo para llegar hasta el final de la visita.


Seguiremos nuestro camino por la calle Portal de Molina donde seguiremos disfrutando de las edificaciones tradicionales de Albarracín. De estas nos van a llamar la atención su abigarrada estructura, que en ocasiones nos pueden recordar a un Lego, el uso de forja en el exterior y el color rojizo que presenta en sus paredes. Esto se debe a que los materiales de construcción empleados se extrajeron de los alrededores, lo que se conoce como rodeno.


Llegaremos de nuevo a la Plaza Mayor, donde doblando la esquina junto al estanco enfilaremos la calle de la Catedral. A pocos metros nos aparecerá en primer lugar el Palacio Episcopal y justo detrás el campanario. La catedral, dedicada a El Salvador, fue levantada en apenas 28 años, entre 1572 y 1600, con una sola nave central con capillas a ambos lados, en estilo gótico tardío. Las vistas junto a la Catedral también son impresionantes y el propio templo merece una visita, ya que además en su claustro conserva magníficas obras de arte.


Si continuamos nuestro paseo, calle arriba calle abajo, llegaremos hasta la Torre de Doña Blanca, una imponente edificación que formaba parte del conjunto defensivo de la ciudad. ¿Queréis más?Entonces os recomendamos el paseo fluvial junto al curso del río Guadalaviar. No solo es interesante desde el punto de vista ambiental y paisajístico sino que también nos proporcionará un punto de vista distinto de la ciudad observando mucho mejor como los edificios se aferran a la roca sobre la que se sitúan.


Pero aquí no acaba la visita a Albarracín ya que en las afueras podemos acudir a Mar Nummus, una de las subsedes de Territorio Dinópolis. Hace 150 millones de años el mar de Tethys cubría el territorio que actualmente ocupa Albarracín. Es por eso que se han localizado en la cercanía restos de unos enormes dinosaurios marinos y de diferentes animales como los antepasados de las actuales caracolas


También os recomendamos la visita al paraje protegido de los Pinares de Rodeno muy interesante por sus impresionantes paisajes, por sus formaciones geológicas y por albergar varios abrigos con pinturas rupestres además tiene áreas recreativas con mesas de picnic y juegos infantiles. What else?

Podríamos estar hasta el fin delos tiempos haciendo recomendaciones sobre Albarracín porque en los alrededores también cuentan con bastantes puntos de interés como el acueducto romano excavado junto a Gea de Albarracín, la serranía de Albarracín o un recorrido por el nacimiento de los ríos Guadalaviar, Júcar y Tajo que se concentran en muy pocos kilómetros, entre las provincias de Teruel, Cuenca y Guadalajara.


Por todo esto y mucho más Albarracín es uno de los lugares cuya visita nunca defrauda. Un municipio al que debería de ser obligatorio ir al menos una vez en la vida.